La puerta fue golpeada con tal desesperación que Veeh hizo caer su silla al levantarse. Sus manos volvieron a temblar y todo mi esfuerzo por calmarla se fue a la basura así de rápido.
—¡Veeh! —todavía en la cólera en su tono, pude reconocer su voz: Hech.
Su hermana empezó a liberar la puerta candado por candado, pero sus manos le fallaban, temblaban en cada golpe.
—Ya tranquilízate. No sé porque esta puerta tiene demasiada pendejada —su voz quería ser firme, pero la vi trastabillar.
Solo dejó una fina línea de vulnerabilidad.
—¡Ábrela toda, Veeh! —amenazó su hermano. Golpeó.
—Primero tranquilízate, maldita sea.
Él metió su nariz y olfateó como la pestilencia del gas. Caos se erizó.
—¿¡Qué carajos te sucede!?
—Creo que me está buscando, pero tú hermano quiere ver sangre y hablar después —mascullé —Buenos días, Hech.
La puerta azotó la pared por la fuerza que fue empujada y Veeh hubiera salido soplada, si Caos no la hubiera agarrado. Aunque lo hizo a regañadientes. Me moví hasta su iracundo hermano y le bloqué la entrada con mi cuerpo pintado de negro y raíces doradas.
Fácilmente pudiera ser gemelos. La rabia en sus rostros era idéntica en esos ojos negros que compartían. Sin embargo, la piel de su hermano parecía tener escamas....no...plumas. Eran tan sutiles que se mezclaba con la textura de su piel. Si su mirada no estuviera inyectada de sangre ni su ropa enmarañada como si se hubiera querido rascar la anormalidad fuera de sí, fuera etéreo.
—Si tienes algo que decirme, primero limpia tus malas energías antes de entrar —Caos lo empujó con más fuerza de la que suponía y selló la puerta. Eso si ayudará.... Espero.
—¿Pero qué mierda haces? —Veeh chilló detrás de mí.
Me quedé viendo la puerta sintiéndolo hervir en sus propias emociones fluorescentes. Estaba completamente fuera de si.
—Enseñándole respeto sin sacarle el corazón —aseguré... Bueno, mentí. La verdad, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.
—¡Veeh, aléjate de ella! SAL DE MI CASA MALDITA CRIATURA —gritó, pateando y pegando la puerta —SAL DE MI CASA.
—No podrás exorcizarme, si eso es lo que quieres. Pero si podemos hablar.
—¿En serio? —Veeh buscó mi mirada, incrédula, y yo solo elevé mis hombros.
Me pareció oportuno decirlo. Los archivos de mi mente no contaban con estrategias para donar criaturas caóticas, a duras penas podía con mi alma, que ya crepitaba dentro ansiosa por pelear.
Veeh se dio la vuelta, apoyando una mano sobre la puerta. Golpeó la madera suavemente, como acariciándola.
—Escúchame, idiota. Deja de ser el Neanderthal que te digo eres y respira. ¡Hazlo!—Su voz era firme, pero había una súplica escondida en sus palabras. Él seguía gruñendo —El miedo está de mi lado, no en mi contra.
Hubo silencio al otro lado. Parpadeé. ¿Eso fue una especie de código?
—¿Estás a salvo? —exhaló trémulo.
—Lo estoy.
Es un código. Un diálogo secreto.
—¿Yo soy el que necesita ayuda?
—Deberías verte al espejo.
La risa suave de Hech resonó a través de la puerta, relajando los hombros de su hermana y los míos.
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Una corona de estrella y oscuridad
Fantastik¿Qué pasaría si las estrellas también se enamoraran? Antes de caer a la Tierra, Verena era una solitaria estrella obsesionada con un hombre de hermosos ojos grises. Sentía que, entre todas las estrellas en el firmamento, él solo la miraba a ella des...