Osvaldo
Llevo tres semanas aquí en Londres, sin que nadie sepa dónde estoy, ni siquiera mis padres o mi hermana. Sé que ha sido lo mejor. Maximiliano me está buscando, y Mariana también. Pero he decidido volver a Nueva York sin que nadie lo sepa. He venido por Mariana.
Mariana descubrió una verdad que también conocía Lorena, una verdad que llevó a su muerte. Pero lo que Mariana nunca me perdonará es eso mismo, la muerte de Lorena. Por ello, me llevaré a Mariana lejos, donde nadie pueda alcanzarnos.
Hoy decidí seguirla. Extrañamente, salió sin guardaespaldas. Perfecto para ejecutar mi plan y hacer que todo parezca un secuestro. Sé que me vio antes de desmayarse. Cuando despertó, murmuré:
—¿Cómo te sientes, hermanita?
—¿Por qué lo hiciste, Osvaldo?
—¿Qué se supone que hice, Mariana?
—Tú la mataste, tú lo hiciste...
—No vuelvas a decir eso, Mariana —me miró asustada—. Lo hice porque ella descubrió quién soy, y no podía permitir que arruinara mis planes.
—¿Quién eres ahora? Un asesino, mentiroso y maniaco —gritó con furia. Mi rabia me cegó, y la abofeteé.
—¡Cállate, Mariana! No quiero hacerte daño a ti. Lorena murió porque era una agente... y una adicta. —Intenté acercarme, pero ella me rechazó—. Y ahora que sabes la verdad, no puedo dejar que vivas. Lo siento, hermanita.
—No lo hagas, Osvaldo, por favor —suplicó con los ojos llenos de miedo.
—Tengo que hacerlo. Si vives, significa mi destrucción.
Y sí, si Mariana vivía, todo se derrumbaría: mi vida, mi familia, todo. Era mi hermana, pero no me tembló la mano cuando le disparé dos veces. Lo último que le dije fue un triste “lo siento”.
Cuando me di cuenta de lo que había hecho, ya era demasiado tarde. La dejé allí, tirada en un charco de sangre. Ahora no había vuelta atrás. Debía continuar y llorar su muerte como si no fuera mi culpa.
*Maximiliano*
Tardamos unos veinte minutos en llegar al lugar donde estaba Mariana. Al entrar, mis hombres confirmaron lo que temía: solo estaba ella, tendida en un charco de sangre. Corrí hacia ella.
—Mariana, cariño, ¿me escuchas? —Estaba demasiado débil—. Cariño, tienes que vivir.
—Max... —su voz apenas era audible—. Osvaldo...
—No te duermas, por favor. ¡Abre los ojos!
La ambulancia tardó media hora en llegar, pero para mí fue una eternidad. Ahora, mientras espero fuera del quirófano, mi mente solo puede pensar en ella, mi esposa, la mujer que amo, luchando por su vida.
Los padres de Mariana llegaron poco después. No han dejado de llorar. Osvaldo también llegó, y por un segundo pensé en confrontarlo, pero deseé con todas mis fuerzas que no fuera él quien la hirió. Sin embargo, mis sospechas crecían. Pedí las grabaciones de seguridad y revisé la laptop de Mariana. Allí encontré un informe que me reveló la verdad.
—Amigo, ¿cómo estás? —preguntó Rodrigo al llegar.
—No muy bien...
—Mariana es fuerte, saldrá de esto, ya lo verás.
—Eso es lo que más deseo en estos momentos.
—Max... —Rodrigo tragó saliva—. Vi las grabaciones. Fue Osvaldo quien disparó.
En ese momento, supe lo que debía hacer. Si Mariana sobrevive, Osvaldo pagará por lo que hizo. Si no, se arrepentirá de haber nacido.
Unos minutos después, Ligia, la amiga de Mariana, llegó llorando.
—¿Qué pasa, Ligia?
—Es... Mariana, Max... lo siento mucho.
Todo mi mundo se vino abajo en ese instante. No le dije lo mucho que la amo...
*Dos Semanas Después*
Han pasado dos largas semanas desde lo que ocurrió con Mariana. He estado buscando a los miserables que ayudaron a Osvaldo a secuestrarla, y finalmente los encontré. Osvaldo será el último.
Es una tortura regresar a casa sabiendo que ella ya no estará allí, esperándome para cenar juntos. No puedo dormir; cada rincón de nuestra casa me recuerda a ella. He estado quedándome en la casa de Rodrigo, quien me apoya en todo.
—Max, tenemos noticias.
—Espero que sean buenas.
—Lo son. Encontramos a los cinco hombres que ayudaron a Osvaldo.
—¿Dónde están?
—En una casa abandonada, a las afueras de la ciudad.
—Vamos por ellos.
Cuando llegamos, el lugar estaba descuidado y sin guardias. Los encontramos desprevenidos y fue más fácil de lo que pensaba.
Los llevamos a una bodega abandonada de Rodrigo. Él me convenció de no matarlos todavía; necesitábamos sacarles información sobre el paradero de Osvaldo.
—Les haré un par de preguntas. Quiero que respondan.
—No te diremos nada —respondieron al unísono.
—¿Ni siquiera por sus familias? Tú —señalé al hombre del medio—. Tienes una esposa que está a punto de dar a luz, ¿cierto?
—Por favor, no le haga daño a mi esposa. Mátame a mí, pero a ellos no.
—Dime dónde está Osvaldo, y me aseguraré de que a tu esposa e hijo no les falte nada.
—No lo hagas —le dijeron los otros.
—Llévense a los demás. Solo hablaré con él.
Finalmente, el hombre cedió y me dio la dirección exacta de la cabaña donde se escondía Osvaldo. Cumplí mi promesa y dejé que llamara a su esposa. Luego, como él mismo lo predijo, lo maté. Los otros cuatro también murieron, buscados por la policía.
Envié a mis mejores hombres por Osvaldo. Cuando finalmente lo tuve frente a mí, la furia me cegó.
—Cuñado... oh, perdón, ya no lo eres. ¿Ella murió, verdad?
—Cállate, no mereces ni siquiera mencionar su nombre.
—Tenía que morir, ella y tu hermana lo merecían.
—Mi hermana no lo merecía. Tampoco Mariana, tu propia hermana.
—Te diré algo... a Mariana no la iba a matar, pero ella lo descubrió todo. Era mi hermana, después de todo.
No soporté más. Le disparé sin remordimiento.
—Esto es por Lorena... y por Mariana.
Vi cómo Osvaldo daba su último aliento. Mi venganza estaba completa, pero un vacío seguía presente.
De repente, escuché a Rodrigo palidecer.
—¿Te sientes bien? —le pregunté.
—Max... voltea... mira quién está ahí.
Me giré, y la vi. No podía ser. Esto tenía que ser una alucinación... pero no lo era. Rodrigo también la veía. ¿Cómo era posible que estuviera viva?
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Secretos, Amor y Venganza 💫
Short StoryMariana es una exelente y reconocida arquitecta, ama su trabajo pero hay un secreto que guarda... Maximiliano un excelente empresario y lo que mas desea es venganza encontrar al causante de la muerte de su hermana y esta dispuesto a todo por ello p...