Sin ser muy consciente empecé a cortar más tocino en medio del chisporroteó del aceite y aroma del cerdo cocinándose. Esto debería ser para Hech.
No, Veeh, no pienses.
Quise apartar el sentir e ignorar que era miércoles de tocinos y huevos. Desvíe mis ojos al reloj sobre la refrigeradora. Para este momento ya habría abierto la puerta de un solo zampón e inhalado el olor de su comida como un Neanderthal. Sin embargo, yo estaba aquí, mientras él y todos los demás dormía inconscientes en sus nuevos cuerpos.
Antes de ir a la bodega de Toveas y al regresar fui a buscarlos, me quedé mirándolos a cada uno y tuve que embriagarme para poder siquiera parpadear unos segundos en mi insomnio. El tiempo me fue tan eterno que me pinté el cabello para hacer algo con las manos.
—¡Mierda! —gruñí al cortarme el dedo. Sangre escapó dramática y el despiadado dolor se abrió paso por todo mi cuerpo. Me mordí el labio inferior para no gritar —¡Mierda! —me agarré del fregadero y conté. Uno. Dos. Tres...Diez. La agonía desapareció y con ella la marca de la herida. Mi piel quedó igual de blanca e impoluta.
"Sálvala, pero verá la muerte en cada herida"
"Recupérala y cuando no estes la reclamarán"Quemé a los condenados recuerdos intrusivos en vodka, horripilante vodka barato. Cada recuerdo era dos gigantes sorbos, esa era mi ley de sentencia para ellos.
Si Hech estuviera aquí me harían pelear con él y mezclaría mi ira con la suya hasta acabar rendidos y tan cansados para sentir dolor. Él no sabía que en cada golpe sentía mis huesos romperse en mil pedazos, pero podía manejarlo. Los cortes, esos si eran el infierno. Volví a beber. Su sangre....apreté los ojos y tragué más ardor. Katce era...ella....
Nos preparé café tinto, ignorando, ignorando, callando. Elegí la taza más honda que tenía para mí y vertí un chorro considerable de vodka. Iba a ocultar la botella dentro del horno acostumbrada a las rabietas de mi hermano y su incapacidad para siquiera tocar la cocina, bueno, por eso me tomé el tiempo de preparar este café en primera instancia. Observé el líquido oscuro. A la mierda. Agarré la taza junto con mi botella y me fui a sentar.
La bruja empezó a bajar tan pronto me acomodé en mi silla. Contraje todo mi rostro al escuchar cada pisada suya tan dominante, ¿usaba tacones?
Desde el rabillo de mi ojo la estudié inhalando el aroma sin disimulo. Eran botas las que cargaba. Amargué más mi expresión.
—Gracias por compartirme tu ducha —su agradecimiento iba a ser más extenso, pero la silencié con un gruñido.
—Sírvete. Los platos pequeños están en el estante izquierdo.
La bruja desvió su mirada a la cocina, parpadeó dos veces hacia los sartenes y luego hacia la mesa. En mi individual descansaba mi café y la botella de vodka, nada de cubiertos ni platos vacíos.
Una sonrisa incrédula estiró su boca.
—¿Cocinaste solo para mí?
—Vuelves a mencionarlo y serás la próxima cosa que fría.
Ella asintió fallando en ocultar su creciente sonrisa y en silencio se encaminó hasta la cocina. Estaba de espaldas, por lo que solo escuchaba lo que realizaba y no titubeó ni una sola vez. Encontró todo hasta las cucharas. ¿Qué tenía ojos biónicos también?
—¿Se te acabó el whisky? —la bruja creó tema de conversación comiendo su huevo y tocino con deleite.
Gran apetito, una verdad innegable de las pinturas de Toveas, tal vez la única hasta el momento.
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Una corona de estrella y oscuridad
Fantasy¿Qué pasaría si las estrellas también se enamoraran? Antes de caer a la Tierra, Verena era una solitaria estrella obsesionada con un hombre de hermosos ojos grises. Sentía que, entre todas las estrellas en el firmamento, él solo la miraba a ella des...