Toveas

26 2 0
                                    

"Hazlo, sácale la garganta"

La siniestra voz ya no era un simple cántico recluido a mis pensamientos, rugía dentro tan real que me mordía el alma. Pero la frágil moralidad que me quedaba era lo único que me separaba de la abominación, así que me dejé masticar.

Hubiera pensado que la tenía realmente sometida, pero había visto personas bajo su control y ella no lo miraba con envenenado amor. Nada jamás lograría atarla por más poder que tuviese, aquel era un hecho. Una verdad que me permitía respirar cada vez me acribillaba la idea de mí.

Había vendido mi alma para encontrarla y doblegar a las criaturas caóticas que habíamos creado, era un autoengaño y negación a mi hambre, porque saber que yo los regía me detenía a querer consumirlos sin poder hallar un fin.

La agitada respiración de Verena me desgarró fuera de mi mente. Nos hubiera transportado más rápido si tuviera un poco más de su poder, pero no quería tomar más, no con mi Vacío ya exigiéndome otro trago.

"Más, toma más"

-¿Estás bien? -acaricié su brazo tratando de no sonar angustiado. Tal vez le estaba haciendo daño sin darme cuenta.

No, Caos estaba más que a gusto conmigo. Esa energía tan letal le encantaba provocarme, desafiarme a poseerla y a tomarla con el mismo permiso que te brindaría un felino.

¿Ya sabría que seduce a su mayor cazador?

-Estoy furiosa y cansada -gruñó y mi habitación reemplazó la oscuridad -Demasiado cansada.

Se levantó de mi regazo y la sostuve al primer tambaleó. Caos me mordió la piel. Esto un juego para ella, un reto en el que apostaba su vida sin saberlo. Me resistí sin soltarla, tenerla así de cerca se volvía cada vez más lógico, pero sabía que era la tentación convenciéndome.

-¿Puedes caminar?

El agotamiento en todo su cuerpo, estaba prácticamente flácida en mis brazos, más su alma no podía estar más despierta.

-Claro que sí -se apartó e hizo prueba de su palabra. Pudo llegar a mi polvorienta cama con una determinación torpe. Ya había pasado un año de la última que vez acosté ahí y las misma sábanas parecían aullarlo. Las paredes. Los libros: Un año entero de avisos, visiones y oportunidades para redimir lo que había hecho y aquí estábamos. Nos condené. Nos condené.

Me escaneó con sus hombros rectos y párpados caídos. Tal vez era un espejo de mi mismo. El órgano que se suponía albergaba mi humanidad, latía desbocado, a pesar de mi calmada respiración. ¿Qué tanto pasaba detrás de cada parpadeó? Ya no la tenía encerrada en mi mente y pincel, era real. Tenía un cuerpo propio que podía usar para irse, aunque su alma me reclamara como si los papeles estaba invertidos. Entre más la miraba, la ausencia de mi firma en una esquina de su piel expandía el abismo que sentía debajo.

Mi demonio rasgó y acorté la distancia conteniéndome de correr. Me senté en el suelo y la contemple desde abajo, aquí merecía estar. Lejos y ella por arriba de mi insaciable necesidad...aunque fuera solo para darle tranquilidad a lo que me quedaba de consciencia.

-Dime todo lo que piensas - le ofrecí la sonrisa más sincera que pude, ocultando mi urgencia de conocer todas sus sospechas y apagarlas. Callarlas. Eliminarlas.

Cerró los ojos y suspiró.

-¿Cuánto te tienes que esforzar por no comerte mi alma?

El abismo me arrastró al mismo infierno que se sumergió mi garganta. Me esforcé por respirar. No solo estuve encadenado a esa silla, la manía de recuperar lo que me faltaba secuestró mi razón. Fui incapaz de escuchar, de ver, de apelar por la migaja de humanidad que todavía me quedaba.

Una corona de estrella y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora