IX

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—¿Y sí saltamos?

—¡Estas loco!

—Hagámoslo

—Yo no hago ese tipo de tonterías

—Pues deberías

—¿Con qué propósito?

—Por diversión

—¿Por diversión?

Checo asintió sonriendo.

Max estaba incrédulo y molesto. La osadia del mexicano rebasaba todos los límites conocidos. No estaba acostumbrado a improvisar en la vida y mucho menos a saltar aún lago frio en medio del paddock y la carretera principal a las siete de la noche horas antes de una carrera.

Sergio definitivamente estaba volado de la cabeza y él no entraría a un juego tan perverso. Seguramente lo que quería era lograr enfermarlo y así poder ganar la siguiente carrera. Cosa que no pasaría ni en mil años.

—En vista de qué haz perdido la cabeza. Yo me voy —dijo frío el neerlandés.

—¿A caso jamás has hecho cosas  improvisadas? —preguntó Sergio.

El cuestionamiento tomó desprevenido a Verstappen que detuvo su paso a medio camino.

—No —contestó secamente sin voltear a ver a su compañero.

—¿Ni cuando eras un niño?

Max guardó silencio. Su mente parecía que estaba a punto de explotar. Muchas cosas pasaban dentro de él en ese momento. Todo se arremolinaba con ráfagas amargas nublando su vista. Tuvo un flashback  de aquellos días en su niñez. Días oscuros y llenos de violencia donde era encerrado en un cuarto sin luz cuando no cumplía con las carreras como era debido, días en los que del miedo que sentía se negaba a quitar se el casco por los golpes que sabia lo estaban esperando. Sintió un escalofrío recorriendo cada parte de su cuerpo y la ira fue en aumento. La lava viscosa y negra comenzó a salir por su pecho cubriendo sus extremidades. El agujero negro dentro de él se iba ensanchando a medida que los recuerdos torturados lo amedrentaban aún siendo ya un joven capaz de defenderse.

Checo frunció el ceño al notar la manera en que Max se había detenido y en como sus facciones iban cambiando. Sabía que algo en el silencio de Neerlandés estaba ocurriendo. Podía sentir cada fibra tensa de Verstappen y no sabía que hacer para que aquello no carcomiera a su compañero. Jamás había sido bueno consolando a las personas de hecho nunca había querido quitar aquellos rasgos horrorizados de alguien hasta ese momento.

Entonces sin pensarlo se acercó a Verstappen y lo abrazó. Rodeo al Neerlandés con ambos brazos cubriendo su torso y se pegó a él.

Verstappen solo podía notar algo cálido cubriendole. Una pequeña luz en medio de su oscuridad. Algo sumamente reconfortante menguaba la enorme ira y obligaba a la lava a irse de nuevo. Su pecho se iba relajando con la sensación tan placentera que sentía. Y poco a poco fue regresando a la realidad en dónde un mexicano lo mantenía abrazando fuertemente y pidiéndole con palabras suaves que volviera.

Pasaron solo unos minutos más. Max no quería soltar aquella sensación pacífica. Extrañamente algo en él se negaba a alejar a Checo.

Momentos raros pasaron por la visión de Max. Pocos eran los días en que él recordaba haberse sentido así. Su corazón dió un vuelco y latio de forma extraña, tranquila y libre. Sí esa era la sensación que prevalecía sobre las otras. Por esos escasos segundos podía sentirse libre. No había cargado ni lava ni hoyo negro tan solo calma.

Pero no quería llegar a ningún lado soñando con algo que definitivamente sabía no duraría. No podía darse el lujo de relajarse y de mostrarle al mexicano un momento de semejante debilidad. Así que aún en contra de que todo su cuerpo y hasta ciertas partes de su alma querían mantenerse así. Este alejo de un tirón a Checo.

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