Mariana
La boda de Rodrigo y Ligia fue un recordatorio de que la vida sigue adelante, y aunque el camino a veces sea incierto, siempre hay espacio para la esperanza y la felicidad.
La recepción estaba en pleno apogeo, y la música llenaba el salón con un ambiente festivo. Me encontraba en una mesa junto a Max, observando cómo Isabella bailaba con otros niños. Era un espectáculo adorable que nos arrancaba sonrisas a ambos.
—Isabella se está divirtiendo mucho —comenté, mi mirada llena de ternura.
—Sí, parece que tiene tu energía —respondió Max, apreciando el brillo en mis ojos.
La noche avanzaba y, mientras Isabella seguía jugando, Max y yo tuvimos la oportunidad de hablar. Era una conversación tranquila, libre de tensiones pasadas, enfocada en el presente y en nuestro compromiso compartido como padres.
—¿Has pensado en lo que harás después de esta boda? —pregunté de repente.
—¿A qué te refieres? —respondió Max, un poco confundido.
—Bueno, después de todo esto, ¿cómo vamos a manejar las cosas con Isabella? —Mi voz era suave, pero mis palabras llevaban un peso significativo.
—He estado pensando en eso también. Creo que lo más importante es mantener una comunicación abierta y ser flexibles por el bien de ella —dijo Max, mirándome con sinceridad.
—Estoy de acuerdo. Tal vez podríamos establecer un horario regular para que ambos pasemos tiempo con ella —sonreí, mostrando una esperanza sincera.
—Sí, eso suena bien. Y podríamos hacer actividades juntos de vez en cuando, como hoy. No necesariamente como una pareja, pero como una familia —respondió Max, visiblemente aliviado.
Asentí, y por un momento, ambos nos quedamos en silencio, observando a nuestra hija. La música cambió a una canción lenta, y algunas parejas comenzaron a bailar. Isabella corrió hacia nosotros, con los ojos brillantes de emoción.
—¡Mamá, papá, bailen conmigo! —gritó, jalándonos a ambos hacia la pista de baile.
No pudimos resistirnos. Con Isabella entre nosotros, comenzamos a movernos al ritmo de la música. La risa de Isabella era contagiosa, y pronto Max y yo estábamos riendo también, olvidando cualquier tensión o preocupación.
La noche siguió, y poco a poco los invitados comenzaron a despedirse. Finalmente, era hora de irnos también. Recogimos a Isabella, que estaba medio dormida, y nos dirigimos al coche.
—Ha sido un día largo, pero hermoso —dijo Max mientras acomodaba a Isabella en su asiento.
—Sí, lo ha sido —respondí, mirándolo con una sonrisa suave.
Con Isabella dormida en el coche, el trayecto de regreso fue tranquilo. Max y yo intercambiamos algunas palabras, pero en su mayoría disfrutamos del silencio compartido, cada uno perdido en sus pensamientos.
Al llegar a casa, Max ayudó a llevar a Isabella a su cama y la arropó con cuidado. Me quedé en la puerta, observando la escena con una expresión de paz en mi rostro. Después de asegurarnos de que Isabella estaba bien, nos dirigimos a la sala.
—Gracias por hoy, Max. Fue... especial —dije, rompiendo el silencio.
—Gracias a ti, Mariana. También lo sentí así —respondió Max.
Nos quedamos unos momentos más en silencio, antes de que Max se levantara para irse.
—Nos vemos mañana, ¿de acuerdo? —asentí, y lo acompañé hasta la puerta.
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Secretos, Amor y Venganza 💫
Short StoryMariana es una exelente y reconocida arquitecta, ama su trabajo pero hay un secreto que guarda... Maximiliano un excelente empresario y lo que mas desea es venganza encontrar al causante de la muerte de su hermana y esta dispuesto a todo por ello p...