XXI

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Max hacia rato que se había levantado. De hecho no era de dormir mucho y esa madrugada en especial se había mantenido en un sueño ligero debido a que sentía temor de ceder al adormecimiento y despertar sin Checo a su lado.

A pocas cosas le tenía miedo. Las sombras viscosas que lo habitaban se arremolinaron en su interior como burlándose de él.

<<¡Por dios Verstappen eres el campeón del mundo!>>

Su conciencia le recriminó al darse cuenta que un nuevo temor se había activado en él. Ese temor yacía dormido enredado entre sábanas grises completamente desnudo. Podía admirarlo desde la ventana donde se encontraba tomando un café que ordenó por una aplicación de alimentos. También había pedido uno para aquel que soltaba pequeños ronquiditos ya que no volvería a pasar por un desastre con otra cafetera.

<<Checo Pérez>>

Repitió aquel nombre en su mente aún incrédulo. Nadie había logrado colarse en su vida como lo hizo él. Llegando a revolucionar todo. Aplacando sus demonios con amabilidad y terquedad.

Max sonrió al pensar en aquello.

Se acercó lentamente hasta la cama dándole un pequeño beso a Checo que abrió primero un ojo y luego el otro y sonrió.

—Buen día —dijo Checo con voz ronca.

Max se mantuvo mirándolo largos segundos. Admiraba cada peca en el rostro del joven. Se perdía en esos ojos marrones de mirada profunda. Repasó su  dedo índice  por sus labios. Aún le costaba creer que aquello fuera real. Aún cuando lo tenía de frente y podía tocarlo, olerlo, escucharlo y sentirlo.

—Eres hermoso mi Sunshine

Checo le sonrió con la mirada.

—Tengo café —Checo entrecerró los ojos dudando de la afirmación de Max—, no me mires así, lo pedí en delivery —ambos rieron.— Debo irme. Puedes quedarte el tiempo que desees —murmuró Max con cierto pesar por tener que alejarse de él.

Max pasó sus dedos por el sedoso cabello castaño de Checo.

—No estaré mucho tiempo. En un par de horas tengo práctica en el simulador —ronroneó el mexicano.

Max sonrió una vez más. Ese chico tenía garra de ganador. No sé conformaba con lo que ya sabía. Siempre estaba en una transformación constante. Eso le gustaba.

—Mi asistente traerá tus cosas —Max miró su reloj—, no ha de tardar. Después por la noche podríamos salir a cenar ¿Te apetece?

Checo asintió mostrando esa sonrisa tan característica de él.

—Me encanta verte sonreír —dijo Max al tiempo en que depositaba un ligero beso en la frente de Checo—. Nos veremos más tarde.

Después de eso Max tomó su chaqueta y su maletín donde guardaba algunos contratos importantes de las empresas donde era inversionista o dueño.

Realmente no quería irse. En lo único que pensaba era en volver a esa cama y tomar nuevamente a Checo y hacerlo suyo todo el día y toda la noche. Desafortunadamente la vida a su alrededor seguía avanzando y no podía simplemente ignorar sus deberes fuera de la pista.









Max hacia rato que se había marchado. Checo seguía recostado aún observando las excelentes vistas que tenía. Mónaco se alzaba majestuoso delante de él. Jamas imaginó encontrarse viendo aquello, desde el lugar en que lo estaba haciendo.

La cama de Max Verstappen.

Un pequeño rubor subió por su rostro al recordar lo que habían hecho una noche antes. Recordaba lo bien que se sintió. El placer de probar la boca de Verstappen, de saborear su excitación, de sentirlo dentro en todas las maneras posibles. El  poder de su atractivo y la marea tormentosa de sus ojos que se oscurecían a cada nada.

SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora