XXIX

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La desesperación estaba haciendo estragos en Max. Los días pasaban y seguía sin saber absolutamente nada de Checo.

Había dejado de lado sus rutinas diarias, las prácticas en el simulador ya no eran tan importantes. Las entrevistas a las que era convocado por parte de su equipo tenían que ser pospuestas ya que él no se presentaba a ninguna y eso le estaba afectando aún más en los rumores y chismes que se habían desatado al rededor de las supuestas trampas de Pérez.

En lo único que pensaba era en asesinar a Horner por haber escondido a Checo. En mandar al diablo a la prensa por todo lo que estaba hablando del mexicano, pero sobre todo quería quitarse ese malestar que se estaba instalando en su pecho a medida que pasaban los días.

Jeremaia seguía sin darle respuesta a sus exigencias de limpiar el nombre de Checo. No le había mandado ni una sola evidencia de que él no había hecho todas esas cosas de las que se le acusaban. En los meses que se había permitido conocer a Pérez jamás vió algún indicio de engaño o trampa. Siempre lo notó transparente y auténtico. Su manera de sonreír tan genuina. Las marcas en sus ojos cuando reía abiertamente. Todas esas señales que poco a poco se fueron convirtiendo en gestos especiales para él.

Checo era su Sunshine. Algo irremplazable para él. Y por ello sentía que perdía la cabeza con cada minuto lejos de ese resplandor. No supo ni en que momento había permitido que Checo se le metiera en el corazón.
No había caído en la cuenta de sus sentimientos hacia él hasta ese momento donde ya no lo tenía a su alcance. Dónde ya no podía escucharle reír y parlotear todo el tiempo. Su aroma, su esencia, su piel, sus pequeños gemidos cuando estaba excitado. Su manera de dormir después del sexo y la forma tan desenfadada de sentirse completamente a salvo en sus brazos.

Max se estaba volviendo loco.

Un llamado a la puerta lo sacó de sus cavilaciones. No quería levantarse de aquel sofá, no quería hablar con nadie. Solo se limitaba a estar sentado en aquel sofá donde unas noches antes Kelly le había ofrecido un trato que para ese momento podría ser su única opción de encontrar a Checo.

Señor Verstappen. Cristian Horner lo quiere ver en su oficina de Milton Keynes mañana temprano. Me ha dicho que probablemente Sergio Pérez asista también.

Max reaccionó ante aquella declaración.

¡Por fin! ¡Por fin lo dejarán ver a Pérez!

Se levantó de dónde se encontraba. Iba descalzo y solo una pantalonerta puesta. Aún así abrió la puerta dejando que la mujer rubia le entregará un sobre con las indicaciones de Horner.

Se apresuró a ducharse. Ordenó a su asistente preparara todo para su viaje y la impaciencia comenzaba a hacer estragos en él.

<<¿Qué le diré cuando lo vea?>>

<<¿Él estará igual de desesperado?>>

<<¿Sentirá lo mismo?>>

Todo parecía ir recobrando su normalidad. Su mundo volvía a  la esperanza de recobrar su brillo. Max sabía bien que primero le reclamaría su falta de comunicación pero que después lo abrazaría y lo besaría con las ansias que lo estaban carcomiendo.

Salió apresurado por fin después de días de estar enclaustrado en aquella habitación de lujo de un hotel.

Cuando el asesor se abrió en el lobby del lugar cientos de cámaras comenzaron a disparar sus flashes. Los reporteros comenzaron a amontonarse por la entrada ocasionando un lío de gente y gritos. Fanáticos de dos bandos distintos también obstaculizan el lugar. Unos gritaban a favor de Pérez y otros en su contra. Mantas y mensajes de apoyo a Max se alzaban de entre las múltiples cabezas.

SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora