Mariana
Faltaban unos veinte minutos para llegar al restaurante donde nos encontraríamos con mis padres para contarles que Katia tenía una hija, y que además, era su nieta. Sabía que se molestarían porque Katia lo había ocultado, pero no la juzgaba, después de todo, yo había hecho prácticamente lo mismo, aunque en circunstancias distintas.
Al cabo de unos minutos, llegamos al restaurante. Mis padres ya estaban allí esperándonos.
—Hola, papás —les saludé con una sonrisa.
—Hola, hija —respondió mi madre.
—Hola, Katia —dijo mi padre, más serio.
—Hola, señor —respondió Katia algo nerviosa.
Les había pedido que nos reuniéramos aquí porque era momento de contarles algo importante, y quería que fuera Katia quien se los dijera.
—Primero que nada, les pido que no me juzguen por mi decisión —comenzó Katia—. Tengo una hija llamada Samantha. Ella tiene seis años y es su nieta... es hija de Osvaldo.
—¿Así que la tuviste? —preguntó mi madre, sorprendida.
—Usted lo sabía —respondió Katia—. Sí, la tuve. Por eso me alejé de ustedes, para proteger a mi hija. Ella sabe quiénes son y le he contado que su padre la amaba con todo su corazón.
—Hiciste bien al hacerlo —dijo mi madre después de una pausa—. Cuando Osvaldo me lo contó, pensé que seguirías su consejo, pero me alegra saber que no fue así.
—Nunca me pasó por la mente hacer algo así —replicó Katia—. Jamás. Mi hija es todo lo que tengo.
—¿Podemos conocer a nuestra nieta? —preguntó mi padre, un poco más relajado.
—Claro, cuando ustedes lo deseen —contestó Katia.
—Bueno, familia, yo me despido. Tengo cosas que hacer. Katia, mi chofer te llevará de vuelta a casa —dije, cerrando la conversación.
—Está bien —asintió Katia.
Pensé en Osvaldo por un momento. Al final, no fue tan idiota; al menos, algo bueno hizo. La hija de Katia se parece mucho a él. Fue un completo imbécil al querer que ella no tuviera esa bebé.
Casi era de noche cuando revisé mi teléfono. Tenía varios mensajes, y uno de ellos era de Max:
*"Mariana, pasaré a ver a nuestra hija y me la llevaré a mi casa."*
Dudé por un momento si debía ir, pero al final decidí que sí lo haría.
Cuando llegué a la casa de Max, me di cuenta de cuánto había extrañado cada lugar donde habíamos pasado tiempo juntos. Me sentía feliz ahora, incluso más que antes, pero no podía negar que me hacía falta regresar a ese lugar donde viví tantos momentos hermosos, y también el último que pisé antes de marcharme.
Las puertas de la casa fueron abiertas por una señora mayor.
—Buenas noches —saludé.
—Buenas noches, señorita. El señor está en el jardín, pase por favor —respondió con amabilidad.
A medida que me acercaba al jardín, pude escuchar las risas de mi hija. Max le hacía cosquillas, y ninguno de los dos se percató de mi presencia. Decidí no interrumpir y disfrutar un momento más de aquella escena. De repente, Isabella salió corriendo al verme.
—¡Mami! ¡Llegaste!
—Hola, princesa, ¿cómo estás?
—Bien, papi y yo nos hemos divertido mucho —respondió con una sonrisa radiante.
ESTÁS LEYENDO
Secretos, Amor y Venganza 💫
Short StoryMariana es una exelente y reconocida arquitecta, ama su trabajo pero hay un secreto que guarda... Maximiliano un excelente empresario y lo que mas desea es venganza encontrar al causante de la muerte de su hermana y esta dispuesto a todo por ello p...