XI

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Checo después de su encuentro con Max no pudo seguir disfrutando la reunión ya que una extraña sensación se acomodo en su pecho dejandolo con millones de dudas sobre el comportamiento de su compañero. No entendía en nada el porqué Max se atrevía a reclamarle algo tan tonto como lo que le había dicho.

Lewis se acercó a él invitándolo a la pista de baile. Le tomó la mano y lo llevó con él aún con la resistencia del mexicano que no tenía la seguridad que siempre lo caracterizaba, no cuando un Neerlandés lo observaba desde el fondo de un pasillo metido entre las sombras como un demonio acechando a su víctima. Sus ojos fríos y tan azules como los paisajes de invierno en la Antártida lo carcomian de una manera extraña.

La música electrónica reventaba los altavoces metiendo a los presentes en un trance de descontrol, saltos y gritos. Lewis tomaba de las manos a Checo y lo invitaba a saltar con él. Aunque el mexicano no parecía del todo cómodo no quiso ser grosero y le siguió el juego a Hamilton. La gente cantaba el coro de una canción muy pegajosa y reían en el proceso.

Max no podía entender como es que estuvo tan preocupado por Checo y estaba por volverse loco por no saber de él mientras que su compañero disfrutaba de la mala compañía de Hamilton. En qué estaba pensando cuando se dejó llevar por los sentimentalismos de corresponder los gestos amables que Checo había tenido con él.

Ya no podía permanecer más tiempo mirando aquel circo andante pero algo no lo dejaba marcharse. Sentía una necesidad idiota de cuidar a Checo por si el antiguo campeón del mundo quería sobrepasarse con su compañero como ya tenía la fama de hacerlo con otros pilotos. Hace rato que había dejado de beber ya que el mareo y la falta de concentración no eran lujos que se podía dar. Debía permanecer todo el tiempo en alerta para que nada se saliera de su control.

—¡Ahí estás! —la voz de Kelly lo hizo desviar la mirada de la pista de baile.

—Si quieres bailar solo debes pedirlo —dijo ella malinterpretado los gestos de Max quién estaba más en términos de vigilancia que de ganas de bailar. Él no bailaba, lo odiaba, odiaba todo lo que implicaba el contacto con las personas y el roce de cuerpos que no fuera sumamente necesario.

—Yo no bailo —contestó serio.

—No seas un aburrido que yo soy una excelente bailarina —entonces Kelly tomó sin permiso la mano de Max y lo llevo con mucho trabajo a dónde la gente estaba reunida girando y saltando.

Kelly ubicó a Lewis y se acercó a él y su acompañante dejando a Max cerca de Checo quien al sentir la fuerza que emanaba Max no pudo evitar sentir esa sensación extraña que lo hacía querer salir corriendo.

Max comenzó a hiperventilar cuando la gente ajena a él comenzaba a pegar sus cuerpos con el suyo. La sensación de ahogamiento se apoderaba poco a poco llevando la mente de Max a esos días en los que su padre lo golpeaba fuertemente por haber cometido el error de no hacer las cosas correctamente en la pista de karting. Los gritos e insultos volvían a él y se confundían con los gritos de la fiesta. El mundo oscuro de su niñez se estaba haciendo presente en el momento menos oportuno dejando en estado rígido al campeón del mundo.

Checo comenzó a notar la rigidez de Max y recordó la vez en Japón cuando tuvo que abrazar a Max para que este saliera de ese estado. Checo se acercó un poco a Max y lo tomó de la mano.

Max no pudo soportar aquel contacto que le brindaba algo tan reconfortante pero que lo asustaba de sobremanera.

—Me voy —fue lo que dijo Max para salir por fin de aquel lugar al que nunca había querido ir.

<<Siempre perfecto. Siempre perfecto. Siempre perfecto. Siempre perfecto>>

Salió del recinto agradeciendo el aire frío de media noche que lo envolvía regresandolo al presente dónde se recordaba a si mismo que era el campeón del mundo y que solo eso valía. 

SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora