Capitulo 17

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Maximiliano

Hoy desperté con una nueva alegría al saber que tengo una hija de tan solo cuatro años, a quien ya amo con todo mi corazón. Cuando me enteré, sentí rabia porque Mariana me lo había ocultado, pero después de conversar con Isabella y contarle un cuento, entendí que lo hizo todo para protegerla de cualquier situación. Decido enviarle un mensaje a Mariana:

"Buenos días, Mariana. ¿Puedo ir a desayunar con Isabella?"

Tengo muchas ganas de ver a mi hija, y cuando pienso que Mariana no va a contestar, lo hace:

"Buenos días, no hay ningún problema."

Por la tarde me reuniré con mi madre para contarle todo sobre su nieta. Sé que se pondrá feliz. Cuando llego a la casa de Mariana, entro sin dificultad.

—Buenos días, señor.

—Buenos días. ¿La señorita?

—Está arriba con la niña. Puede subir.

Cada escalón que subo escucho la risa alegre de mi hija y de Mariana. Al llegar, me detengo para observar la escena que termina de alegrar mi día: Mariana le está haciendo cosquillas a nuestra hija.

—Vamos a darte un baño, tu papi viene a desayunar contigo.

—¡Yupi! Ya voy.

—Te pareces tanto a tu padre —dice Mariana con una sonrisa. Esa frase me hace sonreír también.

—También se parece a ti —digo, sorprendiéndola al escuchar mi voz.

—¿Hace cuánto llegaste?

—Hace unos minutos.

—Ah, bien.

—¡Papi! —grita Isabella al verme.

—Hola, mi niña.

—Vamos a desayunar —dice Mariana.

—Vamos, princesa.

Bajamos las escaleras, y Isabella no para de hablar. Mariana pide que sirvan el desayuno, y comemos tranquilamente hasta que Isabella, con curiosidad, pregunta algo que yo también quiero saber.

—Mami, ¿todavía quieres a papi?

—Lo quise mucho, mi cielo. ¿Por qué preguntas?

—Por nada, mami. ¿Y tú, papi, aún la quieres? —me pregunta Isabella.

—Sí, aún la quiero.

—Qué lindos —responde Isabella, sonriendo.

—Bueno, yo tengo que subir a arreglarme para irme —dice Mariana, levantándose.

La veo subir los escalones y me concentro nuevamente en mi hija.

—¿Cómo fue vivir sin mí, princesa?

—Algo triste, pero mami decía que tú siempre me mandabas besos a la distancia.

—Así es.

—Pero ahora me los puedes dar a mí... y a mami también.

—¿Por qué dices eso?

—Porque mami te extraña.

—Yo también la extraño a ella.

—Ya regreso, papi.

Veo a Isabella irse por el mismo lugar que se fue su madre, y decido seguirla. Cuando llego a la habitación, veo a Mariana a través del espejo del baño, terminando de arreglarse. Me quedo unos segundos observándola.

Secretos, Amor y Venganza 💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora