11. El silencio fue el más cruel engaño

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Un tirón delicado. El lejano susurro de un minúsculo robo intentó distraerme mientras veía a Toveas contemplándome desde su balcón. Sus ojos grises sonriéndole al cielo. No, no. ¿Había regresado al cielo?

Me desperté cuando no lo sentí junto a mí. Caos ya quería agarrarlo e inmovilizarlo nuevamente en la cama. Le negué tal arrebato. Seguía aquí. Era verdad.

-¿Cuánto tiempo dormí? -me restregué el sueño de las pestañas.

Me sonrió abotonándose una camisa negra con extraña tranquilidad. Sus ojos centellaban en ese agujero negro color turquesa. Había momentos en los que cambiaban de color y debía descubrir el patrón.

Volví a rasparme los párpados para despertar. Cielos, seguía tan agotada.

-Diez minutos, pero al segundo ya roncabas. Me sorprendió que una nariz tan chiquita pudiera sonar tanto -se sentó en el borde de la cama y por más que su movimiento fue tan suelto y despreocupado, la madera crujió delatando su edad.

Me palpé el estómago. Lo sentía raro, como si una serpiente se estuviera retorciendo ahí. Pensé que era hambre, pero luego adrenalina empezó a correr. Cuando llegué aquí el agotamiento y las ansiedad de saber más sobre Toveas, nubló todo lo demás. O no. O no. ¿Cómo pude haberlo olvidado? Habíamos creado mutaciones. Esto no era solo de amor, sino de una completa locura evolutiva.

-Está bajo control -me leyó con odiosa claridad.

Me levanté de un salto.

-¿Cómo que todo está bajo control? -lo enfrenté allí sentado. Supe que vestía una máscara de serenidad al verla trastabillar -Explícame -lo apunté.

Caos gruñó, me advirtió que no le hiciera daño alguno. Yo le bramé devuelta.

-Karma maneja el tiempo a su antojo en su Casa, al parecer -vigiló el temblor de mi dedo con esos grandes ojos turquesas, el efecto que ese nombre tenía sobre mi -No ha pasado más de media hora y aún los espectros de Dess los mantiene retenidos, de lo contrario los gritos ya te hubieran despertado.

-Tus pinturas -sonreí con sorna -Por eso estás tan tranquilo. Sabes lo que pasará.

-Y lo peor no sucedió. Todo está bajo control.

Sostuve esa mirada brillante reteniéndome de ir hasta él y sacudirlo. Mi respiración corría como si lo estuviera haciendo. Hice mis labios una fina línea y decidí trotar hasta el balcón.

-Verena.

Culpa y confusión, aquello era lo que retorcía el estómago.

-Verena.

No había disturbio alguno. No criaturas caóticas alimentándose ni destruyendo. El cielo seguía en su lugar, la tierra dormía, las personas ignoraban. Sonreían. Tomaban fotos.

-Verena.

-¿Qué? ¿Qué? - me volteé a él con la gigante luna cristalina arriba de nosotros. Mis dedos picaba como si hubiera tocado algo helado. No. Mi piel era lo congelado, escarchado -¿Qué me sucede?

-No estoy seguro -me examinó -Tal vez sea parte de ser una estrella.

-Las estrellas no se enfrían, no así. ¿Tus pinturas no retrataron esto?

El enojo que brotó de su preocupación hizo que su iris parpadeara entre ese brillante turquesa y su melancólico gris.

-Verena, esos cuadros solo sirvieron para atormentarme -peinó su cabello -Un solo evento podía tener miles de posibilidades. Créeme, por favor. Saber de más es ponerte cadenas -volvió a estudiarme -¿Te sientes mal, te duele algo?

Negué la cabeza.

-Estoy enojada contigo. Conmigo. Con todo -exhalé humo en medio de un clima húmedo y templado -Intentar hacerme a un lado fue una completa estupidez, Toveas.

Apretó su mandíbula y enrolló sus dedos sobre el negro barandal de su balcón.

-Lo sé.

-¿Qué pensabas hacer tú solo?

¿Qué se suponía que yo debía hacer? "Reina de criaturas caóticas" Yo no... Basta...encontraría la forma, podía estar perdida, pero no era una inútil ni indefensa.

-Lo que tuve que haber hecho bien la primera vez. Los depredadores no se inclinan ante la bondad.

Lo analicé, cada palabra, cada gesto.

-¿Ante qué se inclinan?

Ancló mis ojos a los suyos y la determinación no había tenido una oscuridad más hermosa.

-Reyes.

-Rey, querrás decir, porque yo no estaba incluida a tu plan.

Su mirada centelló.

-Quise que despertaras sin un peso más encima. Aún estás muy agotada.

-Desmayada o consciente, soy tan responsable como tú de todo esto. No vuelves a intentar desestimarme.

-Jamás -prometió. Quise creerle, realmente lo intenté, pero ni su admiradora preferida quedó tan convencida.

-Bien.

Una corona de estrella y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora