𝗜𝗡𝗗𝗘𝗟𝗘𝗕𝗟𝗘 | Hanagaki Hyeon pensó que sabía lo que sintió su hermano cuando vio a su novia morir frente a él, sin embargo, supo que estuvo completamente equivocada cuando le tocó a ella ver morir al amor de su vida sobre sus brazos.
Su ment...
La puerta se abrió de golpe, dejando ver a una Hye bastante acalorada.
—Eso de llegar tarde es una costumbre tuya, ¿no? —fue lo primero que le dijo Ran tan pronto vió entrar a la muchacha.
Pero su mueca de fastidio cambió a una confusa al verla algo sudorosa y con la respiración entrecortada.
—¿Viniste corriendo? —no halló otra explicación para su semblante. Bajó de la mesa donde estaba sentado y se acercó a ella.
—Sí. —le contestó ella, pasando de él para dirigirse a un sillón pequeño.
—¿Y tu moto?
—No era mía. Se la robé a alguien, pero me dió cargo de conciencia y se la regresé. —fue honesta.
Ran aguantó una carcajada.
—Eso de intentar ser una criminal no te va a quedar ni en las puntas.
—¿Y Rindou? —decidió cambiar el tema de conversación, abanicándose con la mano.
Casi al instante, escuchó la cadena de un inodoro sonar y la puerta detrás de ella se abrió, mostrando al Haitani menor subirse el cierre de su pantalón antes de darle un vistazo a la señorita en el sillón.
—Dichosos los ojos que te ven. —saludó con coquetería.
—¿Tienen lo que les pedí?
Ambos hermanos se vieron entre sí antes de que fuese el mayor quien se dirigiera hacia una cómoda dónde estaban sus cosas. Rindou aprovechó y jaló una silla para quedarse al lado de Hye, no quería perderse su reacción por nada del mundo.
—Desde el documento falsificado hasta el resumen policial y médico del accidente. —afirmó el de trenzas, pasándole una carpeta.
—¿Lo leyeron? —quiso saber Hye, abriendo la primera carpeta sin rodeos.
Rindou lanzó una risita vacilona.
—La curiosidad mató al gato, pero al menos murió sabiendo todo. —ronroneó.
Ambos hermanos decidieron callarse para darle tiempo a Hye de leer y procesar toda la información que tenía en sus manos. A medida de que la Hanagaki leía, sus ojos seguían cada palabra clave y mordía con discreción su labio.
