Capitulo #13

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Quedé completamente muda al verme a mí misma en lugar de a Killiam. ¿Cómo era posible? Cuando volteé a ver mi alrededor, ya no estaba en el Valle; me encontraba en mi hogar, en mi castillo. Entonces, como un torbellino, fui arrastrada a una escena del pasado, una que preferiría olvidar pero que siempre me perseguía como una sombra.

Los gritos resonaban en el aire mientras mi madre, con el rostro contraído por la ira, me enfrentaba.

-¡No puedo creer que estés siempre con él! Él ya no tiene tiempo para mí por tu maldita culpa. ¡Niña consentida! -exclamaba mi madre, su voz llena de furia y desesperación-. ¡Eres lo peor que me ha pasado, te odio!

Observaba la escena con el corazón en un puño, reviviendo el dolor de aquellos momentos. Durante años, había sido testigo de las peleas entre mis padres, las acusaciones y los reproches que siempre terminaban por quebrar mi espíritu.

-Mamá, yo... -intenté balbucear, pero mi madre me interrumpió con un gesto de desdén.

-¡No quiero escuchar tus excusas! -gritó mi madre, con los ojos llenos de lágrimas y rabia-. ¡Te odio! No eres nadie, Amelia, nadie, y no entiendo por qué él te prefiere a ti. ¡Arruinaste mi vida!

Me sentí abrumada por la culpa y el dolor mientras observaba a mi madre desmoronarse frente a mí. Por más que lo intentara, siempre quedaba atrapada en un ciclo interminable de decepción y desesperación.

En otra visión del pasado, me encontré en la sala de estar de nuestro castillo, observando a mi madre mientras recorría la habitación con pasos agitados, su expresión llena de celos y amargura.

-¿Por qué siempre tienes que estar cerca de él? ¿Por qué nunca pasa tiempo conmigo? -me reprochaba mi madre, su voz llena de resentimiento mientras me miraba con ojos llenos de envidia-. Siempre te prefirió a ti, siempre te escogió a ti en lugar de a mí.

Intenté encontrar las palabras adecuadas para calmarla, pero sabía que cualquier intento sería en vano. Los celos de mi madre eran una sombra constante que oscurecía nuestra relación, envenenando cada interacción con su amargura.

-Mamá, yo... -comencé a decir, pero fui interrumpida por un profundo suspiro de mi madre.

-Ya no importa -dijo ella, con resignación en su voz-. Siempre serás su favorita, siempre estarás por encima de mí.

Me sentí impotente frente a la tormenta de emociones de mi madre, atrapada en un ciclo interminable de culpa y desesperación. Por más que intentara acercarme a ella, siempre parecía quedar atrapada en el abismo de su amargura y resentimiento.

Estas visiones del pasado arrojaban luz sobre los cimientos fracturados de nuestra relación, revelando las profundas heridas que habían marcado nuestra familia durante años. A medida que las visiones se desvanecían, me quedaba con un peso en el corazón, sabiendo que la sombra de los celos de mi madre siempre estaría presente, incluso en los rincones más oscuros de mi mente.

Esta vez encontrándome en mi habitación, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho mientras escuchaba los gritos provenientes del piso de abajo. Las peleas entre mis padres eran un eco constante en nuestro hogar, llenando cada rincón con una tensión palpable que me dejaba temblando de miedo.

Me aferré a mi almohada con fuerza, tratando de bloquear el sonido de las voces que se elevaban en furia, pero era inútil. Cada palabra cortante, cada insulto lanzado en medio de la tormenta de ira de mis padres, se clavaba en mi corazón como un cuchillo afilado.

-¡No puedo creer que siempre estés del lado de ella! -gritaba mi madre, su voz llena de frustración y amargura.

-¡Ella es tu hija, deberías defenderla más! -respondía mi padre, con un tono lleno de resentimiento.

Guerra de Corazones y EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora