XX

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Nota de autora: solo disfruten ;)















La habitación era amplia y en medio una cama enorme con sábanas satinadas de un color gris. Las ventanas estaban abiertas dejando entrar la brisa de media noche. El olor a sal inundaba todo el lugar.

Las luces tenues de algunas lámparas detrás de la cabecera de madera fina daban un aspecto bohemio.

El silencio reinaba solo interrumpido por algunos automóviles que llegaban a pasar por aquella colina privada donde solo los más ricos del mundo podían tener un lugar. A decir verdad aquel era un departamento enorme para que una sola persona lo habitara. La tremenda soledad que se debía sentir en semejante espacio.

Las únicas paredes que existían eran las que separaban la recámara principal del resto del inmueble. Lo demás eran descomunales ventanales de piso a techo de un vidrio con un grosor realmente exagerado.

Los muebles estratégicamente colocados y al fondo una pantalla plana enorme donde estaba dispuesto un simulador de carreras que el dueño había mandado a hacer. Todos decían que era un maniaco que desayunaba, comía y cenaba entrenamiento y simulación . Y no contento con ello se ponía a jugar campeonatos virtuales de toda la noche antes de una carrera real.

Es un demente.

Decían algunos.

Es un genio

Alegaban otros.

Ninguno sabía realmente que sucedía en el interior de ese piloto. Todos ignoraban lo que había enterrado en el centro de aquel hombre.

Sin embargo hubo alguien que decidió que aquel mencionado personaje era digno de conocer. Que merecía una amistad real y la empatía que todos deberíamos tener.

Se metió a ciegas en aquellas paredes y laberintos de hormigón negro que el piloto había edificado a su alrededor. No se preocupo por lo que fuera a encontrar dentro. Simplemente fue decidido, constante y aferrado.

Poco a poco lograba colarse en pequeñas grietas y defectos de aquellas murallas.

Solo bastaron un par de sonrisas, algunos toques sutiles de amabilidad pero principalmente muestras de amor e interés genuino. Debía de ser el mismo a toda costa aún cuando su propio corazón estuviera averiado y lastimado. Si quería tocar las fibras sensibles de aquel hombre de hielo debía de tocar sus propias heridas y sanarlas en el proceso.

Y aún muerto de miedo y aún con el corazón hecho añicos le sonrió con tanta vehemencia que lo atrapó. Y una vez que lo tuvo en sus manos lo tomó y se prometió que jamás lo dejaría ir.











Checo se sintió un poco tímido cuando se dió cuenta de que estaba entrando a la habitación de Max. Después de todo lo ocurrido unas horas antes ambos habían caminado a lo largo de la bahía platicando de sus mundos.

La soledad de Max se veía atraída por la vida familiar que Checo tenía.

Ambos se tomaron de la mano sin miedo a ser vistos y siguieron charlando por lo que pareció una eternidad hasta que llegaron a la propiedad de Max que era nada más y nada menos que un penhause en lo alto de la torre más codiciada por lo ricos y no tan ricos.

Checo comenzó a ponerse nervioso. Era la primera vez que pasaba la noche con alguien.

Max notó la duda de Checo y le apretó un poco la mano que aún mantenía atrapada con la suya. Sus ojos tan azules a la luz de la lámpara no paraban de admirar aquel rostro tan bello.

Le brindó una sonrisa tierna y lo condujo por el pasillo que llevaba a los elevadores.

Para sorpresa de Checo había un elevador solo para uso personal de Max. Otra cosa que lo puso aún más nervioso. Desde el instante en que se metieran al aparato estarían nuevamente solos y ambos sabían que pasaba cuando se quedaban así.

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