Capitulo 9

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Mariana

Estas semanas habían sido difíciles. Asimilar que, para el mundo entero, estaba muerta, renunciar a mi vida, mi familia, y lo más importante para mí ahora: un hombre maravilloso que, a pesar de todo, siempre estuvo a mi lado. Sé que debo revelarle por qué fingí mi muerte. No he tenido noticias de mi hermano, y esta tarde me reuniré con mis padres para contarles lo sucedido.

Aún me dolía la herida en el abdomen. Sabía que quedaría una cicatriz, una marca que me recordaría no solo mi lucha por sobrevivir, sino también la traición de Osvaldo. Por más masoquista que suene, quiero verlo una vez más, mirarlo a los ojos y ser yo misma quien acabe con él. Salgo de mis pensamientos al ver a Max frente a mí:

—Buenos días —me dice, mientras me da un beso en la frente.

—Buenos días —murmuré.

—¿Cómo te sientes?

—Mucho mejor.

—¿Qué harás esta tarde, Mariana?

—Visitaré a mis padres para contarles lo sucedido.

—Bien, cuando salgas, no olvides llevar contigo a los guardaespaldas. ¿Entendido?

—Max, ¿tienes tiempo para hablar?

—Siempre tengo tiempo para escucharte.

—Bien —tomé aire profundamente—. Sé que tienes muchas preguntas, y las responderé con toda sinceridad.

Max asintió, dándome la confianza para continuar.

—Quiero saber qué te dijo Osvaldo antes de dispararte.

—Me dijo que, al igual que Lorena, debía morir porque había descubierto su secreto.

—¿Sabes cuál era ese secreto?

—Osvaldo ayudaba a Braulio. Él se encargaba de todo.

—¿Por qué fingir tu muerte?

—Lo hice para proteger a mis padres y a ti de Osvaldo. Sabía que, si se enteraba, les haría daño. Pero ahora creo que ya lo sabe...

Max me miró con seriedad antes de hablar nuevamente.

—Mariana, hay algo que debes saber, pero antes necesito que me prometas que no me odiarás por lo que voy a decirte.

Lo miré confundida, pero asentí.

—Te escucho, Max.

—Osvaldo nunca sabrá que sigues viva, porque Osvaldo murió hace unos días... —Siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas antes de que él continúe—. Fui yo quien lo mató, por lo que le hizo a Lorena y a ti.

De pronto, dejé de escuchar lo que Max decía. Todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas, y lo último que vi fue a Max intentando evitar que me desmayara, pero era imposible. Todo se volvió negro.

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*Maximiliano*

Me encontraba de nuevo en el hospital, esta vez con Mariana. Se desmayó, y los médicos dijeron que fue debido al estrés de los últimos días. En un par de horas le darán el alta, y nos iremos juntos a casa. Sé que me odiará. Vi la tristeza en sus ojos cuando le conté lo de su hermano, pero prefiero que me odie a que viva en una mentira.

Dos horas después, estamos en casa. Sus ojos, que normalmente reflejan paz, ahora están vacíos, sin el más mínimo sentimiento. Me mira fijamente, y sé que lo que suceda a partir de ahora no será fácil. Pero respetaré su decisión, sea cual sea.

—Dime algo —su voz era fría—. ¿Qué hago en esta casa?

—Eres mi esposa, ¿acaso no lo recuerdas?

—Claro que lo recuerdo. Simplemente quiero entender...

—No hay nada que entender —mis palabras sonaron secas.

—¿Mis padres saben que fuiste tú quien mató a Osvaldo?

—Lo saben. Sin embargo, decidieron no llamar a la policía.

—Bien, supongo que tienes razón. Merecía morir.

—Mariana, respóndeme algo: ¿tú perdonaste a Osvaldo?

—La traición es algo que no perdono, pero tampoco puedo vivir con rencor.

—¿Y a mí? ¿Me perdonarás?

—Aún no lo sé, Max. Mataste a mi hermano, aunque tus razones sean válidas.

—Espero que algún día puedas perdonarme.

La veo alejarse. Sé que su mente es un caos. Sé que tiene ganas de gritarme por lo que hice, pero esa es una parte de ella que nunca he logrado entender: cuando algo le duele, prefiere ignorarlo.

El día continúa con normalidad. Mi hermana vino a visitar a Mariana, y sus padres también están aquí. No quiero separarme de ella, pero no sé si me quiere cerca en este momento. Me concentro en los pendientes de la empresa durante el resto de la tarde.

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Son casi las diez de la noche cuando decido ir a ver a Mariana. Pienso que estará dormida, pero no es así. La encuentro en el balcón de la habitación, de pie, contemplando el horizonte. Me acerco a una distancia prudente, permitiéndome observarla. Es hermosa, sin duda, la mujer de mi vida. Justo cuando me dispongo a irme, su voz me detiene.

—¿Qué sentiste cuando volviste a ver a Lorena?

—Sentí muchas cosas... alegría, alivio... pero en ese entonces faltabas tú.

—Entiendo.

—Te extrañé, Mariana.

Sin previo aviso, siento sus brazos rodear mi cuello, y me besa. Es un beso que ambos necesitábamos. Sé que Mariana lucha con sus sentimientos para no lastimarme, pero también sé que muy pronto ella se irá. Merece ser feliz, aunque no sea conmigo...

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Secretos, Amor y Venganza 💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora