La necesidad más pura es el hambre

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Las pisadas de Veeh retomaban mientras me alcanzaba. Ella llevaba su daga negra en mano y yo un corazón desbocado por los golpes, rugidos y sacudidas.

La habitación que supuse que era del hermano de Veeh, Hech, estaba destrozada. Las paredes rasgadas por las gruesas garras azules que salían y desaparecían en los dedos de Toveas. Una cama que antes debió vestir una templada sábana gris, tenía todo su relleno destripado como salpicaduras blancas de una terrible masacre.

Ya había dejado de respirar mucho antes de verlo caminar de forma desquiciada, rugiendo y conteniendo lo que sea que quería salir de él. Batallaba con todo el arsenal de su voluntad para desaparecer esas garras que intentaban arrebatarle su humanidad. Las venas dilatadas de sus brazos, cuello, frente, eran una fuerte evidencia de su resistencia. ¿Por qué no me dijo que esto le sucedería? ¿¡De qué manera saberlo iba a condicionar mis decisiones!?

¿Qué hubiera hecho si sabía?

Toveas estaba demasiado concentrado en ganar su guerra por control, que ni se había percatado de nuestra presencia.

La parte superior de su traje no era más que huecos, hilachas de lo que solía ser, dejando gran parte de su pecho y torso expuestos. No quería contemplar su belleza cuando estaba sufriendo de la forma que lo hacía, sin importar que su tersa piel estuviera brillando por su escarchado sudor. Ni la forma en cómo frustrado peinaba su rizado cabello mostrando la fortaleza de sus músculos. Sus ojos....

Cayó de rodillas.

Di un paso adelante, despertándome de mi inapropiado ensueño y Veeh me detuvo con la parte lateral y amigable de su arma negra. Ella negó con su cabeza y mi respiración se agitó en impotencia, pero la apacigüe. Si me dejaba llevar por mis emociones Caos tomaría el mando o mi frio lo haría. Y estaba segura de que mi alma fue la culpable de que Toveas perdiera su lucha interna y literalmente cayera.

Caos se ocultaba de mi consciencia cuando lo deseaba así. Mi control sobre ella no era tan fuerte como creía, así que la negué con mayor vehemencia. ¡Caos, déjalo! Le estás haciendo más daño. ¿Qué no te das cuenta?

Ella se quedó quieta, para luego clavarme un berrinchudo agujón. Agg. Se acabó. Con mi visión nublada en enojo, la congelé desde la fuerza de mi rabia antes de que me picara otra vez.

Esperé alivio y esa esperanza me dio una bofetada. Me asfixiaba. Mi sangre fluía con pesadez. Mis latidos se ralentizaban, mientras mis músculos vibraban y corrían en busca del calor de Caos. Sin ella este nuevo frío era tan impío que mis pestañas adquirieron escarcha.

-Bru...?

-Estoy bien -castañeé una mentira.

Con mi piel tan dura como una roca hice lo posible para correr hasta Toveas justo cuando de sus ojos y boca, salieron rayos de fuerza turquesa con motas doradas, porque contra todo lo natural, esas tres gruesa líneas de luz no emanaban calor, no quemaban el techo, lo destrozaban tal como lo haría las vibraciones de un terremoto.

Mi huesos cimbraban con la casa. Las paredes se cuarteaban.

Mierda. Mierda. Dame un maldito descanso, Universo.

Gruesos trozos de tejado estaban por caer sobre nosotros y de puro instinto y desesperación, creé una capa de grueso hielo expulsando el inagotable invierno en mí. Tuve que mantener el frio fluyendo fuera, tan resistente y duro para resistir las ondas de Toveas.

Le dediqué una rápida mirada a Veeh horrorizada por su silencio y suspiré alivio. Estaba bien. Paralizada, pero en una pieza. Su negra mirada se cruzó con la mía y no necesité de su voz para escucharla. De esto nacía lo peor. Monstruos. Él sería el primero.

"No mereces que un monstruo se enamoré de ti" Aquello no lo dijo metafóricamente, fue una advertencia.

Dejé de verla sin saber que al volver a Toveas perdería toda sensatez. Seguía vomitando esa caóticas ondas. Si mis huesos dolían por su fuerza, no podía imaginar su agonía. Quería derramar ardientes lágrimas de frustración, pero no me lo permití.

Todavía no. Tenía que poder pensar. Tenía que ayudarlo. ¿Cómo? ¿Cómo?

-Si mi estrella está conmigo y me guía, podré escapar de cualquier dolor -recitó Veeh.

-¿Qué? -me volteé a ella.

Ella contemplaba la escena con ojos frenéticos, tan hipnotizada que dio un respigo al escuchar mi angustiada voz. Sacudió su cabeza moviendo su plateado cabello para volver en sí.

-Alguna vez me dijo eso. Una frase tonto es su momento, pero jodidamente real ahora. Así que bruja -me miró con determinación de guerra -Descubre la forma de guíalo fuera de su dolor y hazlo ahora -ordenó y todas mis células obedecieron.

Dejé que mi cuerpo se encargara de mantener el hielo fuerte y desconecté mis ojos del mundo físico, mi consciencia deslizándose por la suya.

Tan pronto entré, aquella susodicha hambre me sintió. Suaves olas me revolcaron en besos cálidos y a la vez desesperados. Cada cuánto experimentaba disparos de adrenalina por sus inesperadas mordidas.

Aquí la realidad era dulce, salvaje, cálida y volátil. Demasiada adictiva y hogareña que, en menos de unos segundos, estuve lejos de la soledad. Solo que, entre más me hundía en sus besos eternos, cedía mi voluntad. Me dejaba comer. No. No. Dolía. Dolía mucho. Me fundía en él como si fuera menos que trozo de carne en medio de sus hambrientos jugos gástricos.

Sentía la desesperación de Caos aun atrapada en su témpano, pero no estaba segura si era por salir de aquí o dejarnos consumir más rápido.

Me empecé a impulsar de regreso y el hambre pareció sonreí ante mi desafío. Entonces dejó de comerme para convertirse en el paraíso. Pateaba la pegajosa sensación de bienestar. Golpeaba, rasgaba y subía en medio de besos.

Tratando de regresar a mi centro, busqué por Toveas en medio de su tormenta de emociones y las mías. Su hambre me cazaba con caricia en vez de flechas y cuando su calidez se enteraba en mí buscaba a Caos y ella vibrada en su llamado. Me alejé más rápido.

En Toveas había dolor, voluntad, cansancio, furia y desasosiego en colores y vibraciones que se contradecían entre sí, pero terminaban siendo diferentes facetas de la misma emoción.

Hambre.

Tomé esa emoción gris con motas lilas y la ahorqué. Estrujé su incandescencia en mi frio y al principio luchó con poderoso ímpetu, pero pronto se rindió a mí.

Salí de su aura y al volver al mundo físico, su mirada ya estaba en la mía. Su sobrenatural turquesa titilando.

-Fue muy arriesgado lo que hiciste, Verena -susurró y su rostro brillaba en sudor -No debes... -tan pronto sus ojos recuperaron su natural grisáceo se desmayó. Su cabeza se desplomó sobre mi hombro y gracias a la roca helada que era mi cuerpo no caí con él.

Mi fuerza quería descansar, pero le obligué a dar todavía más. Usé el máximo esfuerzo para endurecer la capa de hielo a un bloque tan grueso como un iceberg y así mantener congelado el destruido techo.

Una gotita de agua cayó sobre el rostro de Toveas al envolverlo en mis brazos.

-Todo estará mejor -puse mi mejilla sobre su cabeza -Todo estará mejor.

Una corona de estrella y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora