Faltaba poco para que la ceremonia empezara, y estaba nervioso. Pese a que no era la primera vez que estaba en ese lugar, sí era la primera que no sería sólo un simple espectador e invitado. Sus manos sudaban un poco por los nervios, y sentía su estómago apretado; todo aquel que lo veía lo saludaba con alegría, estrechándo su mano y felicitándolo por su logro, a lo que él apenas sí sabía que responder porque... Después de todo no siempre se estaba en el ayuntamiento de Oslo, la capital de Suecia, porque ganar un Premio Nobel no era algo que ocurriera todos los días.
Según la carta que había llegado hace un par de meses a su hogar, se le galardonaría por sus más de cincuenta años de carrera dentro del arte literario así como también por sus contribuciones en la docencia de tal arte en distintas y prestigiosas universidades a lo largo y ancho del mundo. Sin embargo, según lo que contenía esa comunicación, su última publicación había sido el pequeño empujón que el tribunal electoral del premio necesitó para plocamarlo como el ganador del Nobel de Literatura de ese año; cuando leyó la carta creyó que sufriría un paro cardíaco, y fue así hasta que pudo acostumbrarse a la idea de que era cierto, luego de semanas recibiendo felicitaciones y apretados abrazos por parte de sus alumnos en la universidad y otros profesores, y, también, después de recibir una considerable gratificación por parte de su editorial por ese enorme logro.
"¿Tienes listo tu discurso?" La voz a su lado era dulce, como siempre lo había sido. No había cambiado en los últimos cuarenta años luego de su encuentro, y estaba seguro que no cambiaría en ese instante.
"Lo tengo." Susurró con una sonrisa, cerca de su oído mientras la potencia de las luces bajaba en ese enorme salón, haciéndoles saber a todos que en cualquier momento se pondría a hablar un hombre con un micrófono en el escenario.
Intentó buscar la calma en las conversaciones, casi silenciosas, de la gente a su alrededor mientras los primeros minutos de la ceremonia pasaban. Veía sus manos arrugadas por el paso del tiempo de manera constante, de vez en cuando eran atrapadas por otras, para bajar los nervios que nunca había sentido en sus cincuenta años de carrera. Aplaudía cuando había que hacerlo, reía porque la gente que lo rodeaba lo hacía, pero realmente no ponía atención a nada que no fuera la presencia angelical a su lado... Como si fuese su única fuente de tranquilidad en ese momento. ¿Y como pudo haber sido diferente? Si haber estado a su lado por más de cincuenta años, con un pequeño interludio de una década donde se perdieron para volver a encontrarse, él había sido la inspiración de todas las obras que lo llevaron hasta ese preciso momento. A él no le importaba ver como premiaban a los otros condecorados, ni tampoco escuchar sus discursos de como era que habían llegado hasta ese punto en sus vidas, pues lo único que tenía interés en ver era al hombre sentado a su lado; su perfil, su piel arrugada por los años, esa misma que él se encargó de ver envejecer junto con la suya. Su mundo seguía girando en torno a su ángel luego de tanto tiempo, él no era nada más que un cuerpo celeste girando al rededor de su inminente brillo. Encandilado por su amor.
Cuando su categoría fue anunciada, sólo pudo saberlo por el aviso de su compañero. Escuchó con atención como el presentador de la ceremonia hablaba sobre su vida antes de sus publicaciones, mencionando escuetamente el recuerdo y apoyo de sus padres; habló de los sucesos que lo llevaron a su primera publicación, incluso se atrevió a leer un extracto de un poema de ese libro de antaño; explicó por qué había sido el elegido por el concejo electoral para ser el galardonado de ese año, dando las mismas razones que estaban escritas en la carta de aviso que llegó a su hogar un par de meses antes de esa pomposa ceremonia. Su nombre al fin escapó de la boca de ese hombre, invitándolo al escenario... No supo si quedó sordo de forma momentánea por la edad que significaba su vida, o por la manera de aplaudir de la gente que llenaba ese salón; pese a eso, no se atrevió a dejar pasar la oportunidad de robarle un beso al único amor de su vida por la felicidad que sentía, bajo la atenta y alegre mirada del más de centenar de presentes. Fue recibido por la mano estirada en forma de saludo del rey de Suecia, mientras que el hombre le entregaba su medalla y un sofisticado diploma a la par que seguía siendo vitoreado y aplaudido por el público.
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Never Gonna Dance Again [Aziracrow]
FanfictionNunca volveré a bailar otra vez, hasta que baile contigo.