Plan de reclutamiento.

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Una sensación tan incomoda como diferente, invadió el cuerpo, un tanto más fornido del chico enseguida, sintió como la realidad lo apachurraba, haciendo que cada uno de los átomos de los que se compone su cuerpo, aparecieran en otro sitio, aunque no tan diferente del que habían salido.

Al tocar suelo y tambalearse por unos segundos, viendo las escasas luces de los faros de forma borrosa, se percato que estaban en un pequeño kiosco, en medio de una plaza, totalmente solitaria. Giro la mirada hacia una esquina y pudo ver un cartel que decía "Bienvenido a Budleigh Babberton".
— Acabamos de aparecernos, ¿Verdad señor? — Soltó Harry tratando de mantenerse aún en pie
— Así es y yo diría que exitosamente; la mayoría vomitan la primera vez.
— No imagino porqué — respondió el pelinegro con sarcasmo.

Tenia frente a el, lo que parecía un pueblo tranquilo y encantador, de fondo a la izquierda se podían ver las luces de una iglesia, pero más allá de algunos sonidos cotidianos de la noche, no parecía existir peligro, por eso, Harry se extraño cuando el director sacó su varita
— Saca tú varita Harry y, no te separes — Ordenó el viejo.

Harry obedeció y camino junto al director, girando por algunas callejuelas, hasta llegar a una casa, cuya puerta de la valla de madera que adornaba el jardín, estaba abierta, al igual que la puerta principal. En el marco de la puerta, había un librero cruzado, como si cualquiera que hubiese sido el último en salir, hubiese dejado la casa patas arriba.

Harry se tenso y aferro con más fuerza su varita en su mano derecha. Dumbledore siguió adelante vigilante, empujando el librero para poder pasar, aquel anciano parecía aún tener la fuerza vital de su juventud, aunque sus huesudas y arrugadas manos, indicaran lo contrario.
— Lumos — recito Dumbledore al percatarse que la casa estaba totalmente a obscuras.

Los dos entraron, a paso lento, mirando hacia todas direcciones. La casa era un desastre, el tapiz morado con ondas de la pared estaba arrancado, los muebles volcados, las estanterías vacías y el piso lleno de su contenido. Dumbledore llegó hasta el Living y miró extrañado, como del techo, brotaba una sustancia roja.

Harry pensó que era sangre, pero el anciano no estaba tan seguro que fuese humana. Dirigió una gota, que le había caído en la mano hacia su boca y procedió a probarla, jugando con su sabor en su lengua, tratando de descifrar que era aquello que revoloteaba en sus papilas gustativas.
— Sangre de dragón — resolvió seguro. Entonces el mago más poderoso de todos los tiempos, se percato de algo inusual y, es que al fondo del pasillo, estaba el único mueble que no habían tocado. Era un sillón para una persona, un tanto más grande que el promedio y quizá con más relleno que los otros que se encontraban regados por todo el living.

Dumbledore se acercó ante este extraño objeto decorativo e hincó la varita, encajando la punta de esta en el reposa espalda de aquel sillón, que de inmediato dio un salto, emitiendo un sonido de dolor. El pelinegro pudo ver, de cómo aquel objeto que hasta hace unos segundos yacía inerte, se formaba la figura de un anciano alto, calvo de la coronilla, gordo y con un pijama que era el mismo diseño de aquel sofá.
— ¡Por la barba de Merlin Albus! — Grito aquel hombre, recuperando su forma y mirando con gesto de reproche al director — ¡No tenías que desfigurarme!

— Debo admitir que eres un sillón muy convincente Horance — expresó Dumbledore divertido
— Hasta ahora, ¿Qué me delató? — Pregunto el anciano
— Sangre de Dragón — Respondió Dumbledore señalando el techo. Aunque, la atención de Horance ahora estaba en el chico, que vestía un sueter azul rey, con una playera azul claro debajo. Debido a la luz de la varita de Dumbledore, podía ver su rostro inmaculado signo de su juventud y reconocer de inmediato aquella famosa cicatriz y quizá, algunos rasgos más que no le eran para nada ajenos.

Harry Potter y el misterio del príncipe Mestizo 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora