Me encuentro en la cocina, sumergida en el dulce caos de preparar la merienda de Isabella. Desde aquí, la veo juguetear con sus pequeños tesoros esparcidos por el suelo, creando un mundo de fantasía a su alrededor.
—¡Isabella! —mi voz irrumpe en la atmósfera—Ven a lavarte las manos para que disfrutes la merienda.
—Ya voy, mami —responde con voz melosa, abandonando su juego. Se acerca, con sus ojos verdes chispeando con la inocencia que solo los niños poseen. —Mami, ¿cuánto falta? —su voz dulce, llena el aire mientras extiende sus bracitos hacia mí.
—¿Para qué, cariño? —la levanto en mis brazos, facilitándole el camino hacia el lavabo.
—Para que llegue papi. —responde, concentrada en lavar sus manitas con esmero.
Busco con la mirada el reloj en la sala, ansiosa por darle una respuesta. —No falta mucho, mi vida. Papá está a punto de llegar del trabajo.
La deposito con cuidado en su silla, observando cómo devora su porción de fruta con ansias de niña hambrienta.
—¿Podemos ver 'Nemo'? —su petición viene acompañada de una mirada suplicante que es imposible resistir.
—Por supuesto, amor, pero primero termina tu fruta. —le sonrío, sintiendo el corazón lleno ante su ternura.
Mientras Isabella saborea sus fresas, me relata a su manera las aventuras de su día en la guardería. Nuestra conversación se ve interrumpida por el sonido familiar de la puerta al cerrarse, y una chispa de emoción ilumina los ojos de Isabella.
Elliot se acerca hasta donde nos encontramos con Isabella, sosteniendo dos ramos de flores. Una sonrisa ilumina su rostro cansado, pero feliz. Sus ojos brillan al ver a su pequeña y a mí.
—Mami, ¿me puedes bajar? —me pide Isabella con una emoción palpable en su voz.
La bajo y corre hacia su papá, quien se agacha para recibir el abrazo de su pequeña.
—Hola princesa, estas son para ti. —dice Elliot entregando el ramo de flores con ternura y amor.
Isabella observa el ramo de flores y sonríe. —Hola papi, gracias papi —le deja un sonoro beso en la mejilla, sus gestos rebosan amor y gratitud.
La emoción brilla en los ojos de Isabella al ver sus flores, y las acerca a su nariz para inhalar su dulce fragancia, lo que le provoca una nueva sonrisa.
El brillo de emoción en los ojos de mi pequeña al ver las flores me hace sonreír, pero también despierta un torbellino de emociones dentro de mí. Observar a Elliot interactuar con nuestra hija de esa manera tan tierna me llena de una sensación de dicha y nostalgia al mismo tiempo. Es como si cada gesto, cada palabra compartida entre padre e hija, fuera un recordatorio de los momentos que pasamos juntos como familia, y también de lo que podría haber sido si las cosas hubieran sido diferentes entre Elliot y yo. Aunque intento mantenerme concentrada en el presente, no puedo evitar que mi mente divague hacia esos recuerdos que se entrelazan con la escena frente a mí, haciendo que mi corazón se estremezca con una mezcla de añoranza y gratitud por los momentos que compartimos ahora.
Elliot se pone de pie y camina hacia mí con una sonrisa. —Hola mi amor. —Elliot me besa en los labios y luego me entrega las flores con una sonrisa—. Para la mujer más hermosa que ilumina mi día a día.
—Hola amor. —murmuro, imitando la acción de Isabella. Sonrío al oler las flores. —Son bellísimas, muchas gracias.
—¿Y mi beso? —pregunta, estirando sus labios hacia mí, sus ojos brillan con picardía—. ¿No tengo un beso de agradecimiento?
ESTÁS LEYENDO
Flavors of Desire: Sabores del Deseo [En corrección]
Roman d'amourAlessia es lo último que Elliot necesita, y él es la última persona en la que Alessia pensó que se vería involucrada.