EPÍLOGO

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Elliot

Tres años después...

La paternidad no ha sido fácil, es dura. Es un constante desafío que me ha llevado a enfrentar situaciones totalmente nuevas y desconocidas. Antes, mi vida giraba en torno a misiones encubiertas, interrogatorios y operativos de alto riesgo. Ahora, el mayor desafío no es atrapar a los criminales, sino lidiar con pañales sucios, noches sin dormir y aprender a cocinar platos comestibles (o al menos intentarlo), pero Alessia siempre estaba ahí para guiarme con paciencia y ternura.

Recuerdo la primera vez que sostuve a Isabella en mis brazos, apenas unos minutos después de su nacimiento. Su fragilidad me dejó sin aliento, pero también despertó en mí un amor inmenso y abrumador. Desde entonces, hemos compartido innumerables momentos juntos: desde las noches en vela meciéndola en mis brazos hasta las tardes en el parque, viendo cómo descubre el mundo con ojos curiosos y llenos de asombro. Recuerdo claramente cuando tuve que cambiarle el pañal a Isabella. Estaba tan nervioso como si estuviera entrando en una operación encubierta. Alessia, con su paciencia infinita, me guió paso a paso, asegurándose de que no cometiera ningún error. La expresión de Isabella mientras la limpiaba y cambiaba era de pura inocencia, y en ese momento supe que haría cualquier cosa por protegerla y cuidarla.

Dylan se encuentra a mi lado, observo el reloj con nerviosismo. Faltan apenas dos minutos para que Alessia llegue. Nuestros seres queridos están reunidos en la ceremonia, ansiosos por celebrar este día especial con nosotros. Es un momento que hemos esperado con anticipación, un paso más en nuestro viaje juntos hacia el futuro.

La llegada de Alessia a mi vida marcó un antes y un después. Después de haber atravesado momentos oscuros en el amor, su luz iluminó mi camino de una manera que nunca imaginé posible. Con ella, descubrí que el amor puede sanar incluso las heridas más profundas, y que la felicidad puede renacer de las cenizas del pasado.

—Solo espero que no te dé un ataque de pánico y salgas corriendo —bromea Dylan, sacándome de mis pensamientos.

—No digas estupideces, Dylan —respondo con un gruñido, aunque agradezco por su compañía en este día tan importante.

Las enormes puertas con vidrios de colores se abren lentamente, anunciando la llegada de Alessia. Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras observo con anticipación. Y entonces, veo a Luciana entrar con Isabella, esparciendo pétalos blancos sobre la alfombra roja, un gesto dulce y encantador que añade un toque mágico a la ceremonia. Isabella viene con una sonrisa radiante, sus ojos brillando de emoción mientras disfruta del momento con toda su inocencia. Es una imagen que se graba en mi mente, un recuerdo que atesoraré para siempre.

Detrás de ellas, Alessia camina con elegancia, acompañada por Angelina y Beatriz, dos mujeres que cuidaron y criaron a Alessia cuando sus padres fallecieron, cada una a su lado, radiantes y elegantes. El vestido blanco de Alessia flota a su alrededor mientras camina con gracia, su figura esbelta resaltando contra el telón de fondo de la sala decorada con delicados arreglos florales. El suave murmullo de admiración se eleva entre los invitados al verla, su presencia exudando una elegancia innata que parece detener el tiempo por un momento.

Su rostro está iluminado por una sonrisa radiante que quita el aliento, y sus ojos, profundos y cautivadores, brillan con una mezcla de emoción y confianza. Cada paso que da está lleno de gracia y determinación, como si estuviera caminando hacia nuestro futuro juntos con absoluta certeza.

Sus ojos no se despegan de los míos. Esta mujer es increíblemente hermosa y radiante; después de que ella entra a un lugar, todo lo ilumina. Recuerdo los momentos en los que compartimos risas y lágrimas, los momentos de complicidad en medio de la noche, y sé en lo más profundo de mi ser que no podría haber elegido a una compañera mejor para este viaje llamado vida.

Flavors of Desire: Sabores del Deseo [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora