XXIV

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El viaje resultó ser largo pero tremendamente satisfactorio para ambos.

Checo dormía profundamente en un sillón al fondo de la nave mientras Max revisaba algunos documentos que su asistente había mandado respecto a las múltiples investigaciones que le había asignado. El tema que más le importaba era sobre la posible salida de Checo de Red Bull y un supuesto boicot en su contra.

Señor estamos llegando.

Avisó el piloto de la aeronave distrayendo de todo al neerlandés obligándolo a cerrar su portátil y a centrar su atención en Checo.

Se levantó de su asiento y mientras caminaba admiraba a Checo. No se cansaba de verlo, de repasar cada facción, marca y cicatriz de él. Quería saberlo todo del mexicano y por ello le daría una bonita sorpresa llevándolo con su familia aprovechando el descanso de verano que tenía los pilotos de F1.

—Despierta —susurró cerca de él oido de Checo. Este se removió bajo la manta abriendo los ojos siendo recibido por una cara sonriente.

Él también sonrió al ver la expresión de Max. En un principio cuando lo conoció siempre tenía ese semblante duro y frío. Demasiado distante de los demás y ese estilo de superioridad que lo caracterizaba. Recordó su arrogancia y la mirada que le brindó la primera vez que se vieron. Pero en ese momento no veía nada de eso en él, ahora una sonrisa genuina adornaba su cara y sus ojos brillaban de un azul tan bonito. Se notaba feliz y eso lo hacía feliz a él.

—Hemos llegado a casa —dijo Max.

—¿A casa?

—¡Sí! Es hora de que me muestres el lugar donde creciste y porque lo amas tanto —respondió alegre Max.

Checo se quedó sin habla. Sí Max hablaba en serio eso significaba que habían viajado a México. Qué probablemente el avión en ese momento estaba aterriza do en el aeropuerto de Guadalajara y que conociendo a Max seguramente toda su familia los estaba esperando en la pista de aterrizaje y sí era así solo una cosa se le vino a la mente

¿Cómo tomaría su familia la noticia de que él y Max eran...?

—¿Qué somos? —soltó Checo. Estaba tan su.ergido en sus propios pensamientos que no se dió cuenta que habló en voz alta.

Max sonrió aún más.

—No lo sé. Lo único cierto es que tú eres mío y yo tuyo —dijo al tiempo en que acomodaba los pequeños risos rebeldes de Checo.

Checo sonrió y el ver la expresión tranquila y alegre de Max lo hizo calmar todas las dudas que habían surgido.

Por favor coloquen su cinturón de seguridad que estaremos aterrizando en cinco.

Las indicaciones del piloto de la nave los obligó a tomar asiento y hacer lo indicado. A medida que iban descendiendo Max comenzó a ponerse nervioso. Los aterrizajes siempre lo alteraban. Sus manos empezaron a sudar y su corazón quería salirse de su caja torácica. Cerró sus puños al igual que sus ojos y trato de contener el terror.

Checo pudo notar la alteración de Max y lo único que pudo hacer por él en ese momento fue tomarlo de la mano y enlazar sus dedos haciéndole saber que estaba a su lado.

—Tranquilo —dijo sereno Checo—, yo estoy aquí contigo

Max abrió los ojos al sentir el contacto pero sobre todo al escuchar la voz tranquila del mexicano.

El descenso fue rápido y exitoso. El capitán aviso que podían bajar de la nave cuando gustasen.

Ambos tomaron sus cosas y se alistaban a bajar.

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