XXIII

491 62 6
                                    

Nota de autora: Estos próximos capítulos suenan a esta canción. Todos y cada uno de ellos. Espero lo disfruten tanto como yo.

:)


















Checo estaba muy molesto por la forma en que lo habían llevado a ese avión. Mantenía sus brazos cruzados mirando de maneras indescifrables a un Max que estaba reprimiendo una carcajada tan solo de ver aquel mohín furioso de su Checo que normalmente estaba relajado y pacifico.

En lo único que pensaba Max era en atraerlo hacia él y besarlo. Deseaba sentirlo, olerlo percibirlo en todas las maneras posibles. Lo sentía como su lugar seguro.

—¿Y bien? —arremetió Sergio molesto.

—Que puedo decir en mi defensa. Solo necesitaba sacarte de ahí. Quería... —Max se detuvo un momento sopesando lo siguiente que diría—: quería tenerte conmigo a como diera lugar—murmuró sintiendo cómo su rostro se calentaba.

Checo relajó su postura de inmediato. Dejó la mochila que llevaba consigo y caminó lento al asiento donde se encontraba Max.

Le tomó una mejilla a este y por fin dejo que sus deseos brotarán de él sin poder evitarlo. Miró aquellos ojos hermosos que eran mares agitados y tormentosos pero infinitamente bellos.

—Ven aquí —dijo al fin Max y lo atrajo hacia sí como lo había estado deseando desde que lo vió.

Checo terminó tumbado sobre  las piernas de Max sin perder aquel delicado contacto de su mano en su mejilla. Amaba esa sensación de su piel tocando la de Max.

—Para ser el hombre de hielo eres demasiado cálido —agregó Checo presa de sus sensaciones.

Max sonrió tímido. Un gesto que jamás nadie había visto antes en él. Sus mejillas rojas, sus ojos brillantes y anhelantes. Los labios levemente separados ante la espectativa de besar los de Sergio tan jugosos y apetecibles como el resto de él.

—Dejame besarte —murmuró Verstappen mirando solamente esa suave y deseable boca.

Checo volvió a morder todo su labio inferior ante la espectativa.

Suavemente comenzó una caricia lenta por el rostro del nerlandes. Repasaba con delicadeza cada marca y cada facción de Max y solo con eso bastaba para comenzar a crear aquellas chispas de energía que surgía entre ellos. La magia de la cercanía y la belleza de la conexión. Eran definitivamente almas gemelas. Fueron, son y serán el uno para el otro por el resto del tiempo y el espacio. Si al final de sus vidas se convirtieran en estrellas serían las más unidas y fusionadas jamás alejadas ni separadas. Se reconocerían en cada vida, en cada tiempo, en cualquier reencarnación. Y es que una sola vez en la vida puedes tener ese inexplicable vínculo que puede perdurar a través de las distancias.

Checo seguía ese suave va y ven de caricias. Permitía que mientras tanto Max recorriera su espalda con el mismo ritmo lento. Se estaban reconocimiento. Una caricia tan íntima y mágica.

—Besame —pidió el nerlandes presa del desespero de sentir demasiado lejos a su Checo.

Entonces Checo se fue acercando a sus labios. Iniciando primero por las comisuras, dejando leves toques húmedos haciendo aún más as evidente el hambre de Max que reaccionó al ver la lentitud que se estaba tomando el mexicano para besarlo como realmente lo quería.

Checo sonrió un poco al notar aquello.

—Calma. No llevamos prisa amor mío —murmuró pegado a su rostro. Podía percibir el aroma varonil de Max. Una loción cara y perfecta. Aromas masculinos excelentemente mezclados para crear aquella fragancia infernal.

SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora