Capitulo #3

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Dejé a Ian recostado en el caballo dormido debido al golpe que le di.

Empecé a intentar tumbar algunos troncos y cargarlos y colocarlos intentando armar un techo. Usé algunos trapos para ponerlos para taparnos de la luz, gracias al cielo funcionó algo, al menos sobreviviríamos a la lluvia.

Bajé a Ian del corcel y tuve que sacar fuerzas de donde no tuve para cargarlo y llevarlo al refugio. Lo recosté y usé las bolsas con ropa para llevarlas de almohada. Pusiste su cabeza sobre estas y me replanteé la idea de mi ayuda hacia él. Estaba siendo más amable de lo que se merecía. Si hubiera herido a alguien más, seguramente lo hubiera rematado o dejado a su suerte para luego morir. Él fue muy injusto conmigo y ahora yo soy buena con él, él podría decir que ha recibido más misericordia que nunca.

Noté una herida en su pecho, la cual parecía grande. Mierda, sangraba demasiado, debía ayudarlo o enserio tendría problemas.

Cuando logré quitarle el pecho de la armadura, me tomó por sorpresa su movimiento brusco, pues se había levantado y me había tomado por las manos mientras se ponía encima de mí.

—¿Qué pretendes, princesita? — Aquí, al ver sus ojos con cierto temor a mis actos — ¿Quieres quitarme mi armadura y dejarme solo indefenso?

—¿Tal como tú hiciste conmigo hace menos de un día? No, no soy como tú, jamás seré como tú.

Hice un movimiento intentando zafarme de él, liberándome de su agarre, pero él hace un gesto de dolor y mira su camisa ensangrentada.

—Mierda, empeoró —dije— y se debió notar mi preocupación y él debió estar muy adolorido como para poder zafarme.

Toqué su herida y bajé su camisa.

—No me toques.

Dijo de manera tosca mientras estaba molesto.

—¡Solo intento ayudarte!

Él me miró confundido, pero luego dejó que me acercara.

Deslizó su camisa hacia un lado para poder ver la herida.

—¿Tienes trago para desinfectar la herida?

—No... no voy ebrio a mis guerras.

Fruncí mi ceño, solían decir mucho eso de él, que siempre bebía antes de una batalla.

—Solían decir mucho eso de ti, supuse que era cierto.

—Pues no lo es... — Lo dijo con hostilidad, pero con una mueca de dolor en su rostro.

Tomé una manga de su camisa y la rompí para crear una venda con la misma.

—¡Hey!

—O dejas de gritar y quejarte, o te mueres desangrado.

Él tomó un suspiro y me miró como aceptando que yo lo toque.

—Gracias, idiota —dije con ironía.

Limpie su herida con el agua de lluvia que empezaba a caer del cielo.

Cuando até su herida para que deje de sangrar, lo hice con un poco más de fuerza de lo normal, lo que ocasiono que él se quejara e intentara apartarme de un empujón, lo que yo bloqueé y lo empuje yo a él.

—Lo mínimo que deberías hacer es agradecerme de salvarte el estúpido pellejo antes de que murieras en esa estúpida batalla por ir ebrio.

—No lo estaba, eso es mentira. No pondría la vida de mi gente en riesgo yendo ebrio a una batalla.

—Debería matarte por lo que has hecho y en su lugar te estoy ayudando.

—Sabes bien que mi padre sabría que fuiste tú y tu pellejo nunca estuviera a salvo.

Guerra de Corazones y EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora