Capitulo #28

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Me encontraba sentada en el camarote, frente a Killiam, mi amigo de toda la vida y confidente más leal. La luz dorada del sol se filtraba por las rendijas de las ventanas, creando un juego de sombras y destellos sobre las paredes de madera. Mientras hablábamos, podía sentir el peso de mis preocupaciones y emociones, como una carga pesada que se había instalado en mi pecho desde hacía días.

Killiam me miraba con esa serenidad característica, como si pudiera leer mis pensamientos solo con verme. Era reconfortante tenerlo allí, dispuesto a escuchar cada palabra que salía de mis labios y ofrecerme su sabiduría y apoyo incondicional.

—Te enamoraste del príncipe, ¿verdad? —dijo Killiam de repente, con una sonrisa irónica que apenas se asomaba en sus labios curtidos por el sol.

Me sorprendió su pregunta directa, pero al mismo tiempo, sentí un alivio al poder hablar con alguien sobre lo que estaba sintiendo. Asentí con un suspiro, dejando que la verdad saliera a la luz.

—Sí, Killiam, creo que sí —respondí con sinceridad, sintiendo un nudo en la garganta al admitirlo en voz alta.

Killiam asintió con comprensión, como si ya lo supiera antes de que yo lo dijera. Era increíble cómo podía leerme tan fácilmente, como si nuestros corazones estuvieran conectados de alguna manera inexplicable.

—Cuéntame todo, Amelia —dijo Killiam, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si estuviera ansioso por escuchar cada detalle de mi historia.

Y así lo hice. Le hablé de cada encuentro con Ian, de las miradas cargadas de significado, de los gestos que habían avivado la chispa de una atracción incipiente. Con cada palabra, sentía que un peso se levantaba de mis hombros, como si al compartir mis sentimientos con Killiam, pudiera liberarme de su peso abrumador.

Killiam escuchaba atentamente, asimilando cada palabra con una expresión seria y reflexiva en su rostro curtido por el sol y el viento del mar. Sabía que podía confiar en él para comprender la complejidad de mis emociones y ofrecerme el consejo sabio que necesitaba en este momento de incertidumbre.

—Entiendo lo que quieres decir, Amelia —respondió Killiam con calma, colocando una mano reconfortante sobre la mía—. Pero recuerda que las emociones son como las olas del mar: a veces turbulentas y confusas, pero siempre llevándonos hacia algún destino desconocido.

Sus palabras resonaron en mi interior, llenándome de una sensación de paz y claridad. Sabía que Killiam tenía razón: tenía que seguir mi corazón, pero también mantener la cabeza en alto y los pies en la tierra.

—Pero, ¿qué debo hacer? —pregunté, buscando orientación en los ojos sabios de mi amigo—. No sé si puedo confiar en mis sentimientos hacia Ian, especialmente después de lo que ha sucedido.

Killiam me miró con calma, sopesando sus palabras con cuidado antes de responder.

—Solo tú puedes saber qué es lo correcto, Amelia —dijo Killiam con sinceridad—. Sigue tu corazón, pero mantén siempre la cabeza en alto y los pies en la tierra. Recuerda quién eres y qué es lo que realmente deseas en la vida.

Asentí, agradecida por sus palabras reconfortantes y su apoyo incondicional.

La brisa marina jugueteaba con los mechones de mi cabello mientras observaba el horizonte desde la cubierta del barco. A mi lado, Killiam se mantenía de pie con una espada en mano, su mirada fija en el vasto océano que se extendía ante nosotros. Habíamos decidido tener una pequeña práctica de esgrima para levantar el ánimo y distraernos de las preocupaciones que nos acechaban.

—¿Estás lista, Amelia? —preguntó Killiam con una sonrisa traviesa, balanceando su espada con destreza mientras se preparaba para el enfrentamiento

Guerra de Corazones y EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora