Capitulo #4

32 18 22
                                    


Quería creer que era mentira, quería creerlo con todas mis fuerzas, no quería creer que Ian fuera tan malo como para venderme a piratas. ¿Quién sabe qué harían conmigo todos estos hombres, a dónde me llevarían, qué me obligarían a hacer...? Nunca, nunca pensé que podía existir tan maldad y poca misericordia, pero lo hacía... miré a sus ojos, pero al notar la frialdad de ellos, algo en mí se rompió.

Tal vez la esperanza de encontrar algo en ellos se rompió, o al fin noté que ser amable, gentil y poco interesada no me llevaría a ningún lado al estar en este mundo lleno de canallas.

—Maldito. —Dijo y me abalancé sobre él sin importarme quién me veía o se opondría.

—¡Maldito tirano! — Repetí mientras golpeaba su pecho, él no se movía ni defendía y eso solo me enfurecía más. — ¡Haz algo! ¡Golpeándome! ¡Mátame! Haz algo maldito, imbécil.

Sin decir más, lo miré a los ojos y solo pude ver cómo se retenía. En sus ojos se veía la lucha interna, la verdad nada podía importarme menos ahora, y sin que él se lo esperé o nadie de los del barco le solté y le di una fuerte cachetada que resonó por todo el barco. Algunos de los piratas rieron y, cuando alcé mi mano para darle otra cachetada llena de furia, él sostuvo mi mano con fuerza y me acercó a él.

—Hazlo una vez más y pagaré porque te usen en el barco como lo harían en la pesadumbre.

Lo miré a los ojos llenas de furia y miedo. En la pesadumbre... Que desgraciado, la pesadumbre es el lugar donde violan a las mujeres... Donde matan, golpean, tanto a mujeres como a los hombres. Me aparté de él de un golpe.

—Ian... ¿Qué has hecho?

—Lo que esta mujer se merece. — Finalizó luego de escuchar a su amigo hablar. —Toda suya capitán Killiam.

—No.

Miré al pirata, el cual sonrió y me tomó del brazo.

—Lo lamento, pequeña, pero me pago por tenerte y es algo que no voy a rechazar.

Miré a Andros buscando ayuda.

—Suelten a la princesa.

—¿Princesa? — Bufó —No, aquí es una tripulante, una pirata ahora. No es una princesa, es de mi propiedad.

Andros sacó su espada y todos los demás piratas lo hicieron. Ian, al ver esto, rápidamente se acercó a detener a su amigo.

—¿Qué haces, Andros?

—Reparando tu error. Deme a la princesa.

—Lamento, amigo, pero ella ya es mía. Ahora, si quieren morir. — Dio un leve asentimiento, y los piratas de aquel barco se acercaron a atacar a Andros e Ian.

—No, he, tenemos un trato. Hablaré con mi amigo.

—Tu amigo acaba de violar las reglas de mi barco: "Sin armas en el barco excepto yo y mis mejores tripulantes"

—Te daré más dinero, sabes que eso no es un problema para mí.

El pirata sonrió y me miró.

—Aprende, así es como captan la atención de un pirata... Trato, quiero 100 monedas más.

—50...

—90

—60

—80

—60 — Miró a Killiam dándole entender que sería lo máximo que le daría.

—Hecho.

Y no dijeron más, al menos no en mi presencia, aunque sí puede evidenciar una mirada furiosa entre Andros e Ian junto con un leve forcejeo.

Guerra de Corazones y EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora