La noche había caído sobre el palacio de Eldoria, envolviendo todo en una misteriosa penumbra. Después de un día lleno de preparativos para el baile, me dirigí hacia la habitación de Amelia, esperando poder compartir unos momentos de tranquilidad con ella. Sin embargo, al llegar frente a su puerta y llamar suavemente, no hubo respuesta.
Fruncí el ceño, sintiendo una ligera preocupación al no obtener ningún signo de vida de Amelia. ¿Estaría bien? ¿Habría sucedido algo?
Llamé nuevamente, un poco más insistente esta vez, pero el silencio continuó reinando en el otro lado de la puerta. Entonces, decidí abrir la puerta lentamente, esperando encontrar a Amelia descansando pacíficamente en su habitación.
Sin embargo, al entrar, me encontré con la habitación vacía, bañada por la luz suave de la luna que se filtraba por las ventanas entreabiertas. Una sensación de inquietud se apoderó de mí mientras escudriñaba el espacio en busca de alguna señal de ella.
—Amelia, ¿estás aquí? —llamé, mi voz resonando débilmente en el silencio de la habitación.
Pero no hubo respuesta, solo el eco de mis propias palabras flotando en el aire. Me preocupé aún más, preguntándome dónde podría estar y si algo le había sucedido.
Al no recibir respuesta, la preocupación empezó a crecer en mi pecho como una sombra inquietante. Mis pensamientos se llenaron de escenarios alarmantes, imaginando todo tipo de posibles percances que podrían haberle ocurrido a Amelia.
Decidido a encontrarla, abrí la puerta de su habitación con cautela, sintiendo un nudo en la garganta mientras la luz de la luna iluminaba el interior. Cuando mis ojos se ajustaron a la penumbra, pude verla allí, tendida en la cama, completamente dormida.
Un suspiro de alivio escapó de mis labios mientras me acercaba a ella con paso ligero pero cuidadoso. La suavidad de su respiración tranquila y el gesto apacible en su rostro me tranquilizaron, disipando la tensión que había estado acumulando en mi interior.
Me detuve junto a su cama, observándola con ternura mientras ella dormía plácidamente. La luz de la luna iluminaba su semblante angelical, creando una imagen de paz y serenidad que me hizo sonreír suavemente.
Con cuidado, me aseguré de que estuviera cómoda y cubierta antes de alejarme, dejando que continuara descansando tranquilamente. La preocupación que me había invadido momentos antes se disipó, reemplazada por una sensación de alivio y gratitud al verla a salvo y en paz.
Una sensación de afecto se apoderó de mí, mezclada con una chispa de emoción que luchaba por abrirse paso entre mis pensamientos.
Amelia lucía serena y tranquila en su sueño, como si no estuviera preocupada por las intrigas y desafíos que nos rodeaban. Admiraba su valentía y compasión, cualidades que la hacían destacar entre la multitud y que despertaban en mí una profunda admiración.
Pero junto con ese sentimiento cálido y reconfortante, también había una sombra de temor que se agitaba en lo más profundo de mi ser. El recuerdo de relaciones pasadas, marcadas por la traición y el dolor, me impedía acercarme demasiado, sembrando dudas y temores en mi corazón.
Aunque anhelaba acercarme a Amelia, expresarle mis sentimientos y compartir esos momentos íntimos, me detuve. El miedo a ser herido nuevamente me frenaba, recordándome las cicatrices que aún llevaba en mi corazón.
Por lo tanto, opté por ignorar esos deseos, reprimiendo cualquier indicio de emoción que pudiera surgir. Me convencí de que era más seguro mantenerme en la distancia, protegiéndome a mí mismo de cualquier dolor futuro.
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Guerra de Corazones y Espadas
RomanceEn el reino de Arkania, la joven princesa Amelia vive bajo la sombra de la guerra con el reino vecino de Eldoria. Cuando su pacífico reino es invadido por las fuerzas del príncipe enemigo, Ian, Amelia pierde a sus padres en un cruel ataque. Herida y...