El tilín de los hielos y el crepitar de la chimenea me serenaron. Apoyé la cabeza en la pared y respira paz. Fue escasa. Esa importuna migraña volvió a impactarme más fuerte que las anteriores.
Sin expresión alguna bebí otro gran sobro de whisky. Aun podía sentir a mis hermanos espiándome entre sus sombras rojas y negras que reverberaban en las paredes. Salieron de mi Casa, pero todavía merodeaban por los bosques. Un turco que siempre les duraba minutos antes de ceder e irse por completo.
Liberé tensión de mi cuello. No me complacía en lo más mínimo el sentimiento, pero tenía que reconocer que estaba agotado de contenerme. No podía expulsarnos de mi Casa y negarles la entrada sin levantar sospechas con las de arriba. Las Moiras. Las Grandes Voces de las Totalidades que me dejaron ciego al lanzarme a esta misión sin indicación alguna. Y aquellos que hurgaron cada esquina de mi Casa en busca de traición, eran sus fieles más devotos.
Cada estirpe tenía sus sabuesos lame botas. Así que, cuando irrumpieron en mi hogar, no tuve otra opción que cenar el venado que cazaron y trajeron desangrando a mi estudio. Ninguno sospechó de la desgracia que tenía amarrada al corazón ni mucho menos de la falacia que era, de lo contrario no estuviera aquí sentado.
Su ausencia me sacó una exhalación. Se habían ido y la impotencia contenida pudo salir libremente de mis poros. Me sobe el pecho.
Las Morías me enviaron ciego y fui incapaz de preveer el camino que tomaría esta misión ni mucho menos que este supuesto corazón prestado empezaría a latir atado al de una mortal.
Tomé otro trago de whisky y esta vez me supo amargo.
Al verla tan nítida y perfecta dentro de los lienzos del hombre roto, estaba seguro de que ese hermoso cuerpo solo sería el traje que la encapsularía a este mundo. Así funcionaba nuestra especie y ella suponía ser una Hija de Caos, y sin embargo, aún podía escuchar los ecos de su oculta humanidad revebandome en la conciencia, como si hubiera estado esperando el momento exacto para decirle a alguien que seguía ahí adentro, que ese cuerpo le pertenecia y no a una estrella.
Contra todo lo posible, ella era mortal. Mujer. Humana. Y estuvo encerrada dentro de una estrella por demasiado tiempo que lo había olvidado. Demasiado tiempo para no ser sobrenatural.
El poder de mi hilo no se enredó con la estrella que esperaba controlar y liberar ipso facto la orden se cumplira, se ató al verdadero corazón de una mística mortal, cuya mirada se colocó en cada átomo de mi ser de una forma que jamás imaginé posible. Tuve el instinto de romperle el cuello para deshacerlo que lo hizo. Pero, lo cierto era que nunca fui amante de las leyes y su belleza cautivó otro instinto mucho más primitivo que la supervivencia. El cuerpo era solo el vinculo para sastifacer al alma, no al contrario. Decir que la pasión le pertenecía solo a lo carnal, era un absurdo.
El ojo por ojo de la estrella, me unió a la morena por la eternidad.
El corazón realmente no palpitaba para vivir, sino para ser parte de algo, de alguien y el mio empezó a bombear solo por su causa, cuando el suyo ya latía antes de mi. Un diferencia, que si durmiera pudiera quitarme el sueño. No me complacía saber que era más de ella, que ella mía y apostaba que esa inequidad era dueña de gran parte de mis migrañas. No podía aceptarlo.
Bebí y me atreví a cerrar los ojos. En un rincón oculto de mi habitación una pluma se movía a la velocidad de mis pensamiemtos sobre un pergamino, que pronto se amonontonarían y ocultaría con los demás.
El conocimiento superior existía solo cuando no pertenecía a nadie ni nada, por eso solo eramos almas errantes con la capacidad de vestir todas las pieles, sin realmente poseer alguna. Sentíamos solo para cumplir misiones y los restos que nos quedaban lo disfrutabamos sin ataduras ni personalidad que nos diferencie. Eramos nuestro proposito a cumplir y si descubrían que sangre me fluían dentro, acabarían sin miramientos con el contratiempo.
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Una corona de estrella y oscuridad
Fantasi¿Qué pasaría si las estrellas también se enamoraran? Antes de caer a la Tierra, Verena era una solitaria estrella obsesionada con un hombre de hermosos ojos grises. Sentía que, entre todas las estrellas en el firmamento, él solo la miraba a ella des...