3. El arte de quebrar una consciencia.

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      Estaba siendo demasiado perfecta esta transición. Caí del cielo sin más que una que otra molestia inofensiva, en su momento pensé que eso sería todo, pero no, aquella anestesia tenía minutos para su caducidad. Y en este preciso momento venció. Me dolía hasta parpadear. Mi piel picaba, mis huesos me quemaban, mi sangre navegaba en electricidad y mis músculos se sentían arrollados por una masa de elefantes embarazados. En pocas palabras, no podía respirar sin hacer muecas de dolor.

Un golpe de agotamiento me impactó más fuerte que el anterior. Quise seguir, pero mi cuerpo no respondió a mi terquedad y se dejó descansar sobre el tronco de un árbol. Faltaban minutos para que la luna le robara el protagonismo al sol, pero gracias a mi novelería de tener un cuerpo humano del cual quejarme y disfrutar al mismo tiempo, logré avanzar lo suficiente para visualizar desde aquí la casa que mencionó Oso. No pareciera que gente mala viviera ahí. Tenía más vida que el mismo bosque. Sus paredes estaban envueltas en capas y capas y capas de plantas llenas de espinas.... Demasiadas espinas. Muchas. Ag, Oso tenía razón. Algo no se sentía bien.

Un...¿niña? No. Mujer muy bajita. Vestía con pieles de animal y salió de un solo zampón de esa casa grotesca. Llevaba una escopeta colgada como mochila en su menuda espalda. Me oculté detrás del tronco con mis latidos huyendo de este lugar.

⎯¡Idiotas, era mi turno de cazarlo! ⎯aulló al aire y me paralicé. 

¡Oso!

Un disparo seguido de gritos y gruñidos me liberaron del cansancio que me mantenía sentada. Corría tan rápido como era capaz mientras los sollozos de dolor estremecían la triste calma del bosque. No logré ser suficiente, aunque por momentos veía a los árboles como simples manchas café.

Había sangre por todas partes y era difícil saber en donde terminaba la de Oso y empezaba la del calvo hombre de barba ensangrentada y cuerpo destruido que tenía agonizando entre sus garras. Le desgarró su piel con odio y había tanto dolor, miedo y furia revoloteando alrededor de ellos en colores morados y rojos, que me tardé en notar a los gemelos con gorra roja, piel blanca y enrojecida mirada. Lo apuntaban con sus armas de caza más largas.

Estaban tan extasiados en su euforia fosforescente, que ni siquiera notaron mi presencia mediocremente escondida detrás de un árbol. Tenía que pensar, un movimiento en falso y le disparaban.

⎯¿Estoy tan loco o lo escuché hablar hace rato? ⎯dijo el tipo de la derecha.

      ⎯Yo también lo escuché ⎯replicó su hermano con una horrible sonrisa amarilla. Sucia.

      ⎯Hmm... me hará más feliz matar a un fenómeno y usarlo como manta ⎯clic.

      ⎯ ¡No! ⎯aullé y los dos jóvenes llenos de rabia y perversión, se quedaron paralizados. No alcanzaron a confrontarme. Sus cuerpos ya se volvieron de roca.

Había estado eternidades contenida y lejos de un  poder que tenía vida propia. Aquí lo supe. Ella, mi caos, sonreía entre mi alma y huesos. Sus psicodélicas auras se arremolinaban como si gritaran. Y lo hacían. Su terror teñido de morado y gris giraba en espiral, como el humo de un incendio. Solo que, a diferencia de las llamas sin consciencia, yo podía escucharlos.

Tenía sus mentes en las puntas de mis dedos y ni siquiera tuve que dejar que la energía fluyera. Era mi fría rabia la que dominaba. Estiré su repulsiva aura hacia mí como dos sogas de humo y me las amarré a mis heladas manos. Ellos cayeron de rodillas al suelo y mis dedos se empezaron a pintar de negro mientras raíces doradas sobresalía de la oscuridad, fluían como venas llenas de poder.

Así....así lucía mi Caos. Brillante, poderosa, hermosa. ¿Por qué algo tan fuerte y bello, era un error?

Sus ojos iban perdiendo color y mi cuerpo se pintaba más de negro, dorado y adictiva vitalidad. No podía detenerme, no cuando en sus mentes había tanta crueldad. No cuando me sentía tan libre. No les importaba que su padre hubiera muerto, ellos solo querían matar. Lo necesitaban. Su energía se alimentaba de ello.... Y.... No sabía si la mía también. Fui hundiéndome más y la vulnerabilidad de sus mentes de repente se volvió como un vidrio fino en mi palma. Solo tenía que cerrar los dedos y quebrar.

Un fuerte estruendo me sacó de mi ensimismamiento de un solo golpe. Parpadeé varias veces antes de asimilar el sonido. Oso, él estaba rugiendo. Lo miré y me mostró sus colmillos, pero sus ojos brillaban en algo diferente a la violencia.

¿Quería que los perdonara? ¿Por qué?

Volvió a rugirme con saliva que parecía ser viscosa y muy venenosa. Bien. En contra de mi voluntad, desaté sus débiles auras de mis oscuras manos y ellas volvieron a sus dueños al igual que colas cansadas y arrolladas. Parecían más delgados a cuando los vi amenazando a Oso. Siquiera perdieron tres kilos en un abrir y cerrar de ojos.

Me dejé caer al suelo. Esperaba sentirme agotada, quería sentirme confundida o aterrada, pero no lo hice. Por primera vez sentí la libertad de mi poder deslizándose amigablemente por mis venas, como si hubiera estado batallando por tanto tiempo para llegar a mí y abrazarme, y luego de haber vivido doblegada a Karma desde mi creación, no dudaba que fuera así. Nunca tuve tiempo de saber todo lo que era antes de verme atrapada entre calor y luz. Jamás había podido conocer lo que era capaz de hacer realmente. Nadie lo hacía.

Sabía que tenía que regresar, pero una vez más me obligué a mentirme. Yo podía controlarlo.

Mi piel se tardó en volver a la "normalidad" (si es que ser humana entraba en la calificación de normal).

⎯¿Por qué me detuviste? ⎯nivelé mis ojos a los suyos. No me devolvió el gesto. Contemplaba al hombre desangrado que tenía bajo su pata igual de lastimada.

La muerte de esos sujetos iba a ser un alivio para Oso, una venganza cobrada, luego de que ellos lo dejaran sin nadie, sin nada.

¿Por qué no quererlos muertos? ¿Por qué miraba a ese hombre con arrepentimiento?

    ⎯Iba a ser justo quebrarlos tal como ellos desgarraron la vida de este bosque. Tu los odias.

     ⎯Yo. No tu  ⎯empezó a caminar hasta los gemelos tirados entre hojas secas y auras sin color ⎯He matado a los suyos, como ellos a los míos. Es un odio que no te pertenece ⎯reprimió un gruñido. La herida de su pata no dejaba de sangrar y, aun así, continuaba caminando. Tomó el cuello de la camisa de uno de ellos entre sus dientes y lo empezó a arrastrar.

      ⎯ ¿Qué harás con ellos?

      ⎯Estoy ganando tiempo hasta que te vayas ⎯ se limitó a revelar y empezó arrastrar al otro joven.

⎯No.

⎯Se mejor que esto cuando encuentras tu lugar.

⎯Me quedaré contigo ⎯insistí y su desentendimiento terminó por derritir mi corazón. Ya me había encariñado a nuestra dinámica ⎯Quiero estar aquí.

⎯ Hagas lo que hagas.... No te enamores.

¿Qué?

      ⎯ ¿Por qué me dices eso? ⎯me ericé como gato.

     ⎯Alguien con tu poder no debería de sentir tanto.

⎯Si puedo ⎯reproché demasiado afectada. Era algo que Karma me diría ⎯No puedes saber eso.

⎯Eso fue lo que olí, mujer estrella. Obsesión, desmesurado poder y calor. Mucho calor. Frío... también frío y algo rojo. Nada termina bien.

⎯Puedo ser algo mejor que yo misma. Lo seré. Yo no...yo no quiero destruir.

⎯También olí eso. Pero la pureza siempre está hecha de cristal... Solo haz lo que te digo, estoy cansado de hablar ⎯tambaleó y cayó el suelo.

Cualquier resentimiento se volvio inexistente.

⎯Déjame ayudarte ⎯me acerqué y gruñó para que me fuera de una vez  ⎯No seas terco, maldita sea, morirás si no te ayudo. Creo que puedo.. ⎯puse mis manos sobre su herida y volvió a gritar. Caí hacia atrás y lo fulminé  ⎯¿¡Te quieres morir!?

Oso solo me miró y esta vez una lágrima mía fue lo que cayó.

⎯No...

⎯Verena, ese podría ser tu nombre ⎯me calló antes de poder pronunciar otra protesta.

Rebusqué en esos agotados ojos alguna señal de miedo. Esperanza, tal vez. Algo, maldita sea, algo que lo ayude a sobrevivir, pero me golpeé cada vez con su dura aceptación.

Era su vida, su decisión.

⎯¿Oliste ese nombre también? ⎯limpié las lágrimas que se multiplicaron.

Farfulló una sonrisa.

⎯Digamos que algo así. Ahora lárgate de aquí.

Una corona de estrella y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora