Maximiliano
Cuando desperté, Mariana no estaba en la habitación. Dejé a Isabella bien acomodada en la cama y fui a buscarla. La encontré preparando el desayuno, luciendo hermosa con un pijama de dos piezas negro. Su voz me sacó de mis pensamientos.
—¿Cuánto tiempo llevas observándome? —preguntó Mariana, sonriendo.
—Lo suficiente como para decir que eres sumamente hermosa.
—Gracias. Isabella todavía duerme.
—Sí, la vi dormida cuando me levanté.
—Iré a levantarla. Tengo que ver a Ligia para prepararla para la boda.
—Y yo tengo que ir con Rodrigo.
—Primero desayunamos. Le empacaré el desayuno a Isabella para el camino.
—Perfecto. Por cierto, Isabella vendrá conmigo.
—Sí, pensaba que se quedaría con mis padres, pero mejor la llevaré conmigo.
—Bien.
Jamás pensé volver a compartir con mariana la mesa y menos ambos haber dormido juntos con nuestra preciosa hija, me despedí de mariana y de mi hija con un beso ya que Rodrigo me espera por que hoy es su boda, mariana y yo seremos sus testigos de la boda
Mientras conducía hacia la casa de Rodrigo, reflexionaba sobre lo extraño y a la vez reconfortante que había sido esa mañana. Mariana y yo no estamos juntos, pero la cercanía que sentimos por Isabella nos había reunido de una manera que no esperaba. Era como si, por un momento, las heridas del pasado se hubieran atenuado, permitiéndonos disfrutar de un instante de paz familiar.
Rodrigo estaba esperándome en su casa, nervioso pero emocionado. Su traje de novio estaba impecablemente colgado en la puerta de su habitación, listo para el gran día. Al verme, sonrió con alivio.
—Max, gracias por venir tan temprano. Necesito toda la ayuda posible para mantener la calma.
—No te preocupes, hermano. Hoy es tu día, y todo saldrá perfecto.
Pasamos la siguiente hora asegurándonos de que Rodrigo estuviera listo. Mientras tanto, en la casa de Ligia, Mariana ayudaba a la novia con los preparativos. Ambas estaban inmersas en risas y anécdotas, creando un ambiente de felicidad y expectación.
Una vez listos, nos dirigimos a la iglesia. Rodrigo se veía elegante y seguro, aunque sus manos temblaban ligeramente. Al llegar, encontramos a Mariana e Isabella esperándonos en la entrada. Isabella, con su vestido blanco, parecía una pequeña princesa, mientras que Mariana, con un vestido azul claro, irradiaba elegancia y serenidad.
El día continuó con la ceremonia, que fue hermosa y emotiva. Mariana y yo firmamos como testigos, sellando nuestra presencia en ese momento especial para nuestros amigos. Durante la recepción, Isabella corrió felizmente entre las mesas, repartiendo sonrisas y contagiando su alegría.
Mientras observaba a Isabella, me di cuenta de que, aunque Mariana y yo no estemos juntos, siempre seremos una familia. Los momentos compartidos y las experiencias vividas con nuestra hija nos unen de una manera que trasciende cualquier relación romántica.
La boda de Rodrigo y Ligia fue un recordatorio de que la vida sigue adelante, y aunque el camino a veces sea incierto, siempre hay espacio para la esperanza y la felicidad.
La recepción estaba en pleno apogeo, y la música llenaba el salón con un ambiente festivo. Mariana y yo nos encontramos en una mesa, observando cómo Isabella bailaba con otros niños. Era un espectáculo adorable que nos arrancaba sonrisas a ambos.
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Secretos, Amor y Venganza 💫
Short StoryMariana es una exelente y reconocida arquitecta, ama su trabajo pero hay un secreto que guarda... Maximiliano un excelente empresario y lo que mas desea es venganza encontrar al causante de la muerte de su hermana y esta dispuesto a todo por ello p...