Capítulo 2. La guerra

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Unas de las cosas que aprendí de toda esta batalla, es que cada movimiento que haga, debe ser dos pasos para mi, y uno en mi contra

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Unas de las cosas que aprendí de toda esta batalla, es que cada movimiento que haga, debe ser dos pasos para mi, y uno en mi contra. ¿Por qué? porque el enemigo debe sentir que tiene algo de poder, debe sentir que va ganando, hasta que le tiendas la trampa. Lastimosamente he fallado o lo apliqué tarde. 

Las velas a mi alrededor me provocan calor, estar sentada en medio es algo incómodo, sin embargo este ritual es necesario. Según las anotaciones de Luriel, el espejo que hemos creado aún está frágil, lo que quiere decir que debemos atender, cuidar y reforzar. Esta esta es mi 5ta noche. 

Hasta ahora no me ha pasado nada raro, todo ha ido con tranquilidad, algún que otro espíritu que ha intentado colarse de este lado, pero eso es fácil de evitar. 

Tengo en mi mano un palo de lluvia, y me apoyo en el, recostando mi cabeza, mientras doy golpes repetitivos para que suene al ritmo de mi canto. 

Las palabras en guaraní recitan algo así como: Protego al mundo, y del otro lado te mantengo, mi fortaleza derriba tu mandato. 

De tanto repetir el cántico sé que ya me sale de forma automática. Mis brazos están algo entumecidos, pero debo acabar, sólo me faltan 5 minutos y termino por hoy. 

Mi crebro solo ya está pensando en que al salir de aquí debo ir a curar las heridad de Luriel, las de Orkias y dejar 2 inciensos de palo santo a las almas de Cenit y Zunú. Sí, todo eso pienso mientras estoy en esto. Sé que no debería ser así, que debería estar concetrada, pero no puedo evitarlo. 

Estoy por decir la última oración, cuando siento una fuerza que arrebata el palo de lluvia de mis manos, para luego hacerme flotar por los aires debido a que me tomó del cuello. 

Mis piernas bailotean en el aire mientras mis manos se sitúan sobre los brazos de negra ceniza. El aire comienza a faltar me cuando las manos me aprietan con fuerza, de a poco las cenizas adquieren un color peculiar, hasta que el rostro de Iracema es 100% visible.

Sus ojos son un par de lagunas negras, mientras que en su cabeza se posa una corona de filigrana, lleva 8 puntas y en el centro una joya lila en forma de flor de Mburukuja.

—Ro jukata —dice entretienes mientras más me aprieta —Vega Crux, ro jukata.

La amenaza de muerte sólo me obliga a gritar a penas cuando el dolor me invade. Me doy cuenta que la manera en que intento luchar contra ella no es la correcta, así que suelo los brazos, llevo los míos a mi pecho, los pongo en forma de cruz y relajo mi cuerpo.

Cuando estoy por quedar inconciente libero mis brazos como dando un golpe seco en el aire. Esto causa que una ráfaga de viento venga tras de mí y con ello, las cenizas que personificaban a Iracema desapareciera.

Las llamas de las velas se apagaron y esa fue mi señal, para tomar el palo de lluvia con rapidez y al golpearla contra el suelo las velas de nuevo prendieron.

Los Dioses del Panal [Libro 5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora