X XV

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Nota de autora: se viene un mini maratón de tres capítulos de Sunshine.  Disfruten. Gracias por leer :)












La tarde transcurrió amena, la comida resultó deliciosa para Max pero sobre todo estuvo encantado con el ambiente familiar que lo rodeaba. Por algunos momentos se aturdida ya que todos hablaban al mismo tiempo y reían a carcajadas mientras que los hijos del hermano de Checo corrían por todas partes junto con el bonito perro Enzo quien ladraba de alegría.

Eso era mucho para Max. El silencio siempre formó parte de su vida, de sus días, de sus comidas y cenas. Sus enormes casas solo hacían más evidente el eco al estar vacías. Su padre siempre lo trajo viajando desde muy pequeño, a su madre la veía en fechas marcadas como la navidad y el año nuevo. Ni siquiera los cumpleaños lo celebraba de manera normal.

<<Soledad>>

Pensó Max analizando la manera en la que vivía.

Siempre estuvo solo hasta ese día en que se sintió tan bien. Tan completo. Checo había llegado a su vida a llenar los espacios vacíos a revivir su corazón y a cambiar la amargura por felicidad.

Y pensar que en su momento se quiso deshacer de él, que actuó como todo un hijo de puta alejándolo de todas las maneras posibles, incluso se atrevió a manipular su monoplaza para impedir que tuviera un buen desempeño. Definitivamente eso era que debía confesarle.

—¿Estás bien? —la voz de Checo lo distrajo de sus pensamientos.

Max lo miró brevemente.

Checo le brindó una sonrisa suave.

—Ven, vayamos al mar

Max tardó un momento en seguir a Checo quién ya se encontraba sin playera frente a él. Max sintió como toda su sangre comenzó a correr por su torrente con demasiada energía. Tener así a Checo, un poco bronceado y sus pectorales y abdomen definidos solo le provocaba un hambre voraz. Su sexo dió un respingo y se removió incómodo.  Solo esperaba que el agua del mar estuviera lo suficientemente fría para calmar ese calor intenso que Sergio Pérez le provocaba.

Ambos caminaron por el bonito sendero de aquella casa como n vistas al océano. Ese lugar era el favorito de Checo. La casa donde se crío, donde se pasó noches enteras soñando con llegar a ser un piloto de fórmula uno.

—Yo voy con ustedes —sentenció la pelinegra y se pegó al brazo de Checo.

Max inmediatamente notó aquel toqué. Otra vez esa mujer sintiéndose tan cómoda con Checo, atreviéndose a tocarlo y a estar más cerca de lo debido de él. Trato en vano de calmar la furia que sentía con respecto a esa chica. Pero fue inútil. Nadie antes se había atrevido a tocar lo que era suyo sin pagar el precio por ello. Definitivamente debía de poner las cosas en orden y claras para esa mujer o no respondería si un día para otro ella desapareciera.

Los tres llegaron a la playa donde la arena fina se escurría entre sus pies. Max se detuvo presa de algo parecido a vergüenza y miedo.

—¿Pasa algo? —cuestionó Checo safandose del agarre de Carola.

Max con esos ojos que igualaba el tono de aquel mar le devolvió la mirada esperando que Checo entendiera.

—Ven, que yo te enseño —murmuró Checo comprendiendo la cara de horror de Max. Poco a poco estaba aprendiendo a leer aquellos gestos gélidos de aquel hombre. Sentía cierta alegría que Max le permitiera poco a poco indagar en su centro en aquellos lugares qu nadie nunca había podido entrar. Se sentía tan privilegiado y absurdamente enamorado.

Ambos hombres caminaron tomados de la mano por la orilla, dejando que Max se acostumbrara poco a poco a la sensación del agua. Dejando que el miedo de no saber nadar se fuera disipando. Al final se sentía tan seguro de la mano de Checo que probablemente hasta se podría enseñar a volar si él se lo pidiera.

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