𝚇𝚅𝙸𝙸. 𝙽𝚞𝚎𝚜𝚝𝚛𝚘 𝙻𝚎𝚗𝚐𝚞𝚊𝚓𝚎

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𝙰𝚍𝚟𝚎𝚛𝚝𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊: 𝙴𝚕 𝚜𝚒𝚐𝚞𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚌𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎 𝚎𝚜𝚌𝚎𝚗𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚕𝚝𝚛𝚊𝚝𝚘 𝚏í𝚜𝚒𝚌𝚘 𝚎𝚡𝚙𝚕í𝚌𝚒𝚝𝚘

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𝙰𝚍𝚟𝚎𝚛𝚝𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊: 𝙴𝚕 𝚜𝚒𝚐𝚞𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚌𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎 𝚎𝚜𝚌𝚎𝚗𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚕𝚝𝚛𝚊𝚝𝚘 𝚏í𝚜𝚒𝚌𝚘 𝚎𝚡𝚙𝚕í𝚌𝚒𝚝𝚘. 𝚂𝚎 𝚛𝚎𝚌𝚘𝚖𝚒𝚎𝚗𝚍𝚊 𝚍𝚒𝚜𝚌𝚛𝚎𝚌𝚒ó𝚗.

𝟏𝟐:𝟐𝟔𝐚𝐦.
𝐃𝐨𝐦𝐢𝐧𝐠𝐨, 𝐥𝐥𝐮𝐯𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐞𝐫𝐬𝐚𝐬.
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     Desde la fiesta de cumpleaños de Damian, hacia 6 meses ya, las cosas entre Kath y Jaden iban... en un sube y baja, como una loca montaña rusa.

     7 meses de relación... Y Jaden jamás presentó a Kath como su novia, a nadie.

     En el transcurso de esos meses, Kath había hecho su "luto".

     ¿Luto de qué?

     De sus esperanzas en la relación.

     Aquellos meses le dieron a Kath el tiempo para conocer mejor a Jaden, y al ser ella tan observadora, notó que todo aquello que consideraba parte de la relación... era un tanto enfermizo:

     Se encontraba a Jaden en todo lugar, en la tienda de abarrotes, en parques, de camino al trabajo, en cada bendita esquina, como si fuese su sombra, su propio aire... su perseguidor. En público, eran colegas. En la universidad, simples compañeros, pero en soledad... los dulces labios de aquel pelinegro quemaban el alma y llenaban a la morena de dudas y tristeza. Mirar a los ojos de Jaden era peligroso. Tenía el poder para doblegarla con absoluta facilidad. Sus abrazos parecían querer apresarla, sus manos la sujetaban con fuerza, sus rabias salían a gritos, su calma ardía entre sus apasionados besos... Jaden no conocía las disculpas, su manera de solucionarlo todo; eran regalos costosos y más besos bañados de veneno...

     Sus besos... adictivos cual más infame droga, la embriagaban... quizá dejar esa pequeña adicción era difícil, porque extrañaba ser amada, añoraba sentirse protegida en los brazos de alguien que jurase cuidarla siempre; se sentía sola, y Jaden apareció en el momento justo, cuando estaba cerca de ser consumida por su rutina y esa paz agridulce de la soledad.

     Sus salidas eran pura adrenalina: iban a pistas de rally, donde conducían como locos. Jaden se encargó de enseñarle a Kath todo lo que sabía. Hacían motocross, entre empinadas colonas. A veces el canopy era su escape, y travesaban increíbles paisajes entre las alturas, y cuando no tenían energías, una vuelta por carreras o peleas clandestinas era su punto de desconexión.

     Los sábados, holgazaneaban. Se quedaban en cama, pedían a domicilio, se acurrucaban junto a Pepinillo...

     Todo era perfecto, mientras no hubiese nadie conocido alrededor.

Tu Última Ex.Cusa [Libro 1: Ignition] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora