XXVII

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Para Max ya era demasiado tiempo sin ver a Checo. Comenzaba a ponerse inquieto al no verlo en el garaje. Sus mecánicos se notaban tensos y su auto aún no se encontraba listo para correr. El ambiente se había tornado de momento reservado y peligrosamente silencioso. La música que caracterizaba al número once de la parrilla se encontraba apagada.

Algo pasaba y Max debía asegurarse de que Checo se encontrara bien.

Salió por el pasillo que llevaba a la pequeña habitación donde normalmente Sergio entrenaba antes de salir a pista. Tocó un par de veces y nadie respondió por lo que se animó a entrar sin permiso para encontrarse una habitación vacía. Ahí no había nada, ninguna pertenencia del mexicano. Las luces se encontraban apagadas y en él se instaló una sensación extraña en su pecho.

Salió casi corriendo del lugar para dirigirse a la oficina de Horner quien había ordenado que nadie entrara a menos que él lo requiriera.

—¡Con un carajo!  ¡que me dejes entrar! —Max peleó con la chica de oficina quién se encontraba bastante alarmada. Sí el neerlandes lograba colarse su empleo correría peligro.

—Lo lamento, el señor Horner dió instrucciones específicas —contestó intimidada la rubia.

—Algo está pasando. Dile a Horner que me dé la cara o yo mismo lo averiguare y sí es algo que tenga que ver con Checo le prometo que no habrá rincón en la tierra para que él pueda habitar —amenazó Max preso de una furia incontrolable donde lo único que podía distinguir en esa marea negruzca que lo habitaba; era a su pequeño resplandor. Un rayo de luz por el que estaría dispuesto a partir el mundo en dos con tal de verlo bien—. ¡Escuchaste Horner! ¡Más vale que salgas y me expliques qué carajos está pasando!

La rubia comenzaba a ponerse nerviosa ya que la furia del iceman era algo que lo que nadie quería toparse.

—Por favor, retírese —volvió a insistir la chica presa de un ataque de nervios por la reacción de Verstappen.

—¡Maldita sea! —gritó Max saliendo del recibidor y dirigiéndose a su propia habitación en busca de su móvil.

Todos a su paso se detenían para evitar chocar con él. Max enojado daba el doble de miedo. Su furia podría acabar con un par de empleos. Así que como si fuera un animal peligroso todos se apartaban de su camino. Entró azotando la puerta en el proceso y aventando un par de cosas logró dar con su teléfono que se encontraba apagado. Nunca deseo tanto que encendiera rápido como en ese instante que seguía sintiendo una extraña opresión en el pecho.

<<Sí algo le ocurrió acabaré con el maldito mundo>>

Pensaba desesperado.

Lo primero que hizo su teléfono fue sonar en cuando la red se restableció.

—Ahora no padre. Estoy en algo importante —dijo queriendo colgar la llamada.

—Maxie —el tono precavido de su padre lo hizo detener cualquier otra acción que pensaba realizar.

—¿Qué sucede? —dijo con cautela.

—Hijo creo que debes revisar las últimas noticias —murmuró su padre.

—¡¿Qué carajos sucede?! ¡Estoy harto de sus tonterías de querer ocultarme la verdad!

—Hijo es sobre Checo. Hoy un noticiero recibió unos documentos con pruebas que acusan a Pérez de autosabotaje y que prácticamente pensaba culparte a ti por ello, eso sin mencionar que te mantuvo de alguna manera distraído mientras él se iba posicionando cerca tuyo en los puntajes del campeonato de pilotos. Además se dice que la FIA lo tiene bajo investigaciones y que no le permitirán terminar la temporada.

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