Me quedé tendida en el caluroso suelo de madera tal como un pez fuera del mar, solo que en vez tener branquias luchando por oxígeno, era mi cerebro quien bombeaba para mantener la cordura circulando. La mortal seguía hablando, no, gruñendo. Volví a ignorarla. Algo sucedía afuera y honestamente me importaba un carajo.
Nosotros éramos sus malditas marionetas y estaba harta.
Miré hacia dentro, a Caos, y para haber sido ultrajada por su amado, parecía estar trabajando con una inmensa sonrisa de dientes largos y filosos, regenerando lo que el Rey nos robó.
Las pisadas estruendosas de Veeh me hicieron cerrar los ojos de un solo golpe. Todavía no quería hacer nada.
—¿Tu brazo? —le pregunté sin moverme, sin mirarla. Se había curado sola.
—Por lo menos ya no soy la única rara de la familia. Levántate.
—Quiero serenarme —repliqué en mi oscuridad archivando la anomalía de su autosanación. Ella no era natural y lo acabó de afirmar.
—Aún tengo una botella de vodka de reserva, atragántate con ella mientras me ayudas a solucionar lo que hay afuera.
Salí de mi refugio para ver que el impaciente rostro de Veeh eclipsaba por completo mi campo visual. Volví a apretar mis parpados como respuesta. Ella refunfuñó y le dio una ligera patada a mi costillas para que me moviera. La fulminé con mis raíces ardiendo en mi frente y mejillas, pero su expresión comunicó cero temor, cero empatía, cero paciencia y miles de ganas de hacerme irritar más de lo que estaba. Ag. No tenía ánimos para lidiar con su furia y la mía. Así que, bien lechucita. Bien. Me senté en un solo movimiento rígido.
—¿Qué es lo que sucede ahora? —le extendí mi mano y ella sin pensarlo me ayudó. Había bajado la guardia conmigo. Evité sonreír ante la idea de no estar sola en todo esto.
La seguí sintiendo la intensidad de la humedad en cada paso que daba.
—Lo que sucede es esto —gruñó al abrir su puerta pistache en un solo zampón que dejó ingresar humo amarillo —Una condenada neblina extraña que no deja ver una mierda.
Contemplé la calle y su descripción no pudo ser más precisa, lo único que le agregaría era que el ambiente vibraba mutación, al igual que gruesas cuerdas de una red siendo tensada y retejida una y otra vez.
—Di algo.
¿Cómo decirle con tacto que demás de todo lo que le había ocurrido a su familia, su ciudad también cambiaba y no estaba segura si para bien o para mal?
—Bueno...
Un agresivo ventarrón hundió mis palabras bajo su ruidoso silbido de tormenta y ambas nos quedamos inmóviles. El aire se llevaba la amarilla neblina consigo como si estuviera arrastrando el telón de una obra épica. No dudaba que así fuera. Noté a Veeh sujetarse del umbral de la puerta. El viento era realmente intenso y nos quedamos ancladas al suelo hasta que maldijimos al unísono.
Yo ya lo veía venir, pero verlo fue más que impactante. Las edificaciones aparecían cual mundo de fantasías al humo despejarse. Había torres de cristal envueltas de flores doradas y turquesas, frías construcciones de blanco hierro tan altas que daban la ilusión de estar hincando el cielo con sus filosas puntas. Y árboles enormes como frondosos. Más allá y bordeando la ciudad, existía un cúmulo de gigantes montañas negras que eran tan altas que ni las construcciones aun con su longitud llegaban a nivelarlas.
El panorama era muy bello, no podía mentir.
Afiné mi visión y me fijé en aquellos puntos de luz blanca que se movían como colibríes. Parecían pequeños cometas explorando las calles desde muy arriba. Aumenté mi visión para poder estudiar aquellos objetos con nitidez. No eran cosas, sino seres blancos. ¿Qué eres tú? Me concentré en una criatura que se agarró de una de las largas puntas de hierro blanco y empezó a buscar. Parecía pirata en mástil de su barco y gracias a mi magnífica suerte, la pequeña mujer blanca y de orejas puntiagudas me encontró. Su piel era escamosa, como una extraña sirena sin cola, pero con hermosas astas y alas emplumadas de reemplazo. Brillaba aún con el día de fondo.
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Una corona de estrella y oscuridad
Fantasy¿Qué pasaría si las estrellas también se enamoraran? Antes de caer a la Tierra, Verena era una solitaria estrella obsesionada con un hombre de hermosos ojos grises. Sentía que, entre todas las estrellas en el firmamento, él solo la miraba a ella des...