Capitulo 8

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Lorena

Jamás pensé que podría recuperar la vida que tenía hace dos años, cuando tuve que dejar a las personas que más amo para salvarles la vida, y a mí misma. Fueron dos largos años y tres meses de recuperación. Me perdí demasiados momentos con mi familia. Mi hermano se convirtió en alguien igual a mi padre, solo que una versión muy distinta de él. Dejé a la persona con la que tenía planes de casarme, y ver su rostro de sorpresa, al igual que el de Max, me llenó de alegría. No ha sido fácil lo que he vivido, pero no pienso rendirme ahora...

Después de que Max recibió una ubicación en Puerto Rico, donde según me contó fue su luna de miel con Mariana, él salió hacia allá. La verdad, deseo que pueda encontrar esa verdad que busca, y que la felicidad regrese cuanto antes. También que logre acabar con Braulio antes de que suceda lo peor. Ahora me encuentro en una cafetería, esperando a mi querido Rodrigo, que, según me ha dicho, tiene algo que contarme...

—Hola, bonita —me saluda con una sonrisa.

—Hola —le devuelvo el gesto.

—¿Qué tal te va la reintegración familiar?

—Un poco agotadora, pero bien. ¿Y tú?

—Bien, terminando algunos asuntos pendientes. Y tú eres uno de ellos.

—¿Así? Pensé que ya no lo era.

—Lo sigues siendo, bonita.

—Dime, ¿cuál es nuestro asunto pendiente?

—Quiero saber qué pasó hace dos años.

—Está bien, te lo contaré —respiro hondo, preparándome para empezar—. El día que Osvaldo me disparó en el hospital, Rodrigo me dijo que si quería que mis seres queridos vivieran, tenía que fingir mi muerte.

—¿Por qué esperar dos años para aparecer?

—Estuve tres meses en recuperación. Una de las balas hizo una fisura cerca de la columna, y casi no podía moverme.

—Entiendo. ¿Y ahora, qué planes tienes para tu vida?

—Como sabes, soy abogada. Y, según me han dicho, en la empresa hace falta una. Así que empezaré a trabajar allí.

—Entonces nos veremos más seguido.

—Así es.

—Te puedo dar un consejo, bonita.

—Claro, te escucho.

—Nunca es demasiado tarde para terminar lo que empezaste...

Después de nuestra conversación, las palabras de Rodrigo resonaron en mi cabeza. Mientras pensaba en lo último que dijo sobre "terminar lo que empecé", mi teléfono sonó. Era un mensaje:

"Los muertos no reviven y tú y tu hermanito le harán compañía a Osvaldo."

Después de leerlo, intenté llamar a Max, pero no me contestó. Braulio está cerca, y ha llegado el momento de que yo regrese antes de lo planeado...

*Maximiliano*

Después de recibir aquel mensaje, viajé a Puerto Rico. Algo dentro de mí me decía que había algo que aún no sabía, y estaba seguro de que no era nada bueno. Tenía que haber una conexión entre Mariana y Braulio. Según lo que pude investigar con la laptop de Mariana, solo había un correo que no era frecuente y que provenía de aquí, de Puerto Rico. Según la última ubicación, esa persona estaba en el Hotel Conquistador Resort.

Apenas aterricé y llegué al hotel, me entregaron la llave de la habitación. Dentro, solo había fotos de Mariana, de su familia, y de la mía. También estaba la computadora desde donde se enviaban los correos. No había nada más, excepto otra pista que llevaba a una bodega abandonada. No había rastro de Braulio o su gente. Al salir del hotel, recibí un nuevo mensaje:

"Falta poco, querido Maximiliano. Muy pronto, tu hermana y tú le harán compañía."

Llamé a Lorena. Me dijo que estaba comiendo con Rodrigo, pero también me informó que Braulio tiene una hija de doce años, que no vive con él, pero que él adora.

Mientras caminaba por Puerto Rico, todo me recordaba a Mariana. Mis recuerdos me sumían en el pasado cuando vi la silueta de un hombre a mi lado.

—Tiempo sin verte, Max.

—¿Qué quieres, Braulio?

—Te dije que te arrepentirías de haberlo matado. Camina.

Braulio, mi nuevo enemigo, estaba frente a mí, apuntándome con un arma. ¿En qué momento decidí dejar mi seguridad y salir solo? Creo que fue una muy mala idea.

—Dime, Max, ¿qué se siente saber que, por más que la recuerdes, no volverá?

—Cállate. Dime, ¿qué quieres de mí?

—Vaya, tienes agallas, aun sabiendo que sé exactamente dónde está tu dulce hermanita.

—No le hagas daño.

—¿Por qué lo haría? Tú mataste a mi hijo.

—Si tanto lo querías, lo hubieras apoyado para no ser la escoria que era.

—¡Cállate! Hoy mismo regresamos a Nueva York, y acabaré contigo y con tu hermana. Todos van a pagar por su muerte...

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Horas después, llegamos a Nueva York. Braulio me había quitado el celular, y no podía comunicarme con Lorena. Nos dirigimos a una bodega, la misma donde encontré a Mariana aquel día. Al recorrer el lugar con la vista, vi a mi hermana llorando. El muy imbécil cumplió su palabra. Pero no dejaré que le haga daño. Le prometí que estaría bien. Mi venganza iba a ser lenta y dolorosa, pero mis planes han cambiado...

—¿Con cuál de los hermanitos Montemayor empiezo?

—¡No la toques! ¡Suéltala!

—Ya decidí. Tú serás el primero, Max —levantó el arma—, por mi hijo.

—Matarme no lo va a revivir.

—Pero cumpliré mi promesa.

En ese momento, se escuchó una voz:

—Papá, ayúdame.

Era la voz de su hija, Tamara, acompañada por una mujer y varios hombres armados.

—Tamara, ¿qué haces aquí? —Braulio retrocedió.

—Si das un paso más, Braulio, la dulce Tamara morirá —la mujer amenazó.

Braulio parecía estar viendo un fantasma, pero no lo era. Allí, frente a nosotros, estaba Mariana, más radiante que nunca.

—Deja a mi hija —suplicó Braulio.

—Claro. Tamara no sufrirá daño, si haces lo que te digo. Soltarás a Lorena y a Maximiliano, y tu hija vivirá.

Braulio estaba atrapado. Con un disparo inesperado, su esposa cayó, muriendo frente a él. Todo terminó en caos...

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Secretos, Amor y Venganza 💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora