Capitulo 13

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Max

Hoy será la última vez que veré a Mariana. Hoy firmaremos nuestro divorcio, algo que estamos haciendo para no hacernos más daño, para liberarnos mutuamente. En mis recuerdos quedarán cada beso que le di, cada vez que la hice mía, cada instante que estuvo junto a mí. Nunca olvidaré que conocerla fue lo mejor que me pudo haber pasado. Es la mujer que más he amado con toda mi alma, por quien daría el mundo entero. Pero hoy, ella tomará un nuevo rumbo y comenzará una nueva vida, aunque no sea a mi lado. Deseo que le vaya muy bien...

Intento concentrarme en mi trabajo mientras se acerca la hora de ir donde el abogado para firmar, pero me es imposible dejar de pensar en todo lo que ha pasado últimamente. Justo cuando empiezo a concentrarme, llaman a la puerta. Es Rodrigo.

—Amigo, ¿qué tal va todo?

—Digamos que bien... ¿y tú qué tal?

—Pues nada, con la novedad de que le voy a pedir a Ligia que formalicemos nuestra relación.

—Mira lo que es la vida. Una relación termina y otra comienza.

—Max, ambos sabemos lo mucho que tú y Mariana se aman, y que su amor es inmenso.

—Lo sé, ella es esa parte que complementa mi vida.

—Se han hecho mucho daño, necesitan sanar.

—Por eso nos separaremos. Ella comenzará una nueva vida y yo igual.

—Algo me dice que no se podrán olvidar porque su amor es para siempre, Max.

—Te has vuelto muy romántico, ¿te ha cambiado Ligia?

—Claro, Ligia es la mujer que amo y quiero en mi vida.

—Mira quién decía que nunca se enamoraría —ríe.

—Lo sé, pero dicen que el amor cambia, y estoy empezando a creer que es cierto.

—No es por correrte, pero ya me tengo que ir. Debo estar en veinte minutos con mi abogado.

—Suerte, amigo.

Salgo de la oficina para ir a la firma del divorcio. Todo el camino pienso en mi hija, que ahora será mi nueva razón de vivir, y en cómo será nuestra convivencia. Tras veinte minutos, llego a la oficina. Mariana entra, vestida con un ajustado vestido negro que resalta sus curvas, acompañado de unos tacones de aguja a juego. Lleva el cabello en ondas, y no me había dado cuenta de que la estaba observando cautelosamente hasta que su voz me sacó de mis pensamientos.

—Buenas tardes —saludó.

—Buenas tardes. Te ves hermosa.

—Gracias —me dedicó una sonrisa.

—Bueno, estando ambas partes presentes y habiendo leído el documento, solo queda que firmen —dijo la abogada.

Ambos firmamos y esperamos a que nuestros abogados finalizaran los términos de la separación, que fueron los más civilizados.

—Bien, habiendo firmado, están oficialmente separados ante la sociedad —anunció la abogada.

Nos despedimos de los abogados y, al ver que Mariana se iba, la alcancé y la tomé del brazo.

—Mariana, ¿te llevo a casa?

—Está bien.

Durante el camino a su casa, nos sumimos en un silencio para nada incómodo. Quería pasar con ella un último momento. Al llegar, Mariana subió las escaleras y entró a la habitación buscando maletas para empacar sus cosas. La observé mientras se movía por la habitación, guardando todo.

—Me verás todo el día, Max —rió.

—Podría hacerlo sin ninguna objeción.

—¿Me puedes dejar a solas un momento? —pidió.

—Claro.

Salí de la habitación, reteniendo las ganas de decirle que no se fuera, pero sé que ambos necesitamos sanar. Pasó alrededor de una hora, en la que me distraje revisando papeles. Entonces, la puerta de mi despacho sonó. Era Mariana.

—Solo venía a decirte que ya me voy.

—¿A dónde irás, si puedo saberlo?

—Iré a Londres a visitar a mis padres por una temporada. Luego me iré a Rusia.

—Te deseo lo mejor, Mariana.

—Gracias. A ti también, espero que seas un buen padre para Victoria.

—Mariana, ¿te puedo abrazar?

—Sí.

La abracé, queriendo retener su aroma. Por dentro, me moría de ganas de pedirle que se quedara a mi lado. De repente, la besé, y ella correspondió sin ninguna objeción.

—Me tengo que ir, Max. Cuídate.

—Tú también, Mariana.

Vi cómo la mujer que amo se marchaba de mi lado, pero me sentí feliz por ella. Quizás algún día nos volvamos a encontrar. Quizás no será mañana, pero sí algún día...

Mariana

Mi despedida de Max fue la más difícil. Ahora me encuentro en el avión camino a Londres, a visitar a mis padres. Me quedaré con ellos unos días, quizá semanas. Ligia se encargará de la empresa, se ha convertido en mi socia y juntas podremos sacarla adelante.

Cuando llegué a casa de mis padres, estaban felices de verme. Les conté lo sucedido con Max y me apoyaron en todas mis decisiones respecto a lo que haré a continuación con mi vida. En este momento, ellos están en la empresa aquí en Londres. Tuvieron que ir a trabajar, pero en la noche cenaremos juntos. Yo me instalaré y descansaré, ya que no me siento muy bien...

Pasé el resto del día acostada, con un mareo insoportable. Ya casi es hora de la cena con mis padres, así que me preparo y me pongo algo casual, cómodo. Camino al restaurante, aprovecho para apreciar mejor las calles y paisajes de Londres.

Cuando llegué al restaurante, mis padres ya me esperaban en la mesa.

—Hola.

—Hola, hija, ¿cómo vas? —preguntó mamá.

—Bien, aunque desde la tarde tengo un mareo, pero nada grave.

—¿Segura? —insistió papá.

—Sí, ya me siento mejor.

—¿Cuánto tiempo te quedarás con nosotros? —preguntaron al mismo tiempo.

—Dos semanas.

—Bien, disfrutaremos esas dos semanas, hija.

El resto de la cena transcurrió entre charlas. Me contaron cómo se sentían después de lo de Osvaldo y cómo se están adaptando nuevamente a Londres, y yo les hablé de lo que haré en Rusia.

Al regresar a casa, me fui directamente a mi habitación, otra vez con ese mareo insoportable. No creo que esté enferma, seguramente es el estrés de los últimos días, o al menos eso quiero creer...

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Secretos, Amor y Venganza 💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora