Un corazón por otro

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Me sentía dentro de una pintura renacentista: Lujosos muebles y paredes con bordes de oro, una mesa burguesa desperdiciando comida, colores celestiales y gigantes candelabros colgando de un techo que contaba una historia de deidades, furia bélica y amor corrompido.

Karma mordió una uva sentada plácidamente delante de una gigante puerta dorada. Entrecerré mis ojos.

—¿Están ahí adentro?

—No respondo obviedades —estiró sus labios rojos cuando un estallido de luz turquesa sobresalió del umbral.

Apreté los dientes y empecé a moverme en zancadas.

—Eres insoportable.

Empujé la puerta refunfuñando con su risa de fondo. Bueno, la pateé y mi impertinencia no sorprendió a esos dos hombres acomodados en el único mueble blanco del lugar. Lucían hipnotizados en la escena que tenían frente ellos y no los juzgaba, imposible no quedar perplejo cuando parecían tener a un rey maldito sentado sobre un trono inspirado en la grandiosidad de un agujero negro.

Sombras iracundas envolvían su rostro, torso, muñecas y tobillos. No podía ver quién era pese a todo mi esfuerzo sobrenatural. Supe que era hombre por su complexión amplia y rey de algo por su corona de lunas puntiagudas enterradas en su cabeza, la única cosa que brillaba entre tanta oscuridad.

Di un paso al frente y el rey maldito se agitó desesperado. Gruñía sin sentido, un completo animal rabioso, hasta que dijo mi nombre. Una y otra vez.

—Ve...Veren...AAH

Me dolía los huesos por los arañazos de Caos, mi sangre hervía y mi piel era fuego líquido. Iba a correr hacia él y entonces empezaron los estruendos. La tierra rugía en coro con mi nombre en sus agonizantes labios. Era lo único que sabía. Proclamaba. Imploraba.

Casi tropecé con mis propios pies al alejarme. ¿Quién era?

—No tengas miedo, estrellita. Él solo está hambriento —el elegante hombre de cabello negro atado en un despreocupado moño, se volteó en un gesto digno de burgueses.

Al cruzar miradas supe contra quién me enfrentaba. Rogaba no deberle favor al mismísimo amo de la desgracia. Y, una vez más, subestimé el cruel humor del universo. Todo en él era verde, sus ojos, su traje, su poder, inclusive su piel tenía un tono casi mentolado. Su aura que contrastaba drásticamente con la otoñal presencia de su impertérrito compañero.

—Destrucción ⎯saludé a mi liberador y el castaño hombre a su lado, inclinó su cuello como si pudiera descubrir mi mayor secreto con el simple sonido de mi voz. —Supongo que deseas un agradecimiento de mi parte.

Él diseñó una sonrisa de serpiente para mí, la misma que pintó dentro de mi mente antes de desgarrarme del cielo.

—Agradecer, ¿por qué molestarse tanto? Jamás he hecho favores en mi existencia —mofó con fastidiosa gracia, acomodando su brazo sobre el respaldar. Sus manos vestían anillos plateados —Adoro mi trabajo y también deberías hacerlo tú. Vamos relaja esos hombros y contempla tu obra de arte —su verde mirada centenlló: — Tócalo un poco si quieres ver qué sucede.

—No lo hagas —Karma intervino en la lejanía.

Entornó sus ojos hacia ella y ese misterioso hombre, que claramente era otro Ser superior, se sacudió algo del pantalón. Ag. Quería verle la cara. ¿Él era mi amado? ¿O el rey que gritó mi nombre?

—¿Eso fue una arisca recomendación o una orden? Con tu hermoso genio me es complejo diferenciar.

—Una advertencia —su profunda voz me impresionó tanto que tuve que enterrarme las uñas en las palmas para no erizarme.

Una corona de estrella y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora