17. Adaptarse para sobrevivir

13 2 0
                                    

Lobos. Qué oportuno.

Las hadas se detuvieron en sincronización bélica y con gran rapidez se arrancaron plumas de las alas. Armas. Sus plumas eran realmente espadas blancas. Retomaron su formación de V.

—Jamás subestimar. Más que entendido —Veeh movió su arma y clavó sus pies en el suelo.

Del muro de casas, que aún conservaba su estilo parisino y puertas pistache, lobos salían tambaleándose. Parecían mal heridos.

—Será mejor dividirnos.

—No sabes cuáles son sus debilidades.

—Se me da bien improvisar —hice un ademán hacia su negra espada.

Veeh me miró y asiento. Corrió hacia los lobos y uno se aventó a sus brazos tan pronto la reconoció. Al ambos tocar el suelo, este se convirtió en una mujer castaña. Desnuda. La reconocí como la madre de Marice, la desconfiada mujer que impidió que su pequeña me revelara la ubicación de Toveas. Tenía toda la piel gris. De hecho, todos seis. Pronto capas de humo negro intervinieron para cubrir los cuerpos expuestos.

Bueno, los espectros de Dess sí eran agradables.

Las hadas ya volaban, listas para salir disparadas y atacar a muerte.

—Señal descubierta —crispé mis labios y Caos ronroneó dentro.

Las agitadas partículas de esta ciudad vibraban y se enredaban en mi como líquido cuántico. Fluían como la calurosa sangre de mi alma sobre la fría negrura de mi cuerpo. Sonreí de regocijo y por instinto superior, posicioné mis brazos mientras Caos reunía a velocidad luz esa energía exigiendo cambio.

"Cambio. Cambio. Cambio" El mundo coreaba.

Cuando el arco dorado se formó, mis dedos tensaban la cuerda que rozaba mi barbilla. El sonido de la flecha silbó con el viento antes que un laso de luz las atara de cuerpo y fuertes alas. Las lancé lejos con un rápido movimiento de brazo y se golpearon contra los rocosos filos de las paredes del callejón.

Disparé tantas flechas de corpórea luz como me fue posibles sin herirlas de forma mortal. Pero parecían alimentarse del sol, por ende, de mí misma energía. Lo peor era que ni sangraban. Mi rapidez sobrenatural se agotaba y ellas reían en una sinfonía insoportable. El único sonido que emitían. Batieron sus espadas fanfarreando, jugando. Perras. Empecé a dispararles al corazón. Ojos. Pulmones.

Este cuerpo mortal obviamente limitaba la expresión de mi poder y el insolente sol no podía estar brillando más.

Trasformé mis flechas en densa frialdad. Luego en sogas, dagas, balas, les daba tantas formas a mi poder con la convicción que las detendría con alguna y no se inmutaron ni un poquito. Cosa con las que las atacaba, objeto que absorbían como esponjas. Sin importar que fuera, seguía naciendo de mi Caos. Del poder de una estrella. Las hadas me mostraron sus dientes blancos y volvieron a mover sus espadas en una canción metálica.

Caos sin voz y pura hambre de sangre, me gruñó para hacerles explotar la cabeza, quebrarlas desde dentro.

"Si las mato, Toveas, aún lejos, si alimentará de la energía de sus muertes"

Mientras lucubraba opciones tortuosas, pero no letales, una neblina del color del petróleo se arrastró por el borde del callejón y las atrapó en una cárcel de humo. La negrura transparente de los espectros, se volvió de un denso ébano, previéndolas de la luz del sol. Las hadas perdieron todo brillo y volvieron a su tamaño colibrí en un parpadeo. Sus espadas cayeron como grises plumas al suelo.

Bueno, eso fue una rápida solución.

El agradecimiento se me estancó en la garganta cuando vislumbre dos extraños destellos de luz moviéndose entre la oscuridad de los espectros.
Caminé hacia él, mas Dess llegó antes.

Una corona de estrella y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora