14. Los mejores tratos son con el enemigo

13 2 0
                                    

Un brazo me mantenía sujeta casi prisionera por su fuerte agarre. Miré atrás y lo vi dormido tan cerca que tenía mi cabello debajo de su cachete. Su cuerpo encunaba el mío a la perfección y no quería moverme, estábamos tan unidos y por primera vez tan tranquilos.

¿Cómo podía tener una relación no obsesiva con el vampiro de mi alma, cuando mi ella misma también lo reclamaba?

Dess habló más sobre el papel de Toveas y su obsesión, pero ¿el mío? ¿El de caos? ¿Qué era yo realmente? Había mucho de Profecía que aún no sabía.

Karma, perra astuta, ella hizo ese jueguito de la mesa para que la más ignorante dirija las preguntas. Aunque también tendría que considerar si todo eso no fue actuado y planeado por ellos. Porque claro que podía mentirme, especialmente si Karma fue la que puso las reglas e irónicamente los que trabajaban para el orden eran los que más se ensuciaban las manos.

¿Mis hermanas estuviera actuando igual o yo era la más defectuosa? 

Pasé mis dedos por la pálida piel de Toveas y sonreí sintiendo su respiración sincronizada a la mía. Su cuerpo conectado al mío. Cerrando los ojos podía percibir como nuestras almas, aunque rotas y muy trastornadas, se complementaban como si tuviera un pedazo de mí en él y viceversa... Pero... pero en vez de ser uno, decidió llevarme cual títere a su escena de Rey oscuro y casi transformarse en una criatura con garras sin darme advertencia alguna.

Él había podido contenerse con Caos cuando había querido. Cuando le había servido.

Quité su brazo de mi cintura y me senté con el aliento helado y con la cabeza dándome vueltas. Comprendía su posición, pero reconocía que llegaría un momento en que me hartaré de rebuscar en él y conocerlo a escondidas. Tuve que volverme una sombra suya para realmente escucharlo sin barreras. Ser su adorno.

Caos se revolvió en mi estómago.

—¡Deja de defenderlo!  —le grité a mi vientre —¡Pudo habérmelo advertido, pero decidió llevarnos como su perro faldero y tuve que permitirlo! ¡Tuve que aceptarlo como todo lo demás! Suficiente decoración fui en el cielo. Estoy hastiada.

Mi alma tuvo la sabiduría de quedarse inmóvil.

Observé la habitación y fruncí el ceño al ver todo normal, inclusive rechinaba de nuevo y limpio. El techo estaba intacto, las paredes, la cama. Todo.

"¿Tú reparaste la habitación?"

Caos negó en mi interior en un gesto distante y resentido.

"¿Quién entonces? "

Con desdén ella condujo mi mente hacia las huellas de la madrugada. Alguien me alzó, algo...energía turquesa. Si cerraba los ojos podía sentir su sensación crepitando en mi piel. Toveas lo hizo.

Mi alma asintió de mala gana.

"¿Qué? ¿Tú estás enojada conmigo? ¡Aja! Yo soy la que debería congelarte otra vez"

Ella me hincó un pulmón y refunfuñó.

Sin humor para pelear la ignoré y me giré a Toveas. Seguía inconsciente más que dormido. Si buscaba paz al ver su hermoso rostro, pues menuda equivocación.

—¿Qué me escondes..? —respingué mi espalda al sentirla llegar.

—Termina de levantar tu trasero de esa cama, quiero hablar contigo antes de decidir si desgarrarte la garganta o no.

Giré mi cuello. Estaba debajo del umbral. Daga negra empuñada. Genial. Aquí vamos con esta maldita Profecía pateándome los ovarios de nuevo.

Cerré mis ojos y grité mentalmente por tres segundos. Respiré. Calma y sensatez. Calma y sensatez. Si las emociones eran la bomba nuclear en esta guerra, debía dejarla caer en un punto estratégico y a Veeh la quería de mi lado. Después de todo y su comportamiento de asesina a sueldo, me había ayudado, pero claro, lo más importante era que sabía cosas.

Una corona de estrella y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora