Zumbidos y colores sin forma fueron mi mundo entero por varios segundos hasta que el dolor eclipsó mi pasividad. Jamás había experimentado algo parecido y aquella sensación tan punzante se enterró en mi ser con toda la intención de quedarse. Golpe tras golpe mi realidad fue adquiriendo nitidez, los colores se volvieron formas y los zumbidos se transformaron en gritos. Mis gritos.
No, no, no. ¡Por los cielos! Me levanté de la tierra llena de hojas secas en un salto descontrolado y torpe. Demasiado torpe.
—¡So...soy humana! —toqueteé mi desnudo cuerpo con manos que no podía creer que tuviera. Que moviera ⎯Esto es imposible. Yo... esto no puede ser posible —palpé mi boca —Tengo voz.
No sabía si reír o llorar. Yo no sabía... nada. De todas las mentiras que me he obligado a creer para sobrevivir, jamás me permití idealizarme como humana. Hubiera sido cruel en vez de fantasioso. El tener piel significaba que podría besar, ser tocada, ser amada. Contemplé mis pies de un color caramelo hundidos en la tierra húmeda. Moví mis dedos mordiendome el labio. Cielos, el movimiento era más complejo de lo que esperaba.
"Soy todo lo que Karma no es"
Existen cosas posibles y otras que no deben de suceder. Las estrellas no debían dejar el cielo, peor estar en la Tierra. A pesar de cuánto odiaba a Karma, estaba haciendo su trabajo recluyéndome. Su propósito era mantener el Gran Orden. Además, para que un Hijo de Totalidades, tuviera un cuerpo humano o cualquier tipo de materialización, debía primero negociarlo con un Transformista y entre todo lo que caí no recordaba haber estado en aquel dichoso salón donde las almas superiores iban y conseguían sus pasajes de bajada para cumplir misiones. Las Hijas de Caos no teníamos propósitos además de lucir bonitas en medio de la oscuridad.
Traté de pensar en las Totalidad y sus Hijos. Traté de salir de mi egocentrismo para convertirme en la detective que buscaba las razones del porqué su felicidad no debía de mantenerse y así no dañar el mundo antes de que fuese muy tarde. En serio, traté, solo que me fue imposible ser una mártir, cuando no dejaba de sonreír.
Mi sentido de tacto era casi sordo, pero estaba ahí. Ligero y fugaz como el viento al besar. Pum... Pum... Pum. Tenía un corazón que latía. ¡Un corazón! Mis labios ya se sentían entumecidos de tanto sostener mi sonrisa.
Observé el bosque de árboles delgados, hojas muertas y un silencio imperturbable, casi fantasmal, hasta que llegué yo. La pintura rosada del cielo advirtía la pronta llegada de la luna.
¿Quién fue ese Ser? ¿Un Hijo de Creación? Tendría sentido, porque sus hijos, los Transformistas, eran los únicos que podían materializar.
"Soy todo lo que Karma no es"
Entonces era: Desorden, cambio, mutación...Destrucción. ¡Destrucción, un Hijo de Naturaleza me convirtió en humana!
Arrastré mis piernas hacia el árbol más cercano y lo abracé tan fuerte como pude. Si él me dio humanidad, mi propósito aquí debía ser nefasto. ¿Por qué algo que se sentía tan bien tenía que ser un error? ¿Por qué yo tenía que ser un error?
"Molder el mundo es mi trabajo, querida, y la libertas no es para ti" La carcel de Karma me perseguía aun sin su presencia. Había clavado sus espinas tan hondo que se volvieron parte de mi.
Lloré por demasiado tiempo, al parecer. Mis ojos estaban hinchados y ardían mientras buscaba aquella presencia que me comenzó a acechar con el sigilo de una pantera. Toqué mis lágrimas y las analicé con la yema de mis dedos. Reales. Era real. Densa. Mojadas. Mias.
Crunch.
La fractura de una rama se escuchó peligrosamente cerca. Rogué porque fuera un animal curioso y desnutrido, dada a las condiciones de este bosque, de lo contrario, estaría fuera de este cuerpo dentro de unos pocos segundos. ¿Moriría como lo hacía un humano ahora que tenía el cuerpo de uno? Según mi carcelera, el velo era un lugar encantador, lo que me hacía pensar que era totalmente lo opuesto. Desamparada, vulnerable, débil y desnuda. Todo lo que no debería ser si mi intención era sobrevivir al despiadado mundo mortal. Y claro que quería, pero querer y poder eran dos cosas muy diferentes.
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Una corona de estrella y oscuridad
Fantasy¿Qué pasaría si las estrellas también se enamoraran? Antes de caer a la Tierra, Verena era una solitaria estrella obsesionada con un hombre de hermosos ojos grises. Sentía que, entre todas las estrellas en el firmamento, él solo la miraba a ella des...