Borgin & Burkes.

105 5 0
                                    

Los Malfoy, caminaban decididamente por la acera, hasta la intersección que marcaba el comienzo del callejón Knockturn, a unos metros, resguardados en las paredes de las diferentes tiendas, silenciosos como Demiguises, estaba el trío de oro, siguiéndole los pasos, a pesar de la cara de consternación de la bruja más inteligente de su curso.

— Harry, cuando lleguemos al callejón trata de caminar en las sombras, muchos ahí...
— Lo sé — Respondió el pelinegro ante la advertencia de su mejor amiga
— Ahora — Aviso Ron al percatarse que los Malfoy se habían adentrado a aquella parte no tan pulcra del callejón Diagon, ávida de tiendas y personas tenebrosas.

Hermione vio aterrada como en las paredes de ladrillos del callejón Knockturn estaban plasmados diferentes carteles, de presos que se habían fugado de Azkaban. Muchas de estas caras las había visto de primera mano, en la batalla del departamento de misterios hacia unos meses atrás. Aunque había otro, con mirada feroz y gesto atemorizante, muchísimo más peligroso que los demás, según su propio cartel de "se busca". Fenrir Greyback, un conocido, cruel e insaciable hombre lobo, que disfrutaba convertir a tantos magos fuese posible a licántropos, siendo su presa favorita, los niños.

—Harry —- Susurró Hermione muerta de miedo, con la esperanza de que sus amigos olvidaran aquella incursión extremadamente peligrosa, pero el pelinegro estaba decidido a continuar. Hermione se aferro al brazo de Ron, cosa que hizo entorpecer al pellirrojo pues, al sentir el contacto de la bruja, había chocado con un hombre que miraba a la pared, repitiendo frases extrañas, como una especie de suplica rara.

Los chicos solo siguieron caminando, ganándose la mirada de varias brujas y magos que vestían de negro completamente. El trío de oro no tenía claro si los habían reconocido, a pesar de que sus caras por esos días eran muy famosas, sobre todo la de aquel chico pelinegro de peculiar cicatriz en la frente. Para su suerte, ninguno intento nada y solo quedo en miradas extrañas e intenciones confusas.

Los Malfoy se dirigían a una tienda, con fachada de color verde apagado y mostradores polvosos. Harry la reconoció enseguida, había estado cuatro años atrás ahí, aunque por error, la vez que viejó por primera vez con polvos flu desde la madriguera y había pronunciado mal el nombre del lugar a donde quería llegar, apareciendo en aquella tienda tenebrosa y siendo salvado por Hagrid de un montón de brujas y magos de dudosa reputación que lo reconocieron y se habían acercado con los peores deseos.

— Por aquí —aviso Harry a sus amigos. El pelinegro trepó por unas cajas de madera apiladas convenientemente en la trastienda del local más cercano a aquella tienda de objetos tenebrosos. Sus amigos lo siguieron, llegando al tejado, quedando en perfecta posición para ver desde arriba el interior de la tienda. Las cortinas viejas y oscuras se hallaban recogidas y por el sucio ventanal de Borgin and Burkes, se asomo una sombra alta, de cabello oscuro y gesto salvaje. Hermione lo reconoció enseguida, lo había visto hacia unos instantes en aquellos carteles.

Los tres chicos se agacharon por instinto. Greyback quién había sentido la mirada de los muchachos, volteo para todos lados, pero las manchas en el cristal hicieron imposible, para fortuna de los chicos, que los descubriera. El hombre lobo solo cerró las cortinas.
— Vamonos de aquí ya —Expresó Hermione en voz baja, pero con un miedo mordaz en su voz. Los chicos bajaron con cuidado y se alejaron de aquella callejuela, descolorida y sumamente aterradora.

Al llegar hasta la intersección y volver a la parte buena, aunque solitaria del Callejón Diagon, se sintieron más seguros y se sentaron a esperar a Ginny y a Molly que seguían para su fortuna, aún dentro de Sortilegios Weasley. Harry no quería ni pensar en el regaño de la señora Weasley si supiera de aquella arriesgada excursión al callejón Knockturn con los tiempos que corrían. El pelinegro tenía mucho en la cabeza y una sospecha quizá obvia, pero no por eso, menos preocupante.

Después de unos minutos esperando en las bancas de afuera, viendo a un par de niños, comprar de la expendedora, malvaviscos calentados por un ejemplar pequeño de Dragón de las antípodas, Molly y Ginny por fin salieron, felices y cargando algunas bolsas. Aunque Ginny no sólo cargaba consigo bolsas, pues en su hombro izquierdo traía un bola de pelo pequeña, de color rosa chicle, que a ratos, mostraba su gran lengua.
-—Se llama Arnold -— Expresó la pelirroja al trio de oro, mientras veían a su puff pigmeo con ternura, cuando iban en el carruaje de regreso a la madriguera, aunque Harry no sólo veía al pequeño Puffskein, también la veía a ella y tuvo que contener suspiros con falsos bostezos, cuando el encanto de los ojos azules claros de Ginny, podía con su razón.

Era definitivo que tenía que dar el paso, tenia que decirle a Ginny lo mucho que le gustaba, tenia que confesarselo, estaba claro que era reciproco, solo era cuestión de valentía y de buscar el momento justo, de suavizar a Ron en el camino y de aguantar las miradas burlescas de Hermione.

Harry sabía que Hermione conocia de sus sentimientos, tampoco dudaba que Ginny le hubiese contado de su beso aquella noche en el ministerio, pero su mejor amiga no había tocado el tema con el, aunque intuía que era por Ron. Además no habían estado los dos solos para hablar de los problemas del corazón. Todo el verano se la pasaron junto al pelirrojo, divirtiéndose en la madriguera o haciendo tareas caseras para la señora Weasley, había sido fantástico, pero, era tiempo de volver a Hogwarts y dentro del castillo encontraria el momento justo.
—————————————————
— Harry ya es hora —Hermione, ya lista y arreglada, luciendo muy hermosa, había movido al pelinegro que dormía profundamente aquel domingo agradable de verano.
El chico tomo sus gafas y se percato que Ron aún dormía, emitiendo sonoros ronquidos.

Harry tomó una ducha, se vistió con una camisa azul de cuadros y unos Jeans, trato de peinar su cabello aunque le resultó imposible y bajo al comedor donde ya lo esperaba Remus, Bill, la señora Weasley y para desgracia de esta última, Fleur.
- Oh Haggy, te ves muy huapo - Expresó la hermosa francesa abrazándolo cariñosamente. El chico solo le regalo una sonrisa a la rubia y se sentó en la mesa para degustar su último desayuno cocinado por las dedicadas manos de Molly.

Al bajar Ron, el chico se relajo y tomó un poco de su jugo de calabaza, Bill leía el periódico, Fleur trataba de ganarse a su suegra con comentarios bonitos sobre la casa y ayudando a lavar los platos sucios
—El clima en egta pagte es hermoso...
—¿Segura no extrañas los pirineos querida?— Respondió Molly tratando de sonar amable, aunque claramente el comentario iba con segundas, aunque su yerna no se percato de ello.

Después de unos segundos bajaron Ginny y Hermione, Harry no pudo evitar que su mandíbula cayera al suelo, al ver a la pelirroja, lucia bellísima, con un ligero rubor en sus blancas mejillas y los ojos vivos que el chico tanto amaba. Pensó en la gran oportunidad que tenía, en las horas y horas en el compartimiento del Expresó de Hogwarts, sobretodo, en las horas donde irremediablemente estarían solos, pues Ron y Hermione serían prefectos. Quizá tendría la suerte de volverla a besar.

Cuando dio la hora, Molly aviso a los chicos que de nuevo viajarían en carruaje. Los chicos salieron de la madriguera, mirando por última vez aquel acogedor sitio, despidiéndose de Fleur y Bill con la mano y subiéndose al carruaje para poner rumbo a la estación de King's Cross, en Londres.

Después de un viaje incomodo, pues la tensión de Remus y la tristeza de Tonks no pasaba desapercibido para nadie, llegaron a su destino. Se despidieron de Remus, que les deseo suerte y les pidió que se cuidarán, pues aquel año, no iba a estar fácil
—Y no solamente por las tareas escolares — Aviso Remus a los chicos, que asintieron.

Se adentraron a la estación, por el andén mágico y de nuevo se sentía esa sensación de júbilo generalizado de los estudiantes como todos los años y el nerviosismo de los chiquillos de nuevo ingreso, tímidos y callados, con padres vueltos un manojo de tristeza y nervios.
—Cuídense niños— Expresó Molly con una sonrisa maternal a los cuatro chicos que abordaron el expreso de Hogwarts, y se embarcaban de nuevo a otro emocionante año escolar, que prometía ser igual de peligroso e interesante, que el resto.

Harry Potter y el misterio del príncipe Mestizo 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora