Capítulo 24. Escapemonos

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Miro la pared, mientras mis dedos juguetean y en mi mente ocurren mil cosas, siento que estoy atrapada en medio de un mar de tempestades y no sé a dónde ir.

Muevo mis pies a causa de los nervios  y muerdo el interior de mi mejilla. Como si eso fuera a sanar mi mente inquieta.

Luriel vuelve a entrar a la habitación, está vez con ropa más cómoda, aún no me hago a la idea de que va a permanecer aquí por unos días, esto solo incrementa mis nervios. Mi lógica me dice que debería hablar con Orkias y pedir otro guardián, pero en mi interior lo deseo, es más siento que es lo único que me mantiene lejos de los pensamientos nefastos del exterior.

Respiro profundo, observo la figura del chico, quien en plena confianza se arroja a mi cama, y se recuesta, toma su celular y comienza a hacer quien sabe qué en él.

—¿Estás cómodo? —pregunto

—Mucho, mi amor, gracias por preguntar.

—Luriel...

—Estrellita...

Solo respiro, me pongo de pie y rodeo la cama para quedar delante de él. Veo lo que hace en el celular, está en Wattpad, abriendo un borrador para escribir. Y algo en mi interior se encendió, un recuerdo lejano, de una conversación tan antigua, que no puedo creer que siga viva en los confines de mi memoria:

<<Eres mi musa>>

¿Era en serio? O lo decía por galán? Cuando eso estaba enamorado de Iracema ¿Y si lo dijo para fastidiarla? Sacudo la cabeza y lo veo a los ojos.

—¿en serio este es super necesario? Dormir juntos...

—Sí no lo fuera... —me dice y rie—. Te aseguro que lo haría necesario... pero no es el caso, en verdad debes estar vigilada 24/7 yo solo sigo ordenes. Y como creen que si me lo asignan a mi, yo también permaneceré en la mansión... pues, al parecer soy el indicado, no solo por ser el cario.

Parpadeo con rapidez, solo suspiro, voy hasta mi placar, busco entre mi ropa un pijama y vuelvo a ver una remera suya, la tomo y se la muestro.

—Te queda muy bien mi ropa... —dice con picardía.

—No me la voy a poner esta vez...

Él se levanta, pone su celular en la cama y viene hasta mi, sostiene mi mano antes de que baje su ropa, me toma de la cintura y con suavidad me gira hacia él.

—Estrella, no seas tan terca... —me susurra a distancia cuántica, solo un ser sin nada en su interior no sucumbiría al tono hipnótico de su voz—. Es sólo una remera...

—¿Por qué insistes? —pregunto al borde del delirio porque en verdad estoy embobada por su expresión y el agarre de su mano en mi cintura. —¿Ahora quieres controlar lo que visto? Eso no es muy tóxico de tu parte?

—Quizás, pero yo lo veo más como algo romántico...

—Fetichista en todo caso —digo embriagada por su aroma ¿Qué era lo que me tenía tan preocupada hace unos minutos?

—Quizás, —sonríe y eso hace que sienta que estoy en medio del desierto, recibiendo al sol directamente en mi cuerpo —. No voy a negar que imagino cosas.

—Pervertido, eso es lo que eres, un Pervertido.

Luriel solo calla, acaricia mi cintura e intenta besarme, pero lo detengo y me separo de él, vuelve a sonreír, porque sabe que a duras penas lo he frenado, me es escapo de su agarre y voy corriendo a mi cuarto de baño.

Cierro la puerta y me recuesto en ella. ¿Cómo es posible que me tenga así de loca? Mi vientre parece estar en un campo de corriente eléctrica, recibiendo cientos de voltios. Desde aquí miro en el espejo y veo mi rostro rojo de la vergüenza, mis labios hinchados y mi pecho subir y bajar debido a la respiración agitada.

Los Dioses del Panal [Libro 5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora