Oppugno.

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Caminaban lo más rápido que la nieve les permitia, la nevisca no había cesado, aunque después de unos minutos que parecieron horas, pudieron distinguir la reja con dos columnas que mantenían la figura de dos cerdos alados, que los esperaban solemnes, inertes e innanimados.

Los cinco chicos subieron casi corriendo la gran escalera, para su suerte los escalones parecieron considerar su angustia y fueron condescendientes con su andar hasta llegar al ala sur, después de recorrer pasillos qué en esos instantes parecian tediosos, entraron rápidamente a la enfermería, donde una compungida McGonagall y un frío Snape, veían de frente a una cama apartada con las cortinas cerradas y ruidos de frascos combinados con leves jadeos de pena de Madame Pomfrey.

Después de un rato más de agonico desconcierto, Madame Pomfrey salió, bañada en sudor y con los ojos brillososo, dando a entender su gran esfuerzo —Pude contener la maldición, — Dijo azorada —pero a este niña la tienen que ver en San Mungo, me temo que no puedo hacer nada más que eso
—Gracias Poppy, — Mencionó McGonagall — la señorita Bell es de mi casa, yo me quedaré a cuidarla, descansa un rato, ya le mande una lechuza a sus padres, vendrán pronto.

Madame Pomfrey asintió débilmente y salió en dirección hasta su despecho.
—Ahora, ¡¿Alguien puede decirme que demonios paso?!
Las palabras de la profesora McGonagall hicieron que Leanne saliera de detrás, con los ojos hinchados y voz queda, empezó a contar

— Estaba con ella profesora. Estábamos en las tres escobas, cuando vimos a Madame Rosmerta entrar al baño, Katie de inmediato se paro y me aviso que iría al tocador también, yo me quedé ahí, hasta que regreso, traía un paquete, mencionaba emocionada qué tenía que entregarlo, que tenia que cumplir esa misión, que era muy importante, — palidecio y empezó a sollozar de nuevo, siendo sostenida animicamente por Ginny y Hermione, una a cada lado, asegurándose qué no se derrumbara de la pena —entonces, trate de decirle que no lo hiciera, que era sospechoso, que regresara, pero ella se empeño y salió a toda velocidad hacia el castillo, yo la seguía, hasta que cruzamos el puente, entonces desesperada, traté de quitárselo, me empujó muy fuerte y el paquete cayó al suelo y se abrió, vi ese collar, y Katie se apresuró a tomarlo y luego...

Un nuevo sollozo estridente se hizo presente, la profesora McGonagall se tomaba la frente y Snape no emitía expresión alguna, su rostro era niebla fría qué repelia cualquier rastro de pena o emoción.
—Leanne, ¿Te dijo en algún momento Katie a quien entregaría el paquete?
Leanne se reincorporo y con tono sombrío respondió —Al profesor Dumbledore.

Ante aquella revelación, incluso el rostro de Snape pareció mostrar una leve mueca de algo que Harry pudo pensar, significaba consternación.
—Fue hechizada profesora — Soltó Hermione diligente — Ella jamás le haría daño a nadie, conozco a Katie, jamás lo haría
—Tampoco sería tan tonta de tomar un objeto maldito si supiera que lo está — Comentó Ron haciéndole segundas a su amiga

—Si, fue hechizada — Soltó la profesora McGonagall de soslayo —Pero, ¿Cual era ese objeto?
—Este profesora — Contesto Harry, que aún tomaba su bufanda laconicamente, asegurándose de ni siquiera rozar su cuerpo con el contenido que venía enrollado en la tela roja con el estampado de un león escarlata
—¡Potter! — Grito la profesora McGonagall — ¡No debiste traerlo así!

Pero no perdiendo más tiempo, desenrrollo con un movimiento de varita el collar, negro como la noche, con un ornamentado repleto de pequeños ópalos y un sonido desagradable y oscuro que despedía cada que una persona se acercaba lo suficiente —¿Qué opinas Severus?

El profesor Snape hizo levitar el collar y después unas cuantas miradas de sus dos ojos negros, soltó con sorna
— Opino que la señorita Bell tiene suerte de seguir respirando...

Harry Potter y el misterio del príncipe Mestizo 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora