Capitulo #14

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Me encuentro en un estado de seminconsciencia, atrapado entre la oscuridad y la niebla de mis pensamientos. Siento como si estuviera flotando en un mar de confusión y desorientación, mientras mi mente lucha por emerger de la neblina que la envuelve.

Los sonidos a mi alrededor son borrosos y distantes, como si vinieran de otro mundo. Voces murmurantes flotan en el aire, pero no puedo distinguir las palabras que dicen. Solo puedo percibir una sensación de inquietud que se arrastra por mi piel, haciéndome temblar con una mezcla de miedo y anticipación.

Intento recordar cómo llegué aquí, pero mis recuerdos son como piezas sueltas de un rompecabezas, dispersas y confusas. Recuerdo haber estado en el bosque con mis hombres, explorando el Valle de los Susurros en busca de algo... ¿pero qué? Las imágenes se desvanecen rápidamente, dejándome con más preguntas que respuestas.

De repente, una presencia familiar se acerca, y siento una mano suave tocar mi rostro con ternura. Levanto la mirada débilmente y veo el rostro preocupado de Killiam, aunque aparentemente no por mí, su expresión esta lena de angustia y determinación.

—Ian, ¿puedes escucharme? —pregunta Killiam, su voz resonando en mi mente como un eco lejano.

Intento responder, pero mis labios se sienten pesados y entumecidos, como si estuvieran sellados por algún hechizo antiguo. Solo puedo asentir débilmente, tratando de transmitir mi reconocimiento a pesar de mi debilidad.

Killiam parece entender mi silenciosa respuesta.

Una mezcla de emociones me embarga mientras me esfuerzo por entender sus motivos. ¿Por qué está aquí, arriesgando su vida por alguien como yo? Las dudas y la confusión se agitan en mi interior, dejándome sin respuestas.

Aunque el futuro sigue siendo incierto, una cosa es segura: nada será igual después de esta noche.

Mientras me encuentro en ese estado de seminconsciencia, experimento un vacío abrumador que parece envolverme como una manta fría. Es como si estuviera flotando en un abismo oscuro y sin fin, donde no hay ni luz ni sonido, solo el eco lejano de mis propios pensamientos.

Intento alcanzar la superficie de mi conciencia, pero cada vez que creo estar cerca, el vacío me arrastra de nuevo hacia su abrazo gélido. Es una sensación desconcertante, como si estuviera atrapado en un sueño del que no puedo despertar, donde el tiempo y el espacio se distorsionan en una masa informe.

El vacío me consume, haciéndome sentir pequeño e insignificante en comparación con la inmensidad que me rodea. No hay puntos de referencia, ninguna señal de vida o esperanza en este vasto océano de nada.

Siento como si estuviera flotando en la nada, a la deriva en un mar de oscuridad sin fin. No hay sensación de tiempo ni dirección, solo la sensación de estar perdido en un abismo sin fondo.

En medio de este vacío, me enfrento a mis propios pensamientos y emociones, sin nada más que mi propia compañía. Es una experiencia solitaria y aterradora, donde los límites entre la realidad y la fantasía se desdibujan en un remolino de confusión y desesperación.

El vacío parece devorarlo todo, dejándome con una sensación de desamparo y desolación. Me siento como una pequeña chispa de vida en medio de la inmensidad del universo, insignificante e irrelevante en comparación con la vastedad del cosmos.

Es una sensación abrumadora, una pérdida de identidad y propósito que amenaza con consumirme por completo. En medio de este vacío insondable, me encuentro luchando por mantenerme a flote, aferrándome a cualquier hilo de esperanza que pueda encontrar en la oscuridad que me rodea.

En medio de mi estado de inconsciencia, un recuerdo emerge de las profundidades de mi mente, como un destello en la oscuridad. Estoy de pie en la puerta de mi habitación, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho mientras observo la escena frente a mí con incredulidad y dolor.

Mi novia, la persona en quien confiaba y amaba con todo mi ser, está allí, en mi propia cama, con otro hombre. El dolor en mi pecho es como un puñal que me atraviesa el alma, desgarrándome por dentro mientras contemplo la traición ante mis propios ojos.

No puedo apartar la mirada, aunque cada segundo que pasa se siente como un tormento insoportable. Veo cómo se besan apasionadamente, cómo se entregan el uno al otro en un acto de traición que corta más profundo que cualquier cuchillo.

Siento una mezcla de rabia, tristeza y confusión mientras observo la escena, incapaz de comprender cómo alguien a quien amaba tanto podría hacerme esto. Me siento como si estuviera siendo destrozado por dentro, mi corazón hecho pedazos por la crueldad del destino.

Es un dolor que va más allá de las palabras, una herida que nunca sanará por completo. En medio de la oscuridad de mi inconsciencia, este recuerdo me atormenta, recordándome el precio de confiar en alguien con mi corazón.

Es un recordatorio brutal de la fragilidad del amor y la traición que puede esconderse detrás de una sonrisa encantadora. Me encuentro luchando por encontrar sentido en medio del caos emocional, buscando respuestas que nunca llegarán mientras el recuerdo de esa traición sigue ardiendo en mi mente.

Después de aquel doloroso episodio de traición, una sombra de desconfianza se apodera de mi corazón, oscureciendo cualquier posibilidad de volver a confiar plenamente en alguien. Cada sonrisa amable, cada gesto de afecto, se ve empañado por la sombra de la duda y el temor.

Me siento como si estuviera caminando por un campo minado emocional, temiendo que en cualquier momento el suelo se derrumbe bajo mis pies y me deje caer en la oscuridad una vez más. La idea de abrir mi corazón a otra persona se convierte en una pesada losa que pesa sobre mí, ahogándome en un mar de desconfianza y miedo.

Cada vez que me acerco demasiado a alguien, siento el impulso de retroceder, de protegerme de cualquier posibilidad de ser herido nuevamente. La idea de enamorarme y entregarme por completo a otra persona se vuelve aterradora, como si estuviera caminando hacia el borde de un abismo sin fondo.

No importa cuánto intente racionalizar mis temores, la sombra de la traición sigue acechando en las profundidades de mi mente, recordándome constantemente el precio de confiar en alguien con mi corazón. Cada vez que me encuentro sintiendo algo por alguien, una voz en mi interior susurra que es solo cuestión de tiempo antes de que me traicionen de nuevo.

Esta desconfianza se convierte en una barrera infranqueable que separa mi corazón del mundo exterior, dejándome atrapado en un ciclo interminable de soledad y autodefensa. Aunque anhelo el calor del amor y la conexión humana, el miedo a ser herido de nuevo me impide dar ese paso adelante, dejándome atrapado en un estado de perpetua desconfianza.

Guerra de Corazones y EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora