VI

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Era ya casi medio día. El personal había comenzado el desmontaje del paddock para trasladarlo al siguiente gran premio. Todos los mecánicos, ingenieros y demás se encontraban corriendo de un lado a otro ya que estaban contra reloj.

A Max ya lo habían dado de alta y se estaba vistiendo con la ropa que alguien había dejado para él mientras esté se duchaba. Ya estaba acostumbrado a que las personas a su alrededor eran como fantasmas. Y así estaba bien. Lo que menos quería era ir agradeciendo por todo.

El padre de Max no se había aparecido por la enfermería en ningún momento. Y no es que Max lo estuviese esperando ya que sabía de sobra que ese hombre no toleraba las mediocridades. Desde niño se lo había dejado bien claro con los castigos que le impartía cada que cometía un error y perdía una carrera. Ya estaba acostumbrado al desinterés de su progenitor.

Los murmullos fuera de su habitación estaban comenzando a cansarlo. Normalmente se iba mucho antes de que el paddock se volviera una locura mediática.

Se apresuró a tomar sus cosas para salir cuánto antes al siguiente país donde se celebraría la próxima carrera. Eso era prioridad para él aunque faltarán quince días para dicho evento.

Mientras tanto Checo se apresuraba por entre la locura de desmontaje de los garage que ya era un hecho. La gente de ingeniería corría y gritaba y se veía un completo caos.

Llevaba en sus manos una pequeña caja con desayuno que se había detenido a comprar minutos antes. Sabía que Max no había comido desde un día antes y quería ser gentil con su compañero.

—Hola Checo —la voz de uno de sus mecánicos más queridos lo detuvo en medio de toda esa algarabía.

—Hola Bob  —contestó alegre el mexicano.

—Esto es una locura Checo ¿Qué haces aquí? —por un minuto Bob desvío la mirada al desayuno que Checo traía en las manos y no tardó mucho en darse cuenta para quien era.

Checo sin vergüenza levanto la cajita y sonrió.

—Él no ha comido —se limitó a decir.

—Debes de tener cuidado Checo. Max ha se ha encargado de destruir a cada compañero que le han puesto —Bob tenía muchos años trabajando para red bull. Si alguien había sido testigo de las crueldades del Neerlandés era él. Y se sentía con la obligacion de hacercelo saber al mexicano.

—Solo es el desayuno —Checo le resto importancia a lo que Bob le había dicho. No había sido el único le había dado advertencias sobre Max. Prácticamente todo el equipo ya lo había puesto en sobre aviso.

—El iceman puede llegar a destrozarte si se lo permites Checo —Bob comenzó a caminar lentamente junto con Checo que pese a los avisos sobre Max había seguido con su cometido de llevarle el desayuno.

—¿El iceman? —Sergio no pudo evitar preguntar por el peculiar apodo de Max.

Bob sonrió un poco.

—Es un chiste local. Los chicos y yo le colocamos ese sobrenombre debido a la mala manera en que Max es con nosotros.

—Lo sé. Se que es un tipo duro. Mi intención solo es ser un buen compañero nada más. En mi país se nos enseña a ser empáticos siempre con las personas aún cuando estás no lo sean con nosotros. Ya sabes —Checo sonríe ligeramente al recordar a su amado país —el conocido calor mexicano.

Bob también sonrió un poco. Checo era la clase de persona con al que quisieras estar por horas. Era muy agradable y ocurrente. Le facinaban las bromas y constantemente lo podías ver sonriendo. Su personalidad sencilla y humilde había traído un poco de esperanza a la escudería y no porque fuese a ser el mejor campeón de todos los tiempos, para ello ya estaba Max, sino porque humanizaba todo a su alrededor y sobre todo trataba a las personas como lo que eran: personas. Con Max era muy diferente, él los veía solo como simples peones en un enorme juego de ajedrez donde no sentía el menor remordimiento por sacrificarlos a su conveniencia.

SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora