Capitulo 11

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Maximiliano

Hace dos semanas que Mariana regresó, y en ese tiempo he intentado ignorarla. Sé que está pensando muchas cosas sobre mi actitud, y le he dado a entender que creo que me odia. Pero sé que no es así. Ella no podría odiarme, porque al final de cuentas, yo solo hice lo que ella misma iba a hacer. Estoy absorto en mis pensamientos cuando Soledad entra repentinamente en mi oficina. Soledad es una mujer hermosa, una por la cual muchos hombres perderían la cabeza. No puedo negar que me siento atraído por ella, pero solo hasta cierto punto.

—¿Pasa algo, Soledad? ¿Por qué entras así? —le pregunto, desconcertado por su comportamiento.

—Perdóname por lo que voy a hacer, pero no puedo evitarlo —responde, y antes de que pueda reaccionar, se sienta sobre mis piernas y me besa.

Es un beso que, aunque quiero detener, no puedo. En ese mismo instante, escucho la voz de la persona que menos esperaba ver.

—Buenos días, Maximiliano —dice Mariana, sorprendida, y mi corazón da un vuelco—. Tenemos que hablar.

—Mariana, cariño, ¿qué haces aquí? —es lo único que consigo decir.

—Soledad, ¿nos permites un momento a solas? —su tono es frío y autoritario.

—Mariana, puedo explicarlo, por favor, escúchame —trato de hablar, pero ella no me deja terminar.

—¿Lo que vi tiene alguna explicación? No me hagas reír, por favor —nunca había visto a Mariana tan enojada, sus palabras llenas de rabia contenida.

—No te estoy engañando con Soledad, Mariana, si eso es lo que estás imaginando.

—No imaginé nada, Max. Te vi besándola —no tengo respuesta, solo silencio.

Me acerco a ella cuando veo una lágrima correr por su mejilla. La limpio con mi pulgar, sintiendo un peso en el pecho.

—Escúchame, lo del beso con Soledad no significa nada para mí —digo, tratando de calmarla.

—Te voy a preguntar algo, y quiero que seas sincero: ¿me estás engañando? —su voz tiembla un poco.

—Jamás lo haría, nunca te he sido infiel.

—Solo vine a decirte que no podré asistir a la cena con tu madre porque tengo que viajar a Rusia.

Sentí algo extraño en el pecho, una mezcla de alivio y angustia.

—Mariana, ¿me has perdonado? —le pregunto, esperando una respuesta que nunca llega—. Hasta luego, Mariana. Buen viaje.

La vi salir de la oficina y supe que tenía que aclarar las cosas con Soledad. Lo que pasó hace unos momentos no podía repetirse. Me dolió saber que Mariana aún no me ha perdonado por lo de Osvaldo...

=

Pasé el resto de la tarde resolviendo pendientes en la empresa, asistiendo a reuniones, pero no podía dejar de pensar en Mariana. Me preguntaba qué estaría haciendo. Decidí enviarle un mensaje.

"Espero que te encuentres bien."

Pensé que no respondería, pero al rato sonó mi teléfono.

"Lo estoy."

Tenía que buscar una excusa para explicarle a mi madre que Mariana no nos acompañaría a la cena de mañana.

Esa mañana, me levanté temprano para terminar unos pendientes en el despacho. De repente, Lorena entró enojada, lanzándome una mirada que podría matar.

—Buenos días, hermanita —saludé, tratando de aligerar el ambiente.

—¿Ella lo sabe? —fruncí el ceño ante su pregunta.

—¿Qué cosa, Lorena?

—Te lo voy a preguntar de otra manera, ¿Mariana sabe que Victoria podría ser tu hija?

—No lo sabe.

—¿Y cuándo se lo vas a decir?

—No pienso hacerlo, Lorena.

—¡Estás loco! ¡Tienes que decírselo, Max!

—No puedo decirle la verdad.

—Estás siendo injusto. Ella merece saberlo. ¿Qué pasará cuando se entere?

—Mientras eso no suceda, tú no dirás nada. Eres mi hermana y tienes que apoyarme.

—¿Y si Victoria viene y se presenta ante Mariana?

—No lo hará.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que no aparecerá para decirle que es tu exnovia y que posiblemente tienen una hija juntos?

—Mientras no se confirme si es mi hija o no, Mariana no tiene por qué enterarse.

—Sabes que eres la persona más egoísta del mundo, ¿cierto?

—Tal vez lo sea, pero no quiero perderla.

—Pues la perderás, Max. Aunque no quieras aceptarlo, estás siendo un imbécil al no decirle nada —dijo Lorena, antes de salir enfurecida de la oficina.

Justo cuando me concentraba de nuevo, escuché algo romperse en la habitación. Corrí hacia allá y vi a Mariana, con nuestra foto de boda rota en el suelo. Me acerqué y la tomé de los hombros. Estaba llorando, algo que no me gusta ver en ella.

—Mariana, ¿te lastimaste?

—Estoy bien, no me toques —me sorprendió su respuesta—. Iré por algo para recoger los vidrios.

—Está bien, yo lo haré. ¿Estás segura de que estás bien?

—Claro que lo estoy —dijo, mirándome una última vez antes de salir de la habitación.

Lorena tiene razón. Mariana tiene derecho a saber la verdad. Hoy mismo me haré una prueba de ADN con Victoria para saber si es mi hija o no. Si lo es, trataré de recuperar el tiempo perdido. Solo espero que esto no termine destruyendo mi matrimonio...

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Secretos, Amor y Venganza 💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora