Capitulo #6

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El rugido del mar retumbaba en mis oídos mientras el barco navegaba hacia el destino desconocido. La criatura se acercaba rápidamente, sus ojos tan tétricos como las sombras más oscuras, reflejaban nuestra propia incertidumbre y temor. A pesar de mi firmeza exterior, sentía un nudo de inseguridad en el fondo de mi ser. Sin embargo, mis intenciones permanecían firmes y decididas.

—¡Preparen las armas! ¡Nos enfrentaremos a esta bestia juntos!, ordené con voz firme, tratando de infundir valor en el corazón de los hombres a bordo. La tripulación de Killiam se movía con frenesí, preparando cañones y armas improvisadas para la batalla que se avecinaba.

Los cañones del barco fueron cargados con munición especial, diseñada para penetrar las escamas del monstruo marino. Mientras tanto, algunos de los piratas se preparaban para abordar al dragón marino con ganchos y cuerdas, mientras otros se mantenían en la cubierta lista para repeler cualquier ataque.

El dragón marino emergió de las profundidades, su cuerpo escamoso brillando bajo la luz del sol. Sus fauces se abrieron de par en par, revelando filas de afilados dientes y una lengua tan oscura como la misma noche. Nos enfrentábamos a una criatura de pesadilla, pero estábamos decididos a luchar hasta el final.

—¡A los cañones!, grité mientras el monstruo se acercaba. Los piratas apuntaron con precisión y dispararon, lanzando una andanada de proyectiles contra el dragón marino. Los cañones retumbaron con un estruendo ensordecedor, mientras las balas impactaban contra el cuerpo del monstruo, causándole heridas visibles.

Mientras tanto, los piratas que se habían preparado para abordar al dragón marino se lanzaron al ataque, escalando las escamas de la bestia con habilidad y determinación. Armados con espadas y lanzas, se enfrentaron valientemente al monstruo, buscando debilitarlo desde dentro.

La batalla fue feroz y despiadada. El dragón marino lanzaba llamaradas de fuego y golpeaba el barco con su cola, amenazando con hacerlo pedazos. Pero nosotros no retrocedimos, luchamos con todas nuestras fuerzas, cada uno de nosotros decidido a proteger lo que más valorábamos: nuestra libertad y nuestro honor.

—¡No retrocedan! ¡Sigamos adelante!, grité, animando a mis compañeros mientras esquivaba las llamas y paraba los ataques del monstruo con mi espada. La determinación ardía en mi pecho, impulsándome hacia adelante a pesar del peligro inminente.

Con cada golpe que lanzábamos, la criatura parecía debilitarse, sus rugidos se volvían más débiles y su furia menos despiadada. Finalmente, con un último esfuerzo conjunto, logramos ahuyentar al dragón marino, haciendo que se sumergiera de nuevo en las profundidades del océano.

—¡Lo hicimos!, exclamé, sintiendo un alivio abrumador al ver al monstruo alejarse. La tripulación de Killiam se unió a mi celebración, compartiendo abrazos y sonrisas de triunfo. Habíamos demostrado que juntos éramos más fuertes que cualquier amenaza que se interpusiera en nuestro camino.

Con el peligro pasado, el barco continuó su viaje de regreso a casa, navegando hacia el horizonte con renovada determinación. Sabíamos que aún quedaban desafíos por delante, pero estábamos listos para enfrentarlos juntos, como una verdadera familia de piratas.

Y mientras el sol se ponía en el horizonte, una sensación de paz y satisfacción llenaba mi corazón. Habíamos superado la prueba más difícil de todas y habíamos salido victoriosos. Ahora, nada podía detenernos en nuestro camino hacia la libertad y la aventura que nos esperaba en el vasto océano.


***
El tiempo pasaba lentamente a bordo del barco, y con cada día que transcurría, sentía cómo la nostalgia de mi hogar se intensificaba. Mis pensamientos se llenaban de recuerdos de mi reino y de las personas que había dejado atrás. A pesar de la camaradería que había encontrado entre la tripulación de Killiam, seguía anhelando la libertad de volver a casa.

Una tarde, mientras observaba el horizonte desde la cubierta, una idea empezó a formarse en mi mente. Si podía ganarme la confianza de uno de los tripulantes, tal vez podría encontrar una oportunidad para escapar del barco y regresar a mi reino. Decidida a poner mi plan en acción, me dirigí a mi camarote y busqué entre mis escasas pertenencias la ropa más seductora que tenía.

Con una mezcla de nerviosismo y determinación, me puse un vestido ceñido que resaltaba mis curvas y realzaba mi figura. Me maquillé sutilmente, resaltando mis ojos con un toque de sombra y mis labios con un brillo suave. Cuando estuve lista, salí de mi camarote y me dirigí hacia la cubierta, donde sabía que encontraría a los tripulantes trabajando.

Con pasos decididos, me acerqué a uno de los tripulantes, un joven apuesto con una sonrisa traviesa en los labios. Con una mirada coqueta, me incliné hacia él, dejando que mi vestido se deslizara ligeramente sobre mi piel.

—Hola, guapo —dije con una sonrisa juguetona—. ¿Podrías ayudarme con algo?

El joven tripulante me miró con sorpresa y una chispa de interés en sus ojos.

—Claro, princesa. ¿En qué puedo ayudarte? —respondió, devolviéndome la sonrisa.

Aprovechando su atención, empecé a hablar con él, usando mi encanto y mi ingenio para ganarme su confianza. Durante un rato, pareció funcionar, y el joven tripulante se mostraba cada vez más receptivo a mis insinuaciones poco apropiadas.

Sin embargo, mi plan se vio interrumpido abruptamente cuando una voz familiar resonó detrás de mí.

—¿Qué crees que estás haciendo, Amelia? —dijo Killiam, su tono de voz lleno de furia contenida.

Me volví hacia él, sintiendo cómo la vergüenza y la frustración se apoderaban de mí.

—Killiam, yo... —comencé a decir, pero él me interrumpió con un gesto brusco.

—Ya es suficiente, Amelia. No permitiré que intentes escapar de esta manera tan insensata —dijo, su mirada dura y decidida.

Antes de que pudiera protestar, Killiam me agarró del brazo y me llevó a rastras hacia mi camarote. Con un empujón, me arrojó dentro y cerró la puerta con llave, dejándome sola en la oscuridad.

—No saldrás de aquí hasta que aprendas a comportarte, Amelia y entiendas que no escaparas de aquí. —dijo a través de la puerta, su voz llena de advertencia.

Me quedé allí, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de mí. Había intentado escapar, y había fracasado estrepitosamente. Ahora, estaba atrapada una vez más, a merced de Killiam y su tripulación. Y mientras el barco seguía su curso a través del océano, me di cuenta de que tendría que encontrar una manera diferente de alcanzar mi libertad.

Guerra de Corazones y EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora