Capitulo 5

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Maximiliano

En toda mi vida, nunca había tenido semanas tan complicadas como estas, ni en el trabajo ni en mi vida personal. Ahora me doy cuenta de que, quizás, todo es parte de un plan perfecto. Hace dos semanas que Mariana y yo no entablamos una conversación; cada uno ha decidido seguir con su vida como si nada.

Sé que quizás lo mejor hubiera sido enterarme mucho antes de todas esas verdades. Al llegar a mi oficina, me encuentro con mi socio y mejor amigo, Rodrigo. Llevamos quince años de amistad, y él sabe todo lo sucedido hasta el momento.

—Buenos días, amigo.

—Buenos días, Rodrigo. ¿Qué haces aquí?

—Vine a ver cómo estás y a que me cuentes qué tal va todo con Mariana.

—No muy bien, la verdad. Tanto, que ya dormimos en habitaciones separadas.

—Pensé que las cosas estaban mejor, pero parece que todo va empeorando.

—La verdad, no sé qué hacer. Quisiera que Mariana me apoyara en esta decisión, pero sé que no lo hará.

—En eso te equivocas, Max. Ligia me dijo ayer que Mariana le había comentado que, si Osvaldo resultaba culpable, te ayudaría.

—¿Cómo sabes eso? ¿Y por qué Ligia te cuenta cosas de Mariana, Rodrigo?

—No te lo había contado, pero Ligia y yo somos novios. Y pronto quiero pedirle matrimonio.

—¡Felicidades! Ni enterado estaba de esa situación. Me alegro por ti.

—Gracias. Antes de que me vaya, ¿me permites darte un consejo?

—Adelante, te escucho.

—Si amas a Mariana, lucha por ella. Y si, al finalizar tu venganza, ella decide irse, déjala. Será lo mejor para ambos; así, ninguno se daña ni sufre.

—Gracias por tu consejo, pero no estoy dispuesto a dejarla ir...

Me quedé pensando el resto de la tarde en si Mariana alguna vez ha considerado irse de mi lado y en cómo sería mi vida sin ella. Por más que trate de concentrarme en el trabajo, no lo logro.

Cuando llegué a casa, Mariana todavía no había llegado. Llamé a su amiga, quien me informó que Mariana había salido rumbo a mi oficina hace más de una hora, ya que me tenía que decir algo muy importante.

Me estoy empezando a preocupar. Ya van a ser las once de la noche y Mariana no llega. Tengo un equipo experto en informática rastreando su móvil. Pienso que quizás se fue. Trato de concentrarme en esa idea y no en la posibilidad de que le haya sucedido algo. Escucho a uno de mis hombres llamarme.

—Señor, la encontramos. Está en una bodega a las afueras de la ciudad.

—¿Qué esperamos? ¡Vamos por ella!

En estos momentos, solo puedo pensar en que esté bien, sana y salva, para decirle cuánto la amo y no soltarla nunca jamás...

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Mariana

Pienso y pienso qué pasará con mi matrimonio. La verdad, no creo que Max y yo podamos seguir juntos; su deseo de venganza es demasiado fuerte y sé que, en cualquier momento, me llamarán para darme una mala noticia. Desde hace dos semanas, Max y yo no nos dirigimos la palabra. He tenido semanas y días complicados, pero ninguno se compara con estos.

Llevo más de medio día tratando de concentrarme en mi trabajo y no lo he podido lograr. Me comuniqué con Patricia para que me informara sobre el paradero de Osvaldo. Quedó en mandarme información hoy por la tarde. Suena un mensaje de Patricia:

"Hola, señorita Andrade,

Su hermano, el señor Osvaldo, se encuentra en Londres, en uno de los departamentos de seguridad que pertenecían a Braulio Rojas. Lleva allí varias semanas. Según mi fuente de información, el señor Osvaldo lleva trabajando para él tres años. En este mismo mensaje adjunto un video de algo que tiene que ver con sus propios ojos. También encontré algo acerca de Lorena; ella era una agente de la DEA."

En el video, veo lo menos pensado. Es mi hermano, la persona por la que daría la vida sin dudarlo, disparándole a su novia Lorena. Siento que me falta el aire, pero como puedo, llamo a Ligia y le digo que vaya a ver a Max para mostrarle dicho video. Max tenía toda la razón: Osvaldo es un asesino. Sé que al mostrarle este video a Max estaré condenando a mi hermano, pero ya decidí que no le ocultaré nada que tenga que ver con su hermana.

Camino hacia la oficina de Max y noto que alguien me está siguiendo. Acelero el coche y trato de comunicarme con Max, pero justo cuando estaba por marcar su número, otro coche impacta contra el mío. Estoy mareada, al punto de desmayarme. Antes de perder el conocimiento, vislumbro a mi hermano.

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Cuando desperté, me di cuenta de que estaba en la casa de campo de mis padres y vi a mi hermano.

—¿Cómo te sientes, hermanita?

—¿Por qué lo hiciste, Osvaldo?

—¿Qué se supone que hice, Mariana?

—¡Tú la mataste! ¡Tú lo hiciste!

—No vuelvas a decir eso, Mariana —siento un mal presentimiento—. Lo hice por ella. Descubrió quién era yo y no podía permitir que arruinara mis planes.

—¿Y quién eres ahora? ¿Un asesino, un mentiroso y un maniaco? —le grito, y al mismo tiempo, siento que mi mejilla arde. Me ha dado una cachetada.

—Cállate, Mariana. No quiero hacerte daño, no a ti. La maté porque era una agente y una adicta. —Intenta acercarse, pero se lo impido—. Y ahora que sabes la verdad, no puedes vivir, hermanita. Perdóname.

—No lo hagas, Osvaldo, por favor.

—Tengo que hacerlo. Si tú vives, significa mi destrucción, hermanita.

Veo a mi hermano, la persona que pensé que jamás me haría daño, apuntándome con un arma. Siento un disparo, luego otro, y antes de caer, escucho a mi hermano decir:

—Perdóname, hermanita. Nos vemos en otra vida.

Veo pasar frente a mí todos los hermosos recuerdos junto a mi familia, junto a Max. Desearía poder decirle cuánto lo amo, pero sé que eso no es posible ahora. Pienso en mis padres y, antes de cerrar los ojos, en la traición de mi hermano...

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Gracias por leer 



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