Capítulo 21. Itajasy

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El sueño era acogedor, cálido, como si estuviera envuelta en el dulce aroma de un perfume. Mi ser entero se vuelve de papel, como si mi interior fuera tan frágil ante la sensación de satisfacción que me generaba su presencia.

—Despierten —escucho a alguien susurrar—. Despierten, Luriel, Vega...

Distingo la voz a penas abro los ojos,  Juanjo tiene el rostro cargado de preocupación. En milésimas de segundos me doy cuenta que los brazos de Luriel me rodean, y su cabeza está sobre la mía, yo estaba acurrucada en su pecho, y ahora entiendo el sueño.

Me separo con rapidez, lo que causa que Luriel también despierte. Ambos nos miramos, pero no da tiempo de decir nada, al respecto porque Juanjo vuelve a hablar con preocupación.

—Hay movimientos extraños, la lluvia paró, pero caen rayos, los ruidos son espantosos ¿En verdad no lo han escuchado?

—No —respondemos al mismo tiempo.

Justo en ese instante el rayo vuelve a caer, y como dice Juanjo, el sonido es horrible, estrepitoso y algo desesperante.

Se puede oír a la perfección como impacta contra el suelo y se arrastra unos metros contra él, como si rastrillara una superficie, seguida de ramas y árboles quebrandose para finalizar en una explicación acompañada de chispas eléctricas. Todo eso lo imaginé porque no vi la escena, sin embargo, estoy segura que sí es.

—¿Qué mierda es eso? —pregunta Luriel.

—Debemos movernos, pueden ser enemigos —Juanjo recoge sus cosas.

Yo solo atino a afirmar con la cabeza y a obedecer.

Cuando tengo todo alistado, lo guardo en mi mochila y me la coloco en la espalda.

Un rayo vuelve a caer en ese preciso momento, y esta vez lo vemos, cae a unos 15 m de nosotros, y comienza a arrastrar su paso en dirección a la carpa, el aire está tan electrificado que los pelos de nuestros brazos se erizan.

El tiempo de reacción que tenemos es mínimo, pero logramos correr alejados del campamento. Y tal como lo imaginé, se lleva todo a su paso, árboles, rocas, ramas secas, una llama se enciende en las hojas del suelo, pero se apagan con rapidez por la humedad de lluvia.

Cuando el rayo impacta contra la carpa hecha por Juanjo esta se hace cenizas y la gran explicación se hace presente que a pesar de estar alejados de ella igual nos empuja hacia atrás unos metros.

Logro ver el fenómeno que se genera durante ese instante. Es como si una cápsula de campo magnético se generar y en ese domo se esparcen pequeños rayos que desaparecen en el aire.

Me levanto del suelo, y sin miedo camino hasta el lugar para ver el suelo, pongo mi mano en la arena y veo que en todo su rastro ahora hay una especie de cristal.

En el lugar de la explosión se generó una bella figura asimétrica, que no dudo en alzar y admirar, la tomo, saco de mi mochila una ropa mía, la envuelvo y la guardo.

—¡Vega! Vamonos! —grita Luriel

Yo hago caso. Y en el momento exacto, porque en el mismo lugar de la explosión, cae un rayo, y esta vez nos está siguiendo.

Termino corriendo lo más rápido que puedo, quizás lo hacemos por unos 20 metros, hasta que damos con una zanja, Juanjo se arroja a ella, yo no sé si hacer lo mismo. Luriel va a la derecha, así que yo voy a la izquierda.

El rayo explota a los pocos segundos y la fuerza resultante me empuja haciendo que mi cuerpo vuele unos cuantos metros adelante.  Ni bien ne reincorporó otro rayo cae, y esta vez viene por mi.

—¡Corre Vega! —grita Luriel.

A penas me pongo de pie, me doy cuenta que me golpee la cadera con algo, porque duele. Sin embargo el miedo a que eso me alcance hace que corra con todas las fuerzas que me quedan.

¿Y si la detengo?

Me volteo, pongo mis manos en frente e invoco un escudo.

—¡Mierda! —grito al ver que el escudo me encapsula como si me hubieran puesto una olla sobre ni cuerpo.

El rayo impacta contra la cápsula, y la imagen es tan aterradora como majestuosa. La explosión se produce, pero el rayo no desaparece, continúa siendo constante. Se parte en miles de pequeños rayos que recorren la cápsula hasta el suelo. El sonido estridente de la electricidad es casi ensordecedor.

Estoy en una jaula de Faraday, la descarga no puede hacerme daño... pero pareciera que quien envía esto desea que lo haga.

Me recuesto en el suelo y miro arriba, esperando a que el desaparezca la electricidad. Pero muy al contrario de hacerlo esta continua.

De repente veo una sombra alada en el cielo, no distingo de quien se trata, hasta que una flecha atraviesa  y se atasca en mi escudo  el rayo se detiene. Y mi jaula desaparece, haciendo que la flecha caiga a mi lado.

Sobre Taguató Ruvichá esta Araresa, majestuosa, vestida de un blanco impecable y con una gran corona rodeada de plumas en su cabeza. Ella aterriza a mi lado  en lo que me pongo de pie.

—Princesa —digo

—Vega... ¿Estás bien? —pregunta

Yo solo asiento en lo que Luriel y Juanjo llegan a la escena. Ambos se quedan quietos viendo a Araresa. Luriel de inmediato se arrodilla, Juanjo hace lo mismo y yo quedo en shock, vuelvo a ver a Araresá y lo pillo.

—Reina Originaria —digo y me arrodillo de inmediato.

—Ustedes no me deben ninguna reverencia, por favor, pónganse de pie.

Obedecemos, y ella solo nos mita con algo de fastidio.

—Tengo muchas cosas que contarles, pero será mejor que nos movamos, le puse un pequeño freno a Itajasy, pero pronto volverá a atacarte, Vega, así que vamos por las abejas que tengo en mi refugio y ya vuelven a la mansión. Por el camino les voy a hacer un resumen de cómo van las cosas.

—¿Espera? ¿Una diosa quiere matar a Vega? —pregunta Luriel.

—O a ti... a cualquiera de loa dos, contar de que no tengan hijos... —dice ella montando sobre Taguató ruvicha—. Cómo si no bastara para nosotros... ya Invoca a Mbakagua, total, medio ejército enemigo ya está enterada de su posición.

Luriel obedece, Mbakagua aparece, y Luriel me ayuda a montarlo. Juanjo sube con Araresa y emprendemos vuelo. Miro a Luriel, y él a mi, ambos estamos aún procesando la noticia... esto es una locura.

Los Dioses del Panal [Libro 5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora